Capítulo 6

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Tras caminar un rato por el pasillo oscuro, tenuemente iluminado de cuando en cuando, llegué a una entrada a las ventilaciones.

Tiré de un tirador con fuerza y la entrada cuadrada cayó hacia delante cual rampa.

Entré, caminando por la ventilación estrecha a cuatro patas. Me iba a dar un ataque de claustrofobia, a pesar de que por lo general no tenía claustrofobia. Por otra parte, en la fábrica encantada, probablemente acabaría teniendo todas las fobias existentes.

Torcí a la derecha y acabé en un cuarto lleno de juguetes. A ver, que estaban en estanterías, no esparcidos, ¿estamos? Sí estaba algo desordenado todo, pero era aceptable.

Había un cartel hablador de Bron, el dinosaurio, también hablador.

Ni me molesté en pulsar su botón rojo. Simplemente pasé de largo, con intenciones de exploración.

Paseando entre las estanterías, me di cuenta de algo: todos los juguetes estaban o rotos o descartados. Los rotos porque estaban rotos, y los descartados porque no le habían gustado a la gente.

En un momento dado, me encontré con un enorme Bron, cuyos ojos brillaban —por su ausencia—, que tenía una bonita capa de pintura roja excesiva —manchas de sangre— y que tenía la cabeza vuelta hacia un lado con alegría —y un cuello roto—.

Estaba sobre una plataforma. Supuse
que debía llegar al otro lado del muro que había al lado de la plataforma. ¿Pero cómo? A lo mejor... A lo mejor la plataforma era un tipo de ascensor, y tenía que elevarse.

Al lado de la plataforma, en la misma pared del muro, había un enorme botón rojo, con una pantallita por encima.

Pulsé el botón, y la plataforma empezó a elevarse. Sin embargo, en la pantalla aparecieron las siguientes palabras en rojo: “Advertencia —capacidad máxima de peso alcanzada”.

Seguramente se trataba de Bron; ese muñeco debía pesar por lo menos una tonelada. Intenté empujarlo. Todo un malgasto de fuerza y tiempo. Porque se me gastaba el tiempo. Quién sabe cuándo la araña esa me atacaría.

También reconozco que intenté empujarlo con el Grab Pack. Pero sólo por desesperación.

Me empecé a volver loca. ¿Cómo iba a mover un dinosaurio de
—probablemente— cemento sin la fuerza necesaria? Salvo que... No lo moviera yo, sino un aparato o algo.

Recé por que existiera ningún juguete grúa o algo así.

Sin embargo, vi que había un enchufe verde, y pensé. Seguro que servía para algo. Porque en el caso contrario, no veía ninguna otra opción.

Intenté calmarme, y entonces miré a mi alrededor con más atención. En las estanterías no había nada que me sirviera. Ni en el suelo.

Ahora es cuando está en el techo
—pensé con ironía. No sabía si reír o llorar cuando vi una enorme pinza, como las de las grúas, pero sin grúa.

Muy esclarecedor.

Entonces, la electricidad era para el gancho. Y a pesar de todo, el enchufe estaba demasiado lejos como para llegar a tiempo con la mano cargada.

Enfadada, comencé a pegar al gancho con la mano verde, hasta que, sin planearlo, se quedó enganchada. Lo que me faltaba, quedarme sin mano.

Así que tiré, y tiré, y tiré. Lo que no me esperaba era que, no sólo que la mano no se moviera, sino que el gancho sí.

Ya con alivio, tiré del gancho hasta que quedó justo por encima del enorme dinosaurio falso.

Noté que iba como por una vía en el techo. Probé con cargar la mano verde, y disparar al gancho, que por suerte tenía un receptor para la electricidad.

Deduje que así era cómo los trabajadores movían maquinaria o cosas pesadas.

La grúa agarró a Bron por la tripa, pasando por sus piernas y su cabeza.

En un momento de fortuita iluminación divina, tiré del gancho mientras parpadeaba porque la energía se agotaba de nuevo.

Justo a tiempo, Bron cayó fuera de la plataforma por escasos centímetros.

Subí a la plataforma, que verdaderamente era un mini-ascensor, le di al botón rojo, subió, llegué al otro lado por encima del muro, y me bajé de el ascensor.

De nuevo, estaba en un sitio decrépito, gris, con vías en el suelo
—no del todo enteras en algunos
lados— y un sentimiento de desorientación.

Había varias partes por donde podía continuar. Genial. La que iba del todo recto estaba iluminada de rojo. Ehh, no gracias.

Me metí por un pasillo aleatorio y, sorpresa, sorpresa... Otro acertijo.

¿Qué había hecho yo para merecer esto? Y con "esto", me refiero, obviamente, a recibir una carta anónima, entrar en una fábrica abandonada, descubrir que está maldita, que seres poseídos me quieren matar y estar en peligro de muerte cada paso que doy.

Encantador.

Tenía que hacer algo con la electricidad.

Metí la mano azul del Grab Pack en un conector azul —voy a llamar "conector" a la electricidad que se conduce y "enchufe", con la que se carga la mano verde—.

Había otro mini-ascensor. A su lado, un botón rojo.

Y sobre él, una plataforma en la que se encontraba un poste de esos para iluminarse con la electricidad.

Traté de enganchar la cuerda electrizada del Grab Pack de mil y una maneras diferentes, pero me figuré que debía haber mil y dos, porque desde luego no estaba haciendo algo bien.

Al final lo resolví.

Me enganché al primero, y el mini-ascensor inició su subida, me subí a la parte de arriba. Entonces, solté el Grab Pack, causando la bajada del mini-ascensor. Desde arriba, apunté la mano y le di al conector, lo enganché en el segundo, el de arriba, salté hacia abajo, rodeé el primero y le di al segundo conector con la otra mano.

La luz sobre el botón rojo cambió de rojo a verde. Como suelo decir, eso es una buena señal, sobre todo en la fábrica maldita de Playtime Co.

Le di al botón. Una vez más, ascendí, pero la reja de detrás del segundo poste había desaparecido.

Pasillos anchos y de ladrillo gris. Nada fuera de lo común, básicamente.

Fui recto, torcí derecha, izquierda... A partir de ahí, no me acuerdo de las direcciones exactas, porque era todo el rato torcer.

Hasta que me encontré con una escalera de esas que como subas lo más probable es encontrarte cayendo al siguiente minuto.

Poppy Playtime Chapter 2: Fly in a webDonde viven las historias. Descúbrelo ahora