Capítulo 13

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Lo primero, no entrar en pánico, a pesar de tener todos los motivos del mundo para ello.

Y entonces mi mente tuvo una idea. Subí al hueco de los cuadrados metálicos donde estaban los cables.

Justo a tiempo, porque vi a Mommy pasar por debajo de mí, correteando frenéticamente. Pasó de largo, y esperé tres minutos para bajar.

No la escuchaba; por ende, estaba momentáneamente a salvo. Bajé al suelo, escuchando con detenimiento por si acaso. Nada.

A mi lado había una sala con mucha más maquinaria. Había un horno, una pinza... Colgado entre las tuberías de la pared había un engranaje. ¿Qué demonios...? Me lo guardé.

Subí una escalera a la parte superior de la máquina, donde había una compuerta abierta que mostraba un hueco del tamaño y forma perfectos del engranaje que acababa de coger.

Lo inserté. Cabía a la perfección. Fui a un enchufe verde y moví la electricidad a un junto al horno después de abrir las puertas. Llamas anaranjadas se encendieron en él.

Cuando se extinguieron por la falta de energía, vi que en el interior había una pieza. Me llevé también ese engranaje.

Al parecer, los constructores de la maquinaria en Playtime Co. no los habían puesto bien. Ahí nadie parecía trabajar bien.

En otra máquina había varias notas pegadas. Un post-it pedía sustituir el engranaje principal, ya que el antiguo estaba dañado sin remedio. Puse el nuevo en el hueco vacío.

Bajé una palanca a su lado, y una mini puerta metálica de quizá medio metro de altura y anchura me dejó pasar a una pasarela que también era de metal.

Daba a una entrada cuadrada puramente negra. Viva. Seguro que moriría ahí. No veía casi nada, todo estaba negro; la pasarela podía intuirse a duras penas por su brillo plateado.

Y, obviamente, Mommy Long Legs salió de la nada a por mí. Y, obviamente, tuve que correr de nuevo. Y, obviamente, me obligó a volver por donde había venido.

Maldición.

¿Dónde me podía esconder ahora? Todas las máquinas estaban muy expuestas y no ofrecían protección. Quizá me podría meter en alguna…

No, no me daba el tiempo. Espera un segundo. había una en la que me podía refugiar, una con puertas de acero ya abiertas y una potencia de ataque devastadora.

Me apresuré a meterme en el horno apagado. Tiré de las puertas desde dentro, cerrándolas por completo. Por suerte, Mommy no tenía la mano verde, así que no me podía incinerar viva.

Riendo pasó de largo. Así que volví a la pasarela, entrando en el hueco oscuro. Dentro, las telarañas abundaban.

Tiré de otra palanca y grité cuando una mano rosa se asomó por un hueco. Debía huir. Y, por vez enésima, no sabía a qué sitio.

Tenía que acabar con Mommy; pues de lo contrario, ella acabaría conmigo, a ese paso. Se me acababan los escondites, y ella y yo lo sabíamos.

De alguna forma, pasé a un túnel cilíndrico que me recordaba demasiado a la canalización por debajo de las ciudades.

Una bifurcación tras otra, me veía obligada a torcer bruscamente de dirección, pues debía ir por la contraria por la que sobresalían las manos de Mommy.

"Derecha. ¿O izquierda? Mano avanzando por derecha. Vamos por la izquierda" era un procedimiento mental que tuve que seguir en milisegundos cada vez.

Llegué a un punto en el que solo pude hacer una de dos cosas. O bien:

A— Entrar por un hueco negro

B— Dejar que Mommy me alcanzara

La verdad, me metí al hueco porque prefería morir rápidamente tropezándome o como fuera antes que siendo comida viva. 

De alguna manera había un agujero al final del pasillo del hueco. Y ese agujero me condujo a cierto lugar conocido.

"Salida de emergencia"

Vaya, así que iba a pasar por ahí después de todo. Tiré de la palanca, y la lucecita roja parpadeante a su lado cambió a verde.

La persiana metálica se levantó, mostrando un pasillo con baldosas blancas, rosas y azules. Corrí por él hasta la mitad, que fue cuando me detuve porque me había quedado jadeando y sin aire.

Mommy no hizo su aparición.

¡Qué bien! ¡Aleluya! ¡Estoy a salvo!

Pues claro que no.

Al final del pasillo, una silueta de la mano azul brillaba contra su fondo negro. Sobre ella, una caricatura alegre de Mommy Long Legs parecía invitarme a pasar.

No tenía nada que ver con la psicópata desquiciada que me perseguía, desde luego.

Pulsé sobre la silueta tranquilamente, y mi corazón casi se me salió del pecho al oír a Mommy detrás de mí, avanzando con rapidez.

La puerta metálica debajo de ella no se abría, porque la silueta todavía cargaba mientras escaneaba mi mano.

Mommy estaba a diez metros.

Carga a la mitad.

Siete metros.

Tres cuartos.

Cinco metros.

Carga completa.

La portezuela se abrió y entré en la sala a la velocidad del rayo.

Sólo había una trituradora, una salida cerrada por una cortina de metal y unos tablones que se cruzaban para bloquear un hueco de también medio metro.

La trituradora tenía una palanca.

Todo parecía ir a cámara lenta a partir de ese momento. La bajé. Mommy entró en segundos, y se lanzó a por mí.

Cerré los ojos esperando lo peor, pero... Nada. Mommy empezó a gritar. Se había quedado atascada en la trituradora; concretamente, su mano izquierda.

Se aferraba al suelo con la derecha, tirando en un intento de soltarse de la máquina que la engullía poco a poco.

Probó a empujar con el pie contra la máquina.

—¡¿QUÉ HAS HECHO?!

Cayó al suelo, habiendo liberado su mano pero condenado su pie.

—¡NO ME HAGAS PARTE DE ÉL!

Escarbaba contra el suelo. Las piernas ya habían caído, y la máquina iba a por su parte inferior del cuerpo.

—¡NO PUEDES HACEME ESTO!

Sus manos resbalaban sobre el suelo.

Un último grito de agonía, y fue decapitada sin piedad. Su torso y sus manos sobresalían de las fauces de la máquina, pero su cabeza rodó al suelo.

Me acerqué, mirándola con cierta tristeza. Después de todo, no se lo merecía. La habían torturado de todas las formas posibles.

Y entonces…

Por debajo de los tablones se asomó una mano. De metal, con cinco largos dedos puntiagudos como agujas, conectados por bolas donde habría nudillos, se estiró con parsimonia para después cerrarse sobre la cabeza de Mommy.

Con la misma tranquilidad, la arrastró por debajo del hueco.

Yo me había pegado contra la pared, aterrorizada, pero la mano no hizo amago de querer hacerme algo. Simplemente volvió por donde había venido.

¿Qué era eso? Huggy Wuggy hasta era adorable en comparación.

Si quería huir de la fábrica, supe que debería enfrentarme a lo que fuera aquello.

Una cosa que había dicho Mommy antes de morir resonó en mi cabeza, haciéndome casi entrar en un ataque de pánico.

—¡NO ME HAGAS PARTE DE ÉL!

Poppy Playtime Chapter 2: Fly in a webDonde viven las historias. Descúbrelo ahora