Otoño

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El tiempo de otoño había llegado, era una de las épocas favoritas de Gon. El naranja que siempre solía contrastar con sus brillantes ojos. El clima frío, el viento que mecía su cabello de un lado a otro siempre causaba gracia en Killua.

Gon amaba el otoño, pero Killua lo odiaba.

Abrió los párpados mirando al techo buscando orientarse, sus azules ojos se veían irritados, no había podido dormir toda la noche. Ese sueño otra vez.

Se levantó por fin, estirándose de lado a lado, a paso lento caminó hacia la cocina, y entonces recordó.

—¡Kon!— el pequeño perrito se encontraba a sus pies dando vueltas con mucho entusiasmo. Killua sonrió, era como ver a un Gon en versión canina. Acarició a su mascota un par de veces y comentó: —¡Hoy iremos a visitar a Gon!— como si supiera de lo que hablaba, Kon dió saltos de alegría, amaba visitar al Freecss.

Ambos desayunaron, Killua se aseó y finalmente salieron rumbo a su destino de ese día.

Killua odiaba el otoño, las hojas en el suelo eran más cosas para limpiar, no importaba cuántas veces ya las hubiera quitado y tirado, nuevas hojas volvían a caer.

Killua odiaba el otoño, porque era la época en que los árboles marchitaban.

Caminó a paso lento, Kon a su lado meneaba la cola, saludaban de vez en cuando a sus conocidos. Isla Ballena era un pueblo bastante pequeño, era normal que todos se conocieran.

Aún así, Gon se encontraba al otro extremo del pueblo, en medio de un frondoso bosque donde más árboles debían estar coloreados de naranja.

En sus manos llevaba un ramo de crisantemos blancos y frescos.

Killua odiaba el otoño, porque las flores morían debido al clima.

Se encontraba a pocos metros de su destino, fuera del lugar se encontró a Mito, la tía de Gon. Se acercó inmediatamente a saludar.

—¡Killua! Ha pasado un tiempo— tomó sus mejillas y las estiró, tal como cuando era un niño —¡mira que grande y fuerte estás!—.

—Buenos días Mito-san— saludó con una sonrisa amable, su perro ya se encontraba dando vueltas al rededor de la mujer Freecss.

—¿Vienes a ver a Gon?— el albino asintió, la mujer miró su cuello descubierto y lo miró con desaprobación, ¿a caso no le hacía frío? —Antes de que digas algo, está bien, yo estoy de ida, pero si pasas un largo periodo de tiempo en el frío podrías resfriarte— Mito siempre se comportó como su madre a pesar de que ya no se veían muy seguido.

—Gracias— respondió mirando la larga bufanda colocada con esmero en su cuello, Killua ahora era más alto que la pelinaranja por lo que se le dificultó bastante colocarle la prenda.

Ambos finalmente llegaron a su destino, Kon corrió hacia el lugar donde se encontraba Gon.

Killua odiaba el otoño, porque esa fue la época en que su luz dejó de brillar.

Killua odiaba el otoño, porque le arrebató la posibilidad de vivir más primaveras junto a ese rayo de sol.

—Hola, Gon— se sentó frente a la fría lápida con la inscripción de "Gon Freecss", dejó a su lado el ramo de flores y miró en silencio el último vestigio de la existencia de su mejor amigo.

Kon se recostó a su lado guardando respeto a quien fue antes su anterior amo, ese niño que lo rescató al perder a su madre bajo el ataque de unos cazadores.

Killua odiaba el otoño, porque Gon ya no podía sonreír más, no podría sorprenderse al mirar una flor abrirse con el amanecer, no podría viajar por el mundo para buscar a su padre.

Killua odiaba el otoño, porque Gon ya no estaba ahí para hacerle ver la belleza de esa estación.

Pequeñas historias KillugonkilluDonde viven las historias. Descúbrelo ahora