Cuatro

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Patricio entró al lugar palermitano como una hora después de la hora en que habían acordado con sus amigos, que no se sorprendieron de eso porque estaban acostumbrados a su impuntualidad. Cuando eran planes relajados y sociales, él mismo se relajaba ya que con todo lo que tiene que ver con su profesión era responsable. Era un bar que en la terraza se armaba boliche con música cachengue, lo cual convertía al lugar en uno que no tenía mucho que ver con él pero intentó ponerle onda a la noche.

Después de cenar unas pizzas y tomar un par de cervezas, la mayoría de sus amigos subieron para encontrar un poco de joda. Se había quedado hablando en la mesa con uno de sus amigos cuando la moza que los estaba atendiendo se le acercó y le dejó un vaso de fernet con coca y hielo delante suyo.

—Yo no lo pedí. —Le dijo con una mueca de confusión.

—Te lo manda una chica. —Respondió dándole también un papel mal doblado antes de irse apurada para seguir atendiendo a la gente.

Mientras Federico se burlaba de él y su fama, desdobló la nota:

¿Me estás siguiendo, morocho? El trago es una devolución de gentilezas, que lo disfrutes.

No había ningún nombre pero sí un dibujito en el margen inferior derecho de ese pedacito de hoja arrancado de un anotador. Ese símbolo dibujado como firma y las palabras escritas con una caligrafía rápida y desprolija eran suficiente para saber quién se lo había mandado.

Luna estaba con un grupo de amigos en el piso de arriba bailando después de haber tomado algo y cenado en otro bar. En un momento, cerca de las dos y media de la mañana, bajó para ir al baño y notó que en una mesa de pibes que había visto al entrar ahora se había sumado uno más. Antes de subir de regreso decidió garabatear una nota, acercarse a la barra y comprarle un trago. Se quedó en la escalera observando el momento en que Patricio -que había quedado casi solo- recibió su envío y en cuanto lo vio leyendo el papelito desapareció en el piso de arriba.

—¿Vamos arriba? —Le propuso a Federico poniéndose de pie después de haber mirado todos los rostros que se encontraban alrededor suyo y no verla a ella.

—Ah pero lo mucho que querés encontrar a esa piba. —Volvió a burlarse imitando su acción, él sólo se había quedado en la mesa para hacerle compañía.

—Callate, salame.

Subieron las escaleras y se mezclaron con el resto de gente en la pista hasta encontrarse con sus amigos. Él llevaba el vaso de fernet en la mano y tomó un sorbo mientras la buscaba. No era un lugar muy grande, pero tampoco era lo suficientemente chico como para poder ver a todas las personas desde su posición. Su grupito estaba charlando en un costadito de donde la mayoría bailaba, así que decidió separarse de ellos.

Caminó regalando medias sonrisas y negaciones a las invitaciones a bailar que le hacían algunas chicas hasta que la vio. Tenía puesto un jean clarito, un top rojo, botas negras con taco y una campera de cuero negra. Llevaba el pelo recogido en una colita prolija y con maquillaje había rasgado sus ojos y resaltado su boca con labial rojo. A la distancia se la veía divertida bailando con un chico, por la forma en que se miraban y reían Pato no pudo deducir si eran amigos o algo más. Eso no lo detuvo para ir hacia ellos, que al notar su cercanía frenaron el baile. Luna lo miró con una sonrisa y el chico, después de escanearlo de pies a cabeza, le sonrió amistoso.

—Si no te comes a ese potro, podés dejar de considerarte mi amiga. —Le susurró pícaro al oído antes de irse mientras ella se reía.

El morocho se terminó de acercar mirándola con una sonrisa genuina, mostrando los dientes. Con la mano que tenía libre la tomó de la cintura y plantó un beso en su mejilla, muy cerquita de la comisura de los labios.

—Decí que tengo la referencia de que sos famoso, sino pensaría que de verdad me estás siguiendo y me daría miedo. —Dijo ella entre risas, que él replicó.— Por suerte esta vez estoy arreglada y no soy el cachivache que te encontraste las otras veces.

—Sos una bomba de las dos maneras. —Aseguró haciéndola dar una vuelta.

Luna no le liberó la mano que él le había tomado para no darle la chance de negarse al baile. Transcurrieron así un par de canciones, haciéndose comentarios graciosos o seductores al oído y ella robándole algún que otro trago del fernet.

Cuando sonaron los primeros acordes de "Cae el sol" en su reversión cumbiera Patricio se tensó. Sabía que muchas miradas estaban sobre él, siempre le dió timidez cuando pasaban sus canciones en fiestas -sean las originales o los covers- porque aún después de tantos años no sabía cómo reaccionar. Luna le soltó la mano y tomó su rostro para obligarlo a mirarla. Le sonrió agradecido por rescatarlo de ese pequeño trance y siguió bailando con ella, ignorando la sensación de sentirse observado.

—¿Me acompañas a fumar un pucho? —Le pidió Luna acercándose más para hablarle al oído por la música alta.

Bajaron por la escalera y Pato le abrió la puerta del bar para que pase primero. Caminaron unos metros para alejarse del bullicio del lugar. Luna se apoyó contra la pared fingiendo buscar el cigarrillo dentro de su cartera en tanto él se acomodaba frente a ella, con la mano en la pared al costado de su cabeza. Por los tacos le sacaba un par de centímetros de altura. Luna levantó la mirada con una sonrisa coqueta y se agarró de las solapas de la campera de él para atraerlo más hacia ella.

—Lo bueno que estás, morocho.

Terminó con la distancia que los separaba empezando un beso que Patricio correspondió. Después de unos segundos dió el paso que le faltaba para terminar de acorralarla contra la pared y pegó su cuerpo al de ella, que le rodeó el cuello con los brazos. Las lenguas se hicieron presente en la boca del otro, las manos de él le acariciaban la piel de la cintura en el espacio entre el jean y el borde del top. Ella tenía los dedos enredados en el pelo de él, sosteniendo su cabeza para que no deje de besarla. Pato capturó con los dientes el labio inferior de ella y tiró suavemente arrancándole un gemido sobre sus labios mientras con un brazo la mantenía pegada a él y le apoyaba la otra mano en la cola.

Por mil noches (Pato Sardelli)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora