Cuando eran tan solo una niña de seis años tuvieron que explicarme por qué mamá no podía acompañarnos a las salidas en familia, por qué mi hermano y yo no teníamos la misma madre, la razón por la cual no vivía con papá, el motivo de que el hombre que ayudó a traerme a la vida apenas pasaba tiempo conmigo, por qué él dormía bajo el techo de una familia que no eramos mi mamá y yo. Y fue jodidamente difícil hacerle entender ese tipo de cosas a una testaruda Anne de seis años con mejillas y manos rellenitas.
Yo me rehusaba a que mamá no pudiese acompañarme al cine cuando mi padre y la señora Shirley me invitaban, me rehusaba a que papá no me diera las buenas noches y a Jerry sí. Así que por eso mismo, siempre intentaba con mucho esfuerzo hacer que las cosas cambiaran. Le decía a mamá que ese día mi padre había dicho que podía acompañarnos a almorzar y ella, tan educada como siempre había sido, se aparecía para almorzar con todos nosotros. Enseguida la señora Shirley hacía que se marchara, yo hacía un berrinche y lloraba, les pedía que dejaran que se quedara. Al final sólo recibía regaños por parte de mi padre, por haber mentido de esa manera. Mamá era paciente conmigo y entendía por que hacía ese tipo de cosas, así que jamás se enojaba conmigo. De entre tantas personas en el mundo, ella es alguien que vale la pena.
Papá no vale la pena. Porque todo este dolor que he guardado en mí, tan sólo para tener un padre en mi vida, no lo vale para mí. No vale la pena, porque él realmente no esta aquí conmigo. No puedo sentirlo, no puedo sentir que le importe. Así que no vale la pena, y a veces sólo deseo jamás haberlo conocido.
Porque cuando dirigí mi mirada hacia Diana, encontrándola ahí donde Jerry la había dejado después de la aparente pelea, sentí que había un poco de mí en ella. Sentí que éramos demasiado parecidas para mi bien. Lo supe al ver la manera en la que se mantenía tendida en la arena, doblada, abrazando sus piernas contra un árbol y estremeciéndose a cada sollozo. Diana Barry estaba en ese punto de quiebre donde ni siquiera entiendes cómo puedes llegar a sentirte tan insignificante y sin valor. Lo sabía porque yo misma había estado en ese oscuro lugar antes.
Caminé en su dirección intentando ser silenciosa, acercandome despacio y con cuidado. No lo logré. En el camino, pisé una rama, lo que me hizo trastabillar un poco y como resultado, también llamar la atención de Diana.
Ambas nos asustamos por un instante, yo abrí mis ojos sorprendida cuando ella dio un pequeño salto en su lugar al captar el sonido de alguien acercándose.
Supe que su corazón latía igual de furioso, enloquecido y descontrolado que el mío, cuando alzo el rostro de sus piernas y levanto la mirada hacía mí, así encontrándose con la mía.
Sus ojos estaban rojos, su nariz también lo estaba. Habían claros rastros de lágrimas en sus mejillas, y lucía demasiado triste para ser Diana Barry. Pero, más allá de la tristeza, en toda su cara también se reflejaba un devastador temor.
–¿Anne? –pronunció mi nombre y sus ojos brillaron. Sentí en su voz cierto alivio de verme que me reconstruyo el alma.
Claramente se puso de píe enseguida, tambaleándose un poco. Su labio inferior estaba temblando, sus ojos me rogaban algo que yo no entendía, pero sí podía saber que Diana Barry se sentía rota.
—no pasa nada, sólo... Mal día. —tal vez percibió la preocupación en mi rostro, porque intento negarlo todo —. Extraño un poco mi casa.
—yo extraño a mi mamá. —le respondí en un hilo de voz, sintiendo mis ojos picar tanto que dolían.
—¿qué haces por aquí? Pensé que estarías almorzando. —de la nada, sus ojos empezaron a cristalizarse una vez más de sólo mirar directo a los míos.
—necesitaba caminar un poco...
—Oh, bien. ¿Me encontraste por casualidad? —su voz también era demasiado frágil en ese momento.
—algo así. –murmuré, lanzando un largo suspiro—. Escuche la pelea entre Jerry y tú, así que empecé a seguir sus voces para asegurarme de que estuvieran bien y terminé aquí.
—¿lo escuchaste? —parecía muy abrumada. Me sentí realmente mal.
