Capítulo 3: Una aventura es más divertida si...

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Salí de mi aturdimiento unos minutos después. El Edu ya se había ido hace rato, y no nos quedaba mucho tiempo antes de que llegaran los pacos, o la tele, o los hinchas y quedara la zorra.

Me arreglé la cartera solo para sentirme un poco más digna y me apuré en buscar a la Rena. Bajé al subterráneo y la weona estaba métale comiéndose con el Charles, que era de los pocos futbolistas que todavía no se habían ido. Seguramente ni cuenta se había dado de que tenían que arrancar.

Agarré a la Rena de la mano y la separé del Cha Cha. 

- Weona, ¿qué te pasa? - me encaró enojada.

- Rena, weon, tenemos que rajar, después te explico - me apresuré en decir - y voh también, Charles, el Edu salió arrancando hace rato.

"Tan calladito que es Aránguiz", me dio ternura su reacción. Se quedó pensando unos segundos, musitó un "gracias" y se fue a buscar sus cosas.

Sin soltarle la mano, saqué a mi amiga de ahí al arrastre. El repiqueteo de nuestros tacones se hacía escuchar por toda la calle. Un radiopatrulla pasó rajado por el lado de nosotras, le apreté más la mano a la Rena para que no se pusiera nerviosa, teníamos que actuar normal, simplemente éramos dos señoritas abc1 volviendo de un cumpleaños pituco. 

...

Ya amanecía, y el sol comenzaba a teñir de naranjo el hermoso cielo de la ciudad de Valparaíso. Sentadas en la última fila de la micro, la cabeza de la Rena descansaba sobre mis piernas, se había quedado dormida pese a los sobresaltos propios de una micro sin amortiguación. Yo le hacía cariño en el pelo, orgullosa de lo que habíamos conseguido en una noche.

Sonreí. En estos momentos el Edu debe de estar durmiendo la resaca, y apenas despierte se encontrará con un chupón mío que le dejé en el cuello a modo de recordatorio. 

Las ojeras, las heridas en los pies, habernos quedado sin ni uno... Todo valió la pena.

La micro nos dejaba en el plano de Valpo, desde allí había que subir a pata. Desperté a mi amiga para bajarnos y, entre las dos, hicimos 500 pesos para comprarnos un café en un carrito. Bien cargado para revivir antes de irnos a clases.

Abrí el candado de la pensión y la Rena me ayudó sujetando la cadena para que las otras niñas no escucharan. De por sí yo ya tenía reputación de puta, pero no quería meter a la Rena en este juego.

Y es que no soy una puta, soy una dama de compañía, es distinto.

- ¡Mira lo que me regaló la Carmen Luz! - le conté a mi amiga apenas volví a la casa.

Nos encerramos en su pieza a conversar.

Saqué una bolsa de Victoria's Secret y le mostré lo que contenía.

- Pero son de vieja... - la Rena puso cara de asco.

- Pero los puedo cambiar, duh - me defendí.

- Tú no pierdes oportunidad de sacarle plata a esa señora - se rió.

Y es que era verdad. Dentro de los tantos trabajos que he tenido, una vez me contrataron para hacer clases particulares de inglés a la nieta de una familia muy cuica. Yo me puse mi mejor pinta y le caí bien a la familia, al punto de que la viejita me invitó a salir con ella de vez en cuando. 

Resulta que la señora tenía la cachá de plata, pero sus hijos andaban repartidos por el extranjero y sus nietos no estaban ni ahí con ella, así que la señora andaba buscando a alguien que la acompañara a comprar, a salir, a tomarse un café... Y siempre me regalaba weas po, no de mi gusto, pero weas caras al fin y al cabo.

Sin engancharse (Eduardo Vargas y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora