Era bastante después de la medianoche cuando fue despertado por Taemin moviéndose a su lado, moviéndose inquieto en su sueño y gimiendo débilmente. Minho inmediatamente se puso de pie encendiendo la lámpara para poder ver la cara del chico. Estaba jodido por el dolor.
Sabía que algo iba a salir mal. ¡Él lo sabía!
Su sangre se convirtió en agua helada en sus venas. El pánico comenzó a latir erráticamente en su pecho mientras se inclinaba y apoyaba una palma sobre el regordete estómago del niño. —¿Tae? ¿Bebé? ¿Esta todo bien?
El chico gimió de incomodidad y la ansiedad de Minho aumentó mientras lo empujaba para despertarlo—. Taemin, ¿qué pasa?
Los ojos cafés somnolientos lo miraron con un dejo de ceño fruncido.
—Duele...
—¿Que duele?
De repente, Taemin se sonrojó y enterró su rostro en la almohada. Minho apenas podía oírlo mientras murmuraba—: Nada.
Minho tiró su almohada y Taemin lo miró cuando su cabeza cayó hacia atrás en la cama. Minho lo fulminó con la mirada—. Taemin, si algo duele, tienes que decírmelo. Ahora.
El sonrojo del chico se profundizó cuando hizo un gesto hacia sus pezones hinchados—.Dios... me duelen...
No tuvo que decirlo. De repente, Minho se dio cuenta de cuál era el problema; tenía los pechos hinchados y doloridos por la necesidad de extraerse leche. Él frunció el ceño. El médico había dicho que las relaciones sexuales cuidadosas y suaves con Taemin acostado de lado no era un problema, pero había prohibido expresamente a Minho que lo ordeñara. Dijo que la estimulación de los senos podría provocar una liberación de oxitocina que podría empujar a Taemin a un parto prematuro. El problema era que el flujo de leche de Taemin ya había comenzado y ahora quería salir. Además, la boca de Minho ya estaba salivando por otro sabor de esa dulce leche parecida a la miel. Pero ambos iban a tener que sufrir por el bien de los bebés.
Ignoró el anhelo y ayudó a Taemin a ponerse de lado de espaldas a él, con una almohada entre las rodillas para ayudar a sostener sus caderas, como le había recomendado el médico. Taemin también sufría de dolor lumbar. Minho comenzó a frotar suaves círculos calmantes en la suave piel de su espalda baja, amasando la carne a ambos lados de su columna con los pulgares. Taemin gimió de satisfacción. Minho sintió una abrumadora necesidad de explorar el cuerpo del chico, casi como si fuera la primera vez.Minho miró a Taemin con nuevos ojos, ansioso por ver y sentir los cambios que sus bebés habían estado haciendo durante todos los meses que no se dieron cuenta. Moldeando su caja torácica, Minho bajó las manos y las abrió justo debajo de los pechos del chico. Los amaba. Se veían tan blancos, llenos y suaves en contraste con sus propias manos angulosas. Se movió hacia abajo sobre su suave y redondeado vientre. Minho presionó con más firmeza contra el estómago de Taemin.
—Míos.
Taemin lo miró con los párpados caídos, la boca suave y los labios entreabiertos en una sonrisa soñolienta.
—Bastardo posesivo.
El hombre mayor le sonrió pero sus palabras fueron muy serias—. Será mejor que lo creas. Cualquiera que les ponga un dedo encima, lo mataré.
Taemin puso los ojos en blanco como si no le creyera. Eso estuvo bien, pero eso no hizo que las palabras fueran menos verdaderas. Nunca permitiría que nadie lastimara a su familia. Minho decidió enviar lejos su insolencia, deslizando sus caderas hacia adelante y empujando su polla hinchada entre las nalgas llenas y regordetas del chico. Eran más grandes y suaves que antes, dos grandes almohadas de carne fértil. Levantó el muslo de Taemin, separó las piernas y lo levantó para descansar sobre su propia pierna más musculosa. Minho quería meterse dentro de él, meterse en ese suave calor húmedo y hacer que su chico gimiera y jadeara y recordarle lo sexy que era, sin importar el peso.