Dieciocho

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El primero en despertarse al mediodía fue Pato. Fue al baño y volvió a la cama, amoldó el cuerpo para pegarse a la espalda de Luna que dormía de costado en posición fetal. Hundió el rostro en su cuello para aspirar el olor de su piel y no se resistió a dejarle un par de besos que la hicieron removerse hasta despertarse. Agarró el brazo de él que le rodeaba la cintura para ajustar el abrazo y dejarse contener por su cuerpo. Sintió en la parte baja de su espalda como se iba excitando él ante el contacto y los arrumacos. Metió una mano por el escote de la remera para tocarle los pechos y la otra la usó para excitarla aprovechando que había dormido sin ropa interior. Tras una serie de movimientos certeros se giró y se subió a horcajadas de él, que se sentó y le sacó la remera para deleitarse con su desnudez. Cuando ninguno de los dos soportaba más la tensión Pato se sacó el bóxer y se puso el preservativo antes de que ella vuelva a sentarse sobre su pelvis, sólo que esta vez con él dentro suyo. Lo hicieron tranquilos, suavemente, disfrutando cada momento, sin apuro. Se besaban pero más que nada en el cuello para evitar el aliento matutino, se sostuvieron la mirada y así consiguieron terminar juntos.

—¿Sabés qué es lo que más me gusta de esto que tenemos?

Estaba acostada en su pecho, cómoda entre los brazos de él y con las piernas entrelazadas. Sus respiraciones se habían acompasado y seguían desnudos. Pato murmuró para darle a entender que la estaba escuchando.

—Que cuando estoy con vos siento que está todo bien, me siento libre.

—¿Con los otros no?

Se incorporó a medias para poder verle la cara durante esa conversación.

—¿Por qué siempre haces ese tipo de preguntas? ¿Te importa si me cojo a otros?

—¿A vos no te jode si me cojo a otras?

—Si me jode o no es un problema mío porque si vos te querés coger a otras lo vas a hacer. Te dije que me gusta lo nuestro porque me siento libre, ¿vos no?

—También.

—Y bueno, lo que te debería importar es que en esta libertad yo estoy eligiendo estar con vos.

—Y yo con vos, hace rato que no tengo ganas de estar con alguien más. —Luna le dio un beso en los labios y volvió a acomodarse en su pecho.— ¿Entonces te estás cogiendo a otros además de a mí o no?

La carcajada de ella resonó en toda la habitación.

—Creo que el sexo es algo demasiado mundano y coger sólo por coger me aburre, además los hombres están cada vez más pelotudos y me da paja fumármelos. Así que no, últimamente mi vida sexual está activa con vos y mis vibradores.

—¿Tenés juguetes? ¿Cómo puede ser que nunca los usamos juntos?

—Porque vos me calentas —dijo subiéndose encima suyo— y no necesitas nada más que tus recursos para hacerme acabar, pero cuando quieras.

Sus cuerpos se volvieron a unir después de que él girara para quedar arriba y tomar el control, pero esta vez no fue tan suavemente como la anterior. Después de esa conversación se entregaron al otro con más pasión porque sin decirlo de manera explícita establecieron que estaban juntos, sin necesidad de títulos ni reglas ni complicaciones. Coincidían en que definir el vínculo, era limitarse. Sólo eran ellos, su libertad, sus ganas y sus elecciones.

A diferencia del dueño de casa, Luna no volvió a dormir. Se desembarazó del brazo de él que la mantenía pegada a su cuerpo, se higienizó en el baño y bajó para dejarlo descansar tranquilo porque se imaginaba el cansancio que debía tener. Revisó la heladera y las alacenas porque en algún momento algo tenían que comer, como no encontró nada que le sirva para lo que quería preparar le robó las llaves y salió con rumbo al mercado chino que había a tres cuadras.

Al regresar se sacó los borcegos y el short para quedarse con la remera de la banda que le quedaba oversize y en tanga porque era domingo y sólo quería estar cómoda. Conectó su celular a uno de los parlantes que llevó del living a la cocina, eligió una playlist que había armado con música chill y se puso manos a la obra. Eran las tres de la tarde cuando Pato bajó en bóxer y la encontró dando vuelta una tortilla de papas. Bailaba en su lugar mientras custodiaba que no se queme, él la miraba con una sonrisita.

—¿Acaso morí y este es el paraíso?

Al escucharlo giró la cabeza para mirarlo y sonreírle. No tenía cara de dormido, por lo que asumió que al despertarse se había quedado un rato en la cama con el celular. La abrazó por la espalda y Luna se dejó caer contra su cuerpo, obligándolo a moverse con ella al ritmo de la canción de Cruzando el charco que estaba sonando. Sin cambiar la posición estiró el cuello para encontrar sus ojos y cantó en voz baja la frase que más la interpelaba del tema: "porque no dudo que lo nuestro tiene magia, que la pasamos bien y no sólo en la cama, que nuestras tardes, noches y madrugadas están repletas de sonrisas y tentadas". Pato la besó en respuesta pero cuando iba a profundizar el beso ella se separó.

—¡La tortilla! —Exclamó y cortó el contacto para sacarla del fuego antes que se seque.— Te iba a ir a buscar cuando estuviera todo listo. —Le dijo mientras pasaba la tortilla a un plato.

—¿Qué hago?

—Si tenés ganas prepará el café.

Ubicó la tortilla en la mesa junto con los vasos de jugo de naranja exprimido, las tostadas con palta y semillas, un bowl con frutas cortadas, pancitos y algunas fetas de queso y jamón crudo.

—No estoy seguro de que hubiera todo esto en casa, ¿de dónde lo sacaste?

—Fui a comprar, corazón. —Explicó obvia y se sentó a esperarlo para desayunar, almorzar y por el horario probablemente hasta merendar en ese mismo momento.

Por mil noches (Pato Sardelli)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora