Capítulo 4

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Caminé por la Game Station. Verdaderamente, nada había cambiado. El tren todavía seguía en su lugar, al igual que todo lo demás.

Vi otro cartón, esta vez con Mommy y Boogie Bot. Cada uno agarraba un extremo de una palanca, la parte de Mommy estaba bajada, y Boogie Bot, al ser más pequeño, colgaba de su extremo elevado.

Me pregunté qué tenían que ver el uno con el otro, pero nunca se sabe. A lo mejor eran grandes amigos o algo así. Hasta que a Mommy le dio por comerse a otros y matar... A otros.

El gran botón rojo y su inscripción no habían cambiado tampoco. Lo pulsé, pero sólo oí ruidos distorsionados.

¿Qué significaba eso? Me embriagó una sensación de mal rollo. Quizá su contenido estaba prohibido y por eso lo habían distorsionado.

Así que me acerqué a los controles exteriores del tren. O eso creía que eran aquellas tres palancas.

Tiré de la primera.

Hola, niños, esta es la Game Station. Soy Stella, y tenemos tres juegos súper-mega divertidos a los que jugar. Estas pequeñas pruebas nos enseñarán cómo de fuertes y listos sois. Sigue a Mommy Longlegs para bajar las escaleras y empezad con Musical Memory. ¡Nos veremos en un rato!

Nunca averigüé de dónde salió aquella grabación —de un altavoz, seguro—, pero una cosa me quedó clara: Stella había sido la interlocutora. No la había conocido en persona, aunque sí había oído habladurías sobre ella...

En todo caso, me moví hasta el —qué sorpresa— pasillo que daba al Musical Memory. El cartel con el nombre del juego estaba colocado entre los platillos de un dibujo de Bunzo Bunny, que estaba detrás de las letras.

Entré en él. Había tres posibles salidas: una puerta, una persiana metálica semiabierta y un agujero en la pared. Adivina por dónde continué. Exacto. Por el agujero. Lógico, claro.

Tras el agujero, lo que podría haber sido el recinto de un trastero destartalado apareció ante mí. Las paredes eran grises, el suelo estaba húmedo, había rejas por todas partes y las luces eran tenues. Seguí adelante en línea recta.

De nuevo había un agujero en el suelo. Esta vez sí era un agujero; ¡hasta podría ser redondo y todo!

Lo curioso es que no era vertical, sino iba por debajo del suelo paralelamente de forma horizontal. Parecía estar excavado en cemento. Básicamente, una especie de túnel.

Salí de él y vi una luz verde. Ahora bien, estaba en una fábrica abandonada, morada por juguetes malditos, llena de agujeros y polvo y peligros, y cuando veo una luz, ¿qué hago? Bajar la palanca bajo ella. Pero era verde, así que no había peligro. Gran forma de pensar, ya lo sé.

"Molding Room". Qué manía con poner el nombre de cada habitación en letras enormes.

En un cuadro de controles reposaba un casette verde. Lo cogí y lo inserté parsimoniosa en el reproductor.

Iba sobre la mano verde. ¡¿Había otra mano?! Por lo visto, había lo que se podrían considerar "enchufes" verdes en forma de triángulo invertido por los que fluía electricidad. Además, si disparabas la mano verde contra ellos, ésta retenía la electricidad durante diez segundos. Si la usábamos con otros dispositivos los podíamos cargar. Aunque también duraría diez segundos.

En el cuadro de controles había varios botones rojos. Pulsé el primero a la derecha, uno con una gota blanca dibujada en él.

Frente a mí había unas cuantas máquinas. La primera a la derecha comenzó a hacer que burbujas blancas —de no sé qué material— cayeran de la parte superior al depósito. Sin embargo, se salían por una tubería rota. Agarré el trozo roto para enderezarlo.

Así que pulsé al siguiente botón. Las bolitas cayeron en otra máquina
—tercera desde la derecha—, en la que había ya unas manos, pero sin color.

La rueda extraña que las contenía empezó a dar vueltas. Cinco de ellas salieron de la máquina por debajo, y moviéndose por un tipo de vitrina. Siguiente botón. Un pitido, y líquido incoloro cayó sobre ellas.

La máquina de la que había caído el líquido tenía un mensaje rojo brillante: "Falta pintura". ¿Tenía que buscar pintura? ¿Y dónde, si se puede saber? Merodeé por... eh... el Molding Room, y decidí subir por una escalera.

Di con el cubo cerca de una máquina con la luz roja. Agarré el cubo por el asa y vertí el contenido en el hueco de la máquina de la luz roja, que no paró de pitar hasta que lo hice.

La luz cambió a verde. Bajé y pulsé el penúltimo botón. Las manos desfilaron por debajo de la máquina, que procedía a salpicarlas de pintura verde.

Le di al último botón y las manos salieron de su vitrina por un lado. Extendí la mano y cogí la segunda. La coloqué en el Grab Pack. Ahora mi mano derecha era verde. (RIP a la roja. Nunca te olvidaré.)

La usé de inmediato. Pulsé un enchufe de esos, la mano se cargó, lanzando chispas, le di a un receptor y una puerta se deslizó hacia arriba.

Pasé al interior. Todo estaba iluminado en rojo. De alguna forma, logré salir. Y, para variar, me encontré en otro sitio desconocido.

Poppy Playtime Chapter 2: Fly in a webDonde viven las historias. Descúbrelo ahora