Reencuentro || Fillie

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—Es algo lindo de tu parte, pero no lo veo necesario—Maddie había acompañado a Millie al centro comercial a comprar algunos regalos, la castaña debía viajar a Los Ángeles en unas horas y no quería llegar a aquel reencuentro con las manos vacías.

—Claro que es necesario, no los he visto en ¿cuanto? ¿16 años? Un regalo es lo mínimo que se merecen—le explico Millie a su amiga, quien por cierto a parte de acompañarla al centro comercial, la acompañaría en su viaje a Los Ángeles.

Si bien ahí Millie tendría a Sadie, Maddie no quería que su amiga se sintiera sola y sabia que Sadie necesitaría de su apoyo si algo llegase a pasar, ella debía estar allí para Millie.

—Es un reencuentro, no una fiesta de cumpleaños.

—Si te compro algo...¿Vas a dejar de reprocharme?

Como si fuese una niña siendo sobornada por su madre, Maddie de inmediato movió la cabeza asintiendo y aceptando la propuesta de Millie.

Ambas chicas siguieron recorriendo el centro comercial, comprando pequeños presentes para todas las personas que asistirian a la primera cena de reencuentro y al evento que realizarían.

Cuando Millie creía haber comprado regalos para todos, decidió invitar a Maddie a comer unos helados, ambas estaban algo agotadas y debían recargar energías para el viaje.

—¡Yo quiero un helado de menta bañado en chocolate!—exclamó Maddie dirigiéndose al vendedor de la heladería.

Millie solo sonrió por la actitud infantil de su amiga y se acercó para pagar los helados, cuando le entregaron el pedido, ambas decidieron sentarse en unas mesas que estaban fuera de aquel local.

Maddie corrió a sentarse con cuidado de no aventar su helado, mientras Millie caminaba hacia la misma dirección en forma lenta, justo estaba recibiendo una llamada y decidió atenderla.

Quien la llamaba por supuesto era Sadie, la pelirroja estaba emocionada por que Millie llegase a Los Ángeles y prácticamente la había estado llamando cada 5 minutos.

—Llegaremos casi a media noche, no es necesario que descuides tu sueño solo por ir a esperarnos.

Cuando Millie estaba por llegar a la mesa en la que Maddie estaba, una niña que pasaba corriendo chocó con ella e hizo que un poco del helado que tenia cayera al suelo.

—Lo lamento, lo lamento, lo lamento—exclamó la pequeña repetidas veces con miedo a que la regañen.

—Tranquila, linda, fue mi culpa por no ver que venias—la tranquilizo Millie con un dulce tono de voz, la chica no solía tener mucha paciencia con los adultos que no fuesen Maddie, sin embargo, adoraba a los niños y ella siempre los defendería aunque estos tuviesen la culpa.

—¿En donde están tus padres? No puedes andar corriendo por ahí, pueden robarte y vender tus organos a algún demente—le dijo Maddie a la niña mientras tenía en la boca un poco de helado y por supuesto, sus labios estaban embarrados con chocolate.

—Madison, no le hables asi—la regaño Millie, luego dirigió su vista a la pequeña—No te preocupes, está todo bien, ¿Necesitas que te ayude a encontrar a tus padres?

La niña solo negó con la cabeza, tenia algo de vergüenza por lo sucedido y no aceptaría que una desconocida la llevase con sus padres porque sabía el gran regaño que le darían.

—Ellos están ahi—Millie dirigió su mirada a donde señalaba la pequeña y se encontró con una pareja de espaldas y a su lado el que parecía ser algun amigo o acompañante de ellos.

—De acuerdo, solo ve con ellos.

La menor solo asintió y se fue con su padres, otra vez, corriendo.