Cinco

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—¿Vamos? —Le preguntó Luna después de una serie de besos que le aceleraron la circulación de la sangre y la respiración.

Él asintió y le dió otro beso más suave antes de empezar a caminar las trece cuadras que los separaban del departamento de ella. En ese momento sí sacó sus cigarrillos y, al igual que lo hizo la vez anterior, le ofreció uno a él. Y otra vez se lo rechazó.

—¿No fumás?

—¿Pucho? No. —Ella rió porque era obvio que porro sí, igual lo miró levantando una ceja mientras daba su primera calada.

—Te conocí fumando.

—Uno de mis amigos se había olvidado sus puchos en la mesa y quería una excusa para acercarme a vos. —Luna soltó una carcajada, se sintió halagada por esa confesión.— Me cuido con el tabaco pero para algún videoclip o si se da en el momento lo hago.

—¿Te la baja la gente que fuma?

—Nah, que cada uno haga lo que quiera. ¿Vos fumás hace mucho?

—Empecé hace doce años porque estaba en la mierda, enojada con el mundo y también por hacerme un poco la rebelde en mi casa.

—¿Eras la niña perfecta? —Le preguntó curioso.

—Ponele. Sólo me importaba la danza así que el colegio lo aprobé con lo justo y hasta ese momento casi no tomé alcohol ni probé ninguna sustancia.

Estaba sorprendido. Él creía que Luna era parecida a él, que rompía las reglas y vivía en la suya desde siempre, esa era la imagen que tenía de ella. Lo intrigaba cómo esa nena se transformó en la mujer que iba sola a la barra de los bares.

—¿Qué pasó?

—Desde chiquita hice danza contemporánea y en la adolescencia empecé a incorporarle la parte acrobática. —Dió otra calada al cigarrillo antes de continuar contándole con la mirada fija en sus botas. Toda su actitud se había vuelto sombría.— Cuando tenía 20 en uno de los últimos ensayos antes de la muestra de fin de año me rompí el tendón de aquiles haciendo una secuencia complicada, tuve cirugía y meses de kinesiología. Nunca me planteé una vida sin que el baile fuera el eje central y entré en una.

—Si yo no pudiera tocar más la guitarra creo que me suicidaría, así que te entiendo. ¿No volviste a bailar?

—Cuando no tengo tanto trabajo voy a tomar algunas clases pero por hobbie y la mayoría de mis mejores amigos son con los que bailaba en el estudio así que cuando salgo con ellos es inevitable.

—¿Como hoy cuando te encontré? —Ella sonrió.— Estabas rompiendo la pista con el guacho y ahora se explica el buen culo que tenés.

Luna soltó una risa y le guiñó un ojo, agradecida del cambio de tono de la charla. Dió una última pitada al pucho, lo tiró al tacho de basura que estaba en la esquina y al levantar la mirada vio que del otro lado de la calle había un grupo de fisuras que se notaba que no estaban en sus cabales. Por su costumbre de ir a tomar algo a la medianoche solía caminar sola por esas calles, siempre iba atenta para cambiar el recorrido y evitar esas situaciones. Debido a que estaba perdida en lo que estaba contando, cuando se percató ya era tarde para evitarlos. Inconscientemente se acercó más a Pato porque -le guste o no- estar con un chabón la hacía sentirse menos vulnerable en esa situación. Él comprendió su movimiento cuando escuchó los silbidos y guarradas que le estaban diciendo. Le rodeó los hombros para pegarla completamente a su costado, la besó justo en el momento en que pasaban por al lado de ellos y se volteó para mirarlos con su peor cara de culo.

—Sos lindo sonriendo pero esa cara de malo te hace demasiado sexy, morocho.

En el departamento los recibió Gin paseándose entre las piernas de ambos, lo cual sorprendió a Luna porque su gata no era sociable con gente que no conocía. Mientras dejaba la cartera y su campera en el respaldo del sillón, se disculpó por el desorden de su hogar, que no eran más que un par de vasos en la mesa del living y en la mesada de la cocina, y le ofreció algo para tomar o comer. Patricio se negó tomándola de la cintura para acercarla a él y murmurar que la quería comer a ella.

Se acercó a su boca pero no la besó, jugaron a tentarse el uno al otro rozándose los labios hasta que colisionaron en un beso apasionado con manos cada vez más atrevidas vagando por el cuerpo del otro. La castaña le sacó la campera y él se estremeció al sentir las manos frías de ella en la piel de su espalda. Se sentó en el sillón con ella a horcajadas, bajó con sus besos a su cuello y terminó de desnudarle el torso al que sólo cubría el top rojo. No tenía unos pechos exuberantes, era más bien estilizada en esa parte de su cuerpo y eso le gustaba porque lo compensaba con su parte de atrás. Luna estaba disfrutando las caricias que él le propiciaba y las cosquillitas que le provocaba el vello facial de Patricio rozándole la piel por donde él iba pasando sus labios. Los movimientos sutiles que ella hacía sobre él lo estaban volviendo loco pero más lo enloquecía escuchar los jadeos de ella y la forma en que se aferraba a su espalda y le sobaba la nuca.

—¿La destreza en las manos la tenés solo para tocar la guitarra? —La miró acusador, divertido.— Miré videos tuyos tocando.— Admitió sin vergüenza.

Pato soltó una risita y volvió a mirarla seductoramente.— ¿Me estás toreando?

El resto de las prendas fueron desapareciendo en el camino a la cama. Recorrieron el cuerpo del otro con las manos, la habitación se llenó de jadeos y gemidos de ambas partes cuando cada uno alcanzó su clímax sólo tocándose el uno al otro.

Se quedaron acostados recuperando el aliento en medio de una conversación trivial hasta que ella le reconoció que sus dedos no sólo hacían maravillas en una guitarra, lo cual derivó en otra ronda de estimulación mutua y -después de ponerse el forro- él se acomodó arriba suyo para introducirse en ella. No fue suave ni amoroso, dejaron salir su parte animal hasta que se derrumbó sobre ella cuando la fuerza lo abandonó al alcanzar el orgasmo. Luna se quedó acariciándole la cabeza, había algo del pelo de él que la atraía. Quizás fuera su suavidad o que oliera tan bien, o tal vez era simplemente que le gustaba que siempre, estuviera peinado de la forma que sea, hacía todas sus facciones atractivas. Y eso que a ella nunca le gustaron los pelilargos.

Lo único que se escuchaba en todo el departamento eran sus respiraciones acompasándose. Estaban relajados, un poco abstraídos de la situación y de sí mismos. El silencio no era incómodo, pero Luna se empezó a sentir ansiosa. No era común en ella acostarse con un casi desconocido. No sabía si debía ofrecerle quedarse a dormir, dar por hecho que se tenía que ir o simplemente acomodarse para dormir con él.

Patricio se incorporó y comenzó a vestirse. Ella lo imitó cubriéndose con la bata que usaba cuando se levantaba, sin hacer ningún comentario. Se sentía un poco usada ante el silencio de él, ¿se había acostado con ella como si fuera descartable? Lo siguió hasta el living donde lo vio vestirse con su remera y campera. En un costado estaba Gin durmiendo acurrucada en su camita, ajena a lo que sucedía a su alrededor.

—¿Nos vemos mañana? —La pregunta no la tomó tan de sorpresa como el tono y la sonrisa con la que la estaba mirando.— ¿Qué pasa?

—Pensé que esto había sido todo. —Confesó con una risita.

Pato se acercó y la tomó del rostro para acariciarle las mejillas con los pulgares.

—Quiero volver a verte y habíamos dicho de mañana, ¿no querés? —Asintió sonriendo.— ¿Querés ir a mi casa, que venga o preferís que salgamos a algún lado?

—Lo que vos quieras, morocho.

—Entonces si no te molesta ir hasta Don Torcuato, te espero en mi casa para cenar. ¿Hay algo que no comas?

—¿Vas a cocinar? —Se burló, incrédula.

—Qué poca fé que me tenés. —Rió.— ¿Hay algo que no comas? —Repitió.

—Soy vegana y celíaca. —Todas las facciones de él se volvieron serias hasta que ella explotó en una carcajada.— Es joda, lo único que no me gusta son los rabanitos, las arvejas, las alcaparras y soy alérgica a la canela.

—Anotado, te voy a sorprender. —Guiñó un ojo canchero.— Bueno, me tengo que ir.

—¿No te querés quedar? —Le ofreció.— Es largo el viaje hasta allá.

—Mañana tengo ensayo y no pensaba quedarme hasta tan tarde en capital. Pero lo de mañana es una cita, bombón.

Lo acompañó en el ascensor para abrirle la puerta de la calle y Luna se acercó para saludarlo con un beso en la mejilla.

—Acabamos de coger, bombón, saludame bien. —Le recriminó antes de devorarle los labios e irse.

Por mil noches (Pato Sardelli)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora