3.1 Comencemos, cuéntame ✓

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Y justamente cuando tiene todas las piezas, es cuando el juego reinicia; pero con un nivel más difícil

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Y justamente cuando tiene todas las piezas, es cuando el juego reinicia; pero con un nivel más difícil.



Despierta por los pequeños pellizcos en sus párpados, sus arterias parecen jalar desde adentro, provocándole escalofríos a lo largo del cuerpo. El dolor deja de ser palpable en cuanto abre sus ojos, y nada más hacerlo se da cuenta de que está completa, e irremediablemente, arruinado.



—¡Me lleva el infierno! ¡Mierda!—musita con rabia.



Para nada está exagerando. 


Un día está a punto de entrar en un grupo de personas tan geniales, que le daba envidia no ser alguno de ellos, y al otro está drogado, en un profundo sueño, aparentemente, interminable, que termina llevándolo a una pesadilla.



Es una pesadilla, sin duda, lo puede confirmar al visualizar frente a él a ese hombre gigantesco de traje negro, la sangre se desliza con lentitud por su camisa blanca, manchándola de un rojo carmesí, el cuello empapado de tonos escarlatas y seguido de ello una cabeza gigantesca de cerdo, HaeChan está seguro de que eso es una de sus varias pesadillas de madrugada.



—Qué asco, ¿eh? Límpiate al menos—tiene que espetar con reticencia, pero el hombre cerdo no se mueve ni deja de mirarlo fijamente, con esos ojos vidriosos y penetrantes. No le dice nada en especial, pero HaeChan entiende que ese híbrido busca perturbarlo, y por supuesto no va a lograrlo, pues él ha visto peores cosas que esa—. ¿Por qué me estás viendo como si fuese tu cena? ¡Que no soy un puto! Y si lo crees así, ¡avísame! A ver cuánto te cobro.



El metro que lo separa de aquel hombre ensangrentado se reduce al tomar impulso para levantarse, y es que sus extremidades parecen hechas de gelatina derretida, logrando que se desparrame por el piso cual postre desperdiciado. No es de extrañarse que sus conocidos creyesen increíble el que siga vivo, HaeChan solía vivir de peleas improvisadas en clubes nocturnos y para aquello, digamos que no era el perfecto modelo de luchador nato, o siquiera alguien atlético.



Se incorpora con pereza, tambaleante. No siente sus piernas y sus manos apenas y se están reactivando, pero bueno, ¿cuánto tiempo se supone que ha estado durmiendo? En cuanto encontrara a Nakamoto, le haría comerse diez de sus pastillas a ver si no le daba un paro cardiaco al instante, ¡las píldoras no eran un juguete, joder! Y él tampoco era de goma para soportarlo.

'Psychotic Land' ➥ NCTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora