Capítulo uno

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El agua de los charcos traspasa mis zapatos y humedece mis pies. Es la primera vez que llueve en casi un mes. Por fin podré tener agua fresca en vez de esa estúpida agua embotellada de los supermercados, o lo que alguna vez fueron supermercados.

Dejó de llover con fuerza hace un rato, solo queda una pequeña brizna que azota mi cara mientras camino por las destruidas calles de la ciudad, sé perfectamente que este es el peor lugar para estar ahora, precisamente por eso me quedé. La mayoría de las personas que lograron sobrevivir al brote prefirieron salir de la ciudad para resguardarse en algún pueblo olvidado o un bosque.

Sin gente, prácticamente la ciudad entera es para mí, excepto por uno que otro sobreviviente que haya pensado igual que yo, en ese caso procuro evitarlos. Ya tengo suficiente con pelear con los zombis como para perder mi tiempo y energía luchando contra ellos.

Me detengo delante de una pequeña tienda, esto me parece más seguro que el supermercado al que intenté entrar hace tres días, los alrededores estaban despejados, pero al entrar pude ver que había zombis por todos lados. Estaba tan cansado que no quise ni intentar sacar algo de ahí, al fin y al cabo, aún me quedaban unas provisiones en la mochila.

Como siempre, antes de entrar a cualquier lugar me quedo quieto esperando algún sonido, si todo parece estar en orden decido entrar. Me quedo esperando unos momentos, escucho un movimiento de lo que parecen ser cajas. Instintivamente saco del cinturón el cuchillo que robé del camper de algún cazador que huyó en medio del caos, o tal vez murió no muy lejos de ahí.

Me pongo en posición a la espera de que salga lo que sea que haya dentro de la tienda. Siento cómo el sudor frío desciende por mi espalda. Más movimiento, esta vez se escucha más cerca, esto no puede ser un zombi, habría escuchado ya sus raros gemidos. ¿Será algún animal?

Mi pregunta se resuelve al instante, por una ventana rota sale disparado un gato, tiene un ratón en la boca, él sí logró encontrar comida. Aun teniendo al roedor en la boca me suelta un bufido, y se va corriendo. Decido no esperar más, me adentro en la tienda.

Aquí no es tan apestoso como en otros lugares donde yacen los cuerpos de los zombis que están en descomposición. Recorro el lugar con la mirada, por lo que veo no hubo muchos saqueadores antes de que yo llegara, quedan bastantes cosas para estar muy bien durante al menos dos semanas, solo es cuestión de buscar cosas que no estén caducadas o podridas, cosa complicada, hace ya algunos meses la sociedad cayó por completo, pero siempre hay algo que pueda ser útil.

Latas, latas, latas y más latas. De atún, sopa, anchoas, sardinas..., es cierto que no es comida gourmet, pero al menos no moriré de hambre. En medio del fin del mundo morir de hambre sería muy patético y miserable, preferiría morir en medio de una horda de zombis combatiendo con todo lo que tenga, pero tengo previsto que ese momento no llegue pronto.

El agua también es muy importante, aunque ya estoy harto del agua embotellada no puedo fiarme del agua de lluvia ni del río de la ciudad, aún no consigo con qué desinfectarla, no puedo darme el lujo de beber bocanadas de agua del río habiendo tantos cuerpos por ahí tirados. Si no me infecto del virus que destruyó a la civilización tal vez me dé cólera. Morir con dolor de estómago y diarreas casi olímpicas, otra forma patética de morir.

Si quiero aprovechar el agua de la lluvia para beberla debería buscar una farmacia que no esté completamente vacía, los medicamentos fueron de lo primero que saquearon los habitantes de la ciudad.

Termino de llenar mi cantimplora abollada y con la pintura azul cayéndose poco a poco dejando ver el triste color del metal del que está hecha. Guardo más botellas en la mochila y sigo buscando a ver si hay algo más que pueda usar. Montones de basura y suciedad son todo lo que hay, seguramente quienes hayan pasado por aquí antes se llevaron cosas más interesantes.

Así es como funciona esto: el primero en llegar se lleva lo bueno.

Salgo de la tienda, dejó de llover por completo, buenas noticias para aquel gato. No sé exactamente a dónde ir ahora, aún no debe ser mediodía, cuando el cielo esté más despejado lo podré comprobar. Me estoy acercando peligrosamente al centro de la ciudad, debería moverme más hacia las afueras e ir al centro solo cuando sea muy necesario.

Camino en dirección opuesta de donde venía, a ver si tengo suerte y encuentro algo interesante.

Después de lo que parece ser una hora me detengo frente a un centro comercial, estoy dudando de si entrar o no, esto podría ser tanto una muy buena idea como la más peligrosa. Durante el inicio del brote un centro comercial es la última opción para conseguir provisiones.

Me acerco decidido, la verdad dudo mucho que haya demasiados zombis adentro, tal vez uno que otro que podría evitar sin necesidad de pelear con ellos, lo más probable es que los que hayan estado ahí ya estén en descomposición.

Me planto frente a la entrada, empuño el cuchillo, espero a escuchar algún ruido. Nada. Entro.

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