—De verdad lo siento, no era mi intención. —me apresuré a decir— tal vez debería irme. Pero si quieres hablar de algo... Puedes buscarme en cualquier momento. ¿Okey?
Ella negó enseguida, sacudiendo su cabeza con desesperación.
—No, no. Quédate conmigo. —me pidió—. Yo... Yo no me siento bien. —avanzo unos pasos desde donde estaba, caminando hacía mi dirección. Me miraba a los ojos como si yo fuese algún tipo de ángel o salvador.
—claro. —le susurré en respuesta, débilmente. Di unos cuantos pasos hacia adelante. Ambas caminábamos al encuentro de la otra, sin cortar el contacto visual.
—hay cosas en la vida que son más complicadas y duras de lo que parecen. Los sentimientos... Los sentimientos son una mierda porque te hacen mucho mal... demasiado daño. —finalmente rompió en llanto cuando estuvimos frente a frente, sin apartar su mirada de mí —. A veces tengo este sentimiento de que la persona que amo un día no me necesitara más. A veces siento que de hecho no estoy siendo lo suficiente valorada por él, que se avergüenza de mí... Que no es la persona con la que debería estar. A veces siento que no soy querida de la misma manera en la que lo quiero. Y luego sólo me preguntó: mierda ¿Por qué no tengo el valor de terminar con esto? ¿Por qué no puedo sólo dejar de amarlo? Mierda, Anne.
Dijo cada palabra entre sollozos, apartando el rostro para esconderlo entre sus manos de mi vista.
Ella lloraba, y de un momento a otro sólo supe que yo también estaba llorando.
De la nada sólo supe que estaba acercándome a ella, parándome tan cerca que estaba mandando a la mierda su espacio personal, justo como me prometí que nunca lo haría.
Quise abrazarla, pero no tuve las fuerzas cuando ella sintió mi presencia y despejo su rostro para mirarme a los ojos, ahora llorando en silencio.
Aparté la mirada enseguida, pero sin poder alejarme de ella un sólo centímetro.
—sufrir por amor es valido, Diana. Dejalo salir. Esta bien. —pronuncie con voz suave, sin poder contener mis lágrimas—. Reconoce tus emociones, ellas necesitan que las vivas para así poder irse. Porque se irán. Todo el dolor, algún día, se irá. Así que ahora llora, pero sin olvidar que un día te sentirás mejor. La calma llegará.
Quedé inmóvil en mi lugar cuando sentí cómo Diana apoyaba su rostro en mi mejilla, frotando su nariz y frente contra mí, como buscando consuelo.
Sentí su respiración golpearme, su pecho contra mis hombros... Sentí su mano rozar la mía.
—a veces no entiendo por qué si hay días en los que me hace sentir tan mal, aún así estoy enamorada. —lloró en silencio contra mí.
—a veces así son las cosas en el amor... —murmuré. Entendía perfectamente como se sentía.
—ya no quiero sentir amor. —susurró y su aliento chocó débilmente en mi mejilla, haciéndome sentir cosquillas.
—es importante seguir sintiendo amor para un día amarnos a nosotros mismos. —le respondí, sonriendo un poco al bajar la mirada y ver como ella dirigía su dedo meñique al mío, empezando a acariciarlo con lentitud y ternura.
—¿cómo se siente amarse a sí mismo? —Diana dejo las palabras al aire, enrollando su dedo con el mío fuertemente.
—no lo sé, pero mi madre dice que es la clave para ya no sufrir por amor. Entender que nuestra vida no se termina y nuestro mundo no se cae por otra persona ajena a nosotros, que deberíamos ser nuestros propios dioses. —le conté, animandome un poco al recordar a mi mamá.
—quiero conocer a tu mamá. —ella rió levemente.
Sé que ambas ese día, con nuestros meñiques enlazados, no nos sentimos tan sin valor por un momento.
Y por unos segundos olvidé lo incómodo de estar enamorada de quién sólo tenía ojos para mi hermano. Por un instante vi a Diana sólo como Diana, esa chica a la que quería tanto y que significaba más que sólo la mujer que me gustaba y estaba enamorada de mi hermano.
Esa fue la primera vez que ella me hizo olvidar del resto del mundo.
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If i was a rose «dianne»
Storie d'amoreAnne está enamorada de Diana, pero Diana sólo tiene ojos para el hermano de Anne. Info¡! Adaptación. Homosexual. Dianne: Diana + Anne.