Uno

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Ingresó al bar y se encaminó directamente a la barra que estaba desierta. El lugar no estaba ni cerca de estar lleno, casi todas las personas que estaban ahí ocupaban las mesas en grupos o parejas.

—Hola Juampi.

Saludó con un choque de palmas al bartender que se le acercó con una sonrisa. Era habitué del local y ya los conocía a todos los que rotaban a diario detrás de la barra.

—¿Todo bien? ¿Noche larga? —Asintió con una sonrisa cansada.

—Odio tener que correr contra el reloj para hacer una entrega.

—Te preguntaría si te traigo lo de siempre pero cambias siempre el pedido. ¿Ya cenaste?

—Sí, sino no llegaba a esta hora sin morirme delante de la compu. —Rió.— Un brownie y el trago elegilo vos.

Él le guiñó un ojo y se alejó para hacer el pedido a la cocina y ponerse a hacer el cocktail en la otra punta de la barra. Ella se dedicó a observar a su alrededor. Le gustaba ese bar por su onda y siempre sonaba música de décadas pasadas. No estaba abarrotado de mesas como la mayoría de bares y cervecerías de moda y la atención era bastante personalizada, sobre todo si (como ella) ibas sola a la barra.

Le gustaba pasar tiempo en un bar, sin estar con el celular y sin la obligación de sostener una charla. Los bartenders de los bares que frecuentaba eran una compañía que apreciaba porque conversaba con ellos de a ratos, mientras ellos trabajaban. Con algunos, como el que la estaba atendiendo esa noche, ya había confianza como para saber cosas uno del otro pero con otros hablaba de cosas despersonalizadas. Juampi le apoyó delante un mojito con el brownie con helado de vainilla que había pedido y ella le invitó un shot. Cuando terminó su postre le avisó que no había terminado su trago para que no se lo lleve mientras se iba al pequeño patio interno para fumarse un pucho.

—¿Me prestás fuego?

Rebuscó en el bolsillo trasero de su jean el encendedor para pasarle al tipo que se le había acercado mientras daba una pitada. Él la estuvo observando hasta que se dedicó a encender su cigarrillo, momento que ella aprovechó para escanear a su acompañante. Tenía anillos en las dos manos y el pelo oscuro con reflejos caía lacio sobre sus hombros, ocultando parcialmente su cara por estar mirando hacia abajo concentrado. Iba vestido todo de negro, desde el jean, los borcegos y la campera arremangada a la mitad del antebrazo, donde se veía algún tatuaje.

Le devolvió el encendedor y soltó el humo de su primera pitada en dirección a ella, que soltó una pseudo risita corta cuando le vió la cara.

—¿Qué es lo gracioso? —Le preguntó cuando ella volvió a mirar al frente apoyada en la pared.

—Nada. —Desestimó con un gesto de la mano, aún sonriendo por el pensamiento que se le cruzó. A su prima de veinticinco le hubiera encantado encontrarse con ese pibe porque tenía toda la pinta de badboy que tanto le atraía.— ¿Qué haces con gorra a las dos y pico de la madrugada en un bar?

—Nada. —Le devolvió con la misma moneda. Ella giró el rostro para mirarlo y rodó los ojos dándole otra pitada al pucho al mismo tiempo que él.— ¿Mal de amores?

—¿La única razón para que una mina venga sola a un bar a tomar un trago es que está mal de amores? Si así de básico es tu pensamiento no tenés ni chance de cogerme si te acercaste para eso.

Él levantó las manos en ademán defensivo sonriendo ligeramente.

—Sólo me dio curiosidad que entraras sola tan tarde un martes.

—No podría irme a dormir directamente después de trabajar, sería deprimente.

—¿Trabajas de noche?

—Hago home office freelance y soy noctámbula, debe ser una condena por el nombre que me eligieron mis viejos. —Dijo y descubrió que su risa literalmente sonaba como un ja ja ja enhebrado en una cierta melodía.— ¿Y vos? Es medio patético estar solo en un bar en una mesa en vez de en la barra.

—Vine con amigos pero se fueron hace rato porque laburan temprano mañana.

—¿Vos no? —Él negó con la cabeza.— ¿Puedo preguntar por qué te quedaste?

—Porque sufro de insomnio y para no dormir en mi casa preferí quedarme acá un rato más.

—Entonces qué suerte para vos que no laburás temprano. —Dió su última calada al pucho y lo descartó en el cenicero.— Bueno, que te sea leve el insomnio. Chau...

—Pato. —Completó él, consciente de que ella esperaba su nombre.— ¿El tuyo? —En lugar de responderle señaló hacia arriba, donde una esfera blanca se destacaba en el cielo oscuro.— Luna.

Le sonrió mientras caminaba de espalda los tres pasos que la separaban de la puerta. Él la miraba con su cigarrillo entre los labios, manteniendo la posición canchera que era obvio que le era innata.

—¿Te conozco?

—Quizás. —Le respondió con una media sonrisa, encantado con que ella no lo hubiera reconocido.

—Sos misterioso morocho eh, ya te voy a sacar la ficha.

Se despidió con un guiño de ojo y volvió a su sitio en la barra para terminar su trago. El lugar estaba casi vacío, sólo quedaba una pareja además de ella y el chico en el patio. A los pocos minutos lo vió salir del lugar. Pagó con la tarjeta su consumición y se despidió de los bartenders con un choque de puños antes de irse ella también.


No sé si hay alguien leyendo esta pequeña novela, pero si lo hay bienvenidx, espero que te guste ☺️.
Los comentarios y votos se agradecen jaja

Por mil noches (Pato Sardelli)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora