Trece

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Cuando al mini escenario del lugar se subió una banda que empezó a hacer covers de canciones melódicas en versión cumbia, salió del salón con la excusa de tomar aire porque hacía calor. No le sorprendió verla a ella ahí fumando un pucho, de nuevo acompañada por la misma rubia de antes y otro chico. Lo que sí lo sorprendió fue notar que algo la mantenía tensa. Él no había develado su presencia y ella parecía muy enfrascada en la conversación que estaba teniendo, pero igualmente giró la cara y lo divisó a un par de metros de distancia. Los otros dos rostros también se movieron en su dirección para ver a quién le estaba sonriendo. Se acercó a ellos y a Luna le excitó la seguridad con la que lo hizo.

—Ellos son Vera y Blas, mis hermanos. —Los presentó.— Y él es Pato.

No mencionó qué vínculo que los unía y sus hermanos tampoco preguntaron, hacía un tiempo ya habían entendido que ella era así y no daba explicaciones de nada, contaba las cosas cuando quería. Hablaron un rato, luego los dejaron solos. Vera le hizo un gesto de aprobación que a ninguno de los dos le pasó desapercibido, no necesitaba que le dijeran nada para darse cuenta de la energía sexual y la complicidad con la que se miraban.

—¿Estaban discutiendo?

—Una boludez. —Dijo desestimando la cuestión y tirando el cigarrillo consumido.— ¿Qué pasó que saliste?

—Hay una banda de covers en cumbia tocando. —Ella soltó una carcajada por su tono desaprobatorio.— Lograste sacar a bailar a Guido.

—Tenías razón. —Pato enarcó una ceja.— Es un poco de madera tu hermano.

Se contemplaron en silencio después de esa risa.

—Si no voy al baño me meo encima.

Salió caminando con pasos rápidos y elegantes que se acentuaron por los tacos. Él rió por lo bajo, disfrutando de la confianza que había entre ellos como para hacer ese tipo de comentarios. Disfrutó la visión del cuerpo de ella, el vestido le acentuaba las curvas y no veía la hora de sacárselo. Volvió al salón cuando vio salir a la banda, se encontró con que había empezado la tanda de cuarteto como para no bajar la energía que había quedado y su mirada rápidamente se posó en su chica, que bailaba agarrada de la mano con un hombre, luego con su hermana y después con otra mujer. La letra de una de sus canciones se le coló en la mente y nunca la frase "me gusta ver cuando bailas, me gusta ver cuando pensas en nada más" le hizo más sentido que en ese momento.

—La vas a ojear. —Rió Guido parado al lado suyo.

—Me encanta, boludo.

Se acercó para bailar con ella cuando sonó Amor clasificado de Rodrigo y se dejó guiar. No le importaba si sus hermanos se burlaban más tarde o si algún otro miembro de su familia le hacía alguna pregunta, estaba disfrutando de ese momento.

—Qué lástima que no te hayas puesto corbata porque nos habríamos divertido bastante cuando nos vayamos. —Le susurró al oído sin dejar de bailar, dando por hecho que se iban juntos.

Se alejó unos centímetros para encontrar sus ojos oscurecidos. Luna se quedaba de espaldas a él, pegados, más segundos de lo necesario en el baile. A lo largo de toda la noche se comportaron como amigos, sin esconder que se conocían pero sin hacer ningún tipo de contacto físico que evidencie el nivel de conocimiento que tenían del otro. Excepto en ese momento. Estaban en su propio mundo de miradas y toqueteos discretos.

Subieron las luces y empezó la mesa dulce. La acompañó a buscar comida y fueron a los livings exteriores donde fue la recepción, que ya a esa altura estaban un poco desordenados.

—¡Boludo! —Exclamó de pronto como si acabara de recordar algo. Todavía tenía un bocado de brownie con dulce de leche en la boca, rió por su propio atropello y tragó.— Tuve la reunión.

Pato abrió los ojos esperando que le cuente cómo le había ido mientras le robaba un pedazo de la porción de lemon pie que también tenía en el plato. El jueves cuando se vieron le contó que al día siguiente tenía una videollamada para que le definan si la habían elegido o no para un trabajo que la tenía nerviosa.

—Es mío.

—¡Muy bien, bombón! —La felicitó y levantó una mano, que ella chocó de inmediato con evidente alegría.— Hubiesen sido unos idiotas si no te elegían.

Sonrió y estuvo a punto de besarlo por la ternura que le generó que dijera eso, era su forma de decirle que él la elegía. En esos meses que venían compartiendo habían aprendido a entenderse con miradas, silencios y gestos. Casi siempre comprendían lo que el otro ocultaba tras frases en apariencia inocentes. Si no lo besó fue porque Lucía se dejó caer al lado de ella en el sillón y Gastón se sentó en el otro puff.

—¿Qué festejan? —Preguntó él mientras su novia rodaba los ojos ante el sabor del cheesecake que acababa de probar.

—Que a Luna la contrataron para hacer la actualización de una aplicación.

—¿De cuál?

—Goodreads, no sé si la conoc...

—¿En serio? —La interrumpió Lule.— Al fin se dieron cuenta que la app funciona pésimo.

—¡¿Vos viste?! Cuando me postulé para hacerlo fue porque como usuario estaba harta de que sea tan chota. O sea, como trabajo no es la gran cosa ni en el pago ni en el reconocimiento pero me daba bronca que funcione tan mal cuando la página es tan buena y útil.

Gastón y ella se embarcaron en una conversación de tecnicismos informáticos en la que los otros dos quedaron prácticamente afuera.

El carnaval carioca había reunido en la pista a todos los invitados con gorras, collares, pulseras fluorescentes y demás artículos de cotillón. Los recién casados destacaban por sus sombreros estilo cowboy. Bailaban, gritaban y saltaban mezclándose entre todos, ya no se diferenciaban grupitos como en las tandas anteriores. Si bien había muchas personas de la misma edad de ellos que estaban deconstruidos, era inevitable que se sumaran a corear las canciones un poco machirulas de Los Auténticos Decadentes y demás clásicos. Hicieron pogo con el rock nacional que pinchó el dj y siguieron bailando entre todos.

Luna y Pato se perdieron el final de la fiesta porque se fueron juntos aprovechando ese quilombo para pasar desapercibidos.

Por mil noches (Pato Sardelli)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora