Capítulo 5

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Samantha Méndez

Mi cara empezaba a sentirse entumecida de tanto tiempo en el que estuvo pegada a la mesa de mi lugar, normalmente no estaría en esta posición si no fuera porque el tonto de Félix no me estuviera ignorando, suspiré mientras sentía que cada vez tenía más sueño, realmente no había podido dormir muy bien desde el día en que Camilo y yo nos besamos, opté por no ir al parque otra vez en todo el fin de semana y simplemente dejarlo pasar; pero por más que quería olvidarlo no podía, sus carnosos labios siempre los sentía sobre los míos como si la memoria muscular de mis labios recordara a la perfección el como se sentía, me estaba volviendo adicta a esa sensación, e inconscientemente, me ponía a recordar ese beso se me salía una sonrisa y mis pies se movían con felicidad. Aunque en realidad no entendía el como es que yo ya me había besado con alguien a quien apenas si conocía, pero no había podido hacer nada con el tipo que supuestamente me gustaba, di un suspiro mientras escuchaba como es que los demás alumnos empezaban a llegar al salón y sentarse en los lugares que habitualmente usaban para esta clase, sentí como es que alguien se sentó a un lado mío -hola- escuché la voz de la persona que se había sentado junto a mí con anterioridad inmediatamente reconociéndola <<hablando del rey de roma>> , levante mi cara que sentía enrojecer por tanto tiempo que se había pasado sobre la mesa y lo miré, él me sonrió con un poco de nervios.

-hola- respondí con desdén mientras él hacía una mueca por la forma en la que le contesté, mi cara vio al frente en cuanto el profesor entró al aula y aparenté prestar atención a lo que decía cuando en realidad estaba muy nerviosa, deseaba que la clase pasara rápido, porque no me sentía preparada para que habláramos a pesar de haber estar deseando que me dirigiera la palabra desde hace una semana, aunque para mi mala suerte el profesor salió dejando sola su clase, e inmediatamente como si de una selva todos hablaron haciendo ruido y hablando de aquí para allá.

-oye- Félix pareció no perder el tiempo y empezó a hablarme, yo volteé a verlo y mi mirada pareció intimidarlo un poco pero continuó -yo quería...-paro por un momento y yo levante una ceja esperando que continuara – más bien, quiero disculparme contigo- tomó un respiro y continuó -lamento haberte ignorado durante tanto tiempo, es que me sentía tan avergonzado de haberte interrumpido a ti y a tu pareja, espero no haber causado ningún problema entre ustedes- mis ojos se abrieron más de lo normal y no pude evitar soltar una carcajada después de haber oído lo más tonto de mi vida, Félix me miró extrañado y yo tomé un respiro después de reír tan fuerte.

-sería asqueroso que ese con quien me viste fuera mi pareja- lo miré con una sonrisa y él pareció extrañarse más.

-¿por qué?, es un chico guapo, ¿qué no?- negué con mi cabeza con una sonrisa.

-ese chico es mi hermano mayor- aclaré y el rostro de Félix enrojeció lleno de vergüenza mientras yo soltaba otra carcajada algo ruidosa, lo que hizo que las personas más cercanas a nosotros nos miraran, eso me causo incomodidad así que de inmediato apague mi risa y me aclare la garganta para luego volver a mirar a mi amigo que aún seguía avergonzado.

-lo siento mucho- me miró con ojos de borrego a medio morir y yo solo le sonreí.

-no te preocupes, no sabías que era mi hermano, es más, ni sabías de la existencia de un hermano en mi vida- ahora la avergonzada era yo -además no me dejaste explicar nada, ¡te fuiste corriendo! -dije mientras hacía un mohín.

-eso es porque pensé que interrumpía algo-dijo en forma de reproche.

-bueno, no importa- le sonreí- pero no vuelvas a salir corriendo así-le miré divertida, él soltó una risa.

-lo prometo-dijo mientras hacía una x en donde su corazón se encontraba, los dos reímos bajo ante lo que hizo -oye, estaba pensando en si salíamos el viernes en la noche, no sé, a un bar o algo así-me sonrió y yo asentí ante su propuesta -bien, ahora- paro para ver lo que hacían las personas a nuestro alrededor -¿se supone que teníamos algo que hacer?- yo volteé a ver lo que hacían nuestros compañeros de clase y observe como es que entre las pláticas de los grupitos formados unos hacían algo en sus libretas, maldije por lo bajo por no haber puesto atención a lo que decía el profesor.

Piel canelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora