Era tarde, se había distraído jugando con los animales silvestres, él era como una clase de figura protectora para ellos.
Amaba interactuar con las aves, saltar junto a las liebres y correr junto a los lobos. Todos eran como una gran familia para él.
No sabe cómo llegó a ese lugar, no recuerda nada de lo que vivió antes de perderse en el bosque. Pero recordaba cosas básicas sobre él.
Su nombre era Killua Zoldyck, actualmente debería tener 23 años, era un humano y... Eso era todo.
Cuando llegó a ese lugar tenía 12 años, solo, empapado en sudor y lodo, con una sonrisa de oreja a oreja corrió tan rápido como pudo, como si estuviera escapando de alguien, pero no por miedo, más bien como una especie de juego. Se introdujo cada vez más en la enorme selva hasta que en un momento volteó a mirar, y nadie estaba ahí, tuvo miedo al principio, estuvo al borde de la muerte, pero tras pasar el tiempo aprendió a sobrevivir.
Y luego de ello a vivir en comodidad.
Killua desarrolló habilidades extraordinarias, algo así como la evolución de las especies. Es lo que piensa, ya que está seguro de que los humanos no pueden modificar sus uñas a voluntad, ni correr a velocidad del rayo, también tiene la fuerza de un oso.
Pero no podía estar más equivocado exceptuando su fuerza adquirida durante los años en ese lugar.
Caminaba con una liebre entre sus manos, lo lamentaba por ella, pero realmente necesitaba comer más que setas y bayas silvestres. Cosa que podía hacer con tranquilidad ya que para su conveniencia, también era inmune a los venenos.
Siempre caminaba alerta, ya se había encontrado con cazadores que buscaban encontrar animales para quitarles la piel. No sabe si en algún momento alguien llegaría por él.
-¡Killua!- una voz gritó y un cuerpo cayó sobre él dejándolo preso entre el sueño y el desconocido.
Hubiera atacado al instante pero había entrado en un estado de confusión.
¿Cómo no había notado su presencia? ¿Se había relajado?
El olor a canela era familiar. El joven se separó y con lágrimas en los ojos de un color naranja muy hermoso sonrió, era la sonrisa más hermosa que hubiera visto. Sintió el deseo de quitar sus lágrimas y decir que todo estaba bien.
Su cuerpo parecía actuar más rápido que su mente.
Sus labios parecían pronunciar un nombre que a penas recordaba.
Con duda preguntó -¿Gon?-.
Él asintió tomándole las mejillas con añoro, como si quisiera aferrarse a un sueño del que pronto despertaría.
Realmente lo había encontrado, después de tantos años y desesperanzadoras palabras, estaba ahí.
-Killua, te extrañé mucho.
-Nota de la autora: Tal vez haya parte dos pero desde la perspectiva de Gon, será algo corto de igual manera.
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Pequeñas historias Killugonkillu
Fiksi PenggemarHistorias cortas con tintes de miel y limón.