Capítulo 2.

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Durante todo el día había oído sólo tres palabras dando vueltas en su cabeza, con la voz profunda y seductora de Louis.
-Necesito una amante.

Y lo que más le fastidiaba, lo que llevaba su mente a un territorio confuso y peligroso, era que cada vez que esas palabras resonaban en su cabeza, le asaltaban oscuros pensamientos.
Se lo imaginaba despojado de aquel caro traje hecho a medida, con su piel bronceada y sus tersos y fuertes músculos, tumbándose sobre ella, desnuda sobre sábanas de satén y ansiando su contacto.
El era un hombre atractivo, guapo y viril. Y ella era una mujer de carne y hueso. Nadie podía culparla por tener aquella fantasía, especialmente después de que, unas horas antes, la hubiera invitado a compartir su cama.
Lo que más le asustaba era que, de estar indignada como había estado en un principio, ahora empezaba a considerar seriamente el trato que le había ofrecido.

Dejó su maletín en el suelo, debajo del perchero que había justo detrás de la puerta de entrada, y se quitó los zapatos, respirando aliviada al mover los dedos de sus pies libremente. No solía usar esa clase de zapatos de tacón tan alto para trabajar, pero iban muy bien con su poderoso conjunto favorito y había necesitado reunir la suficiente confianza en sí misma para dirigirse a Compañías Tomlinson y hacerle frente a Louis Tomlinson en persona.
Caminó sobre el encerado suelo de parqué, deteniéndose un momento para ojear la pila de correspondencia que había en la mesa que había al pie de las escaleras.

Había vivido en esa casa, en Gabriel's Crossing, toda su vida, pero últimamente había comenzado a sentirse incómoda y fuera de lugar. Tal vez porque no era tanto una casa, sino más bien una mansión, algo salido de una película. En la entrada, había unas gigantes columnas jónicas, una amplia y curvada escalera que iba desde la puerta de entrada hasta la segunda planta y unos balcones con vistas a varias hectáreas de hermoso paisaje tejano.
Su padre la había hecho construir cuando Suministros para Restaurantes Sánchez comenzó a obtener ganancias. ____ siempre había sospechado que aquel diseño tan ostentoso se debía, en parte, a que sus padres siempre habían soñado con una casa como aquélla, pero también para demostrar, a cualquiera que pudiera dudarlo, que la primera generación de mexicanos en Estados Unidos, no sólo podía prosperar personal y familiarmente, sino también hacerlo extremadamente bien.

Y hasta hacía unos años, a ____ le había encantado vivir allí. Cuando era una adolescente, lo consideraba como un símbolo de estatus para impresionar a sus amigos, y había hecho lo posible para aprovechar cualquier oportunidad de invitar a alguien a pasar la noche allí u organizar fiestas en la piscina.

Ahora, sin embargo, ya sin su madre para llenar la casa de amor y risas, le parecía vacía y demasiado grande.
Era hora, ____ lo sabía, de mudarse. Debería haberlo hecho años atrás, pero primero su madre se puso enferma y luego su padre la había necesitado.

Su hermana, Alandra, se había quedado por la misma razón.
Tomando las cartas y revistas con su nombre, ____ comenzó a subir las escaleras que llevaban a su habitación. Todo lo que deseaba era quitarse la ropa y darse un baño caliente. Encendería algunas velas, escucharía música clásica y tal vez bebería una copa de vino, mientras se relajaba y hacía un esfuerzo por olvidar la difícil propuesta de Louis.
Pero al parecer, tendría que pasar un rato antes de que pudiera quedarse a solas con su cansancio y sus pensamientos. La música que su hermana estaba escuchando, un fuerte rock and roll, vibraba a través de la puerta cerrada de su dormitorio y se podía escuchar la voz de Alandra cantando al son de la canción.
Su intención era pasar de largo sigilosamente y entrar en su propio cuarto, cuando Alandra abrió la puerta de repente y salió de su habitación en ropa interior de color rosa y medias negras.
Ambas se sorprendieron un poco, luego Alandra hizo un ademán de alivio con sus ojos.

-¡____! Me alegra que hayas vuelto. Estaba a punto de bajar a preguntarle a Connie qué piensa de mi conjunto, pero prefiero saber tu opinión -dijo, levantando la voz por encima del sonido de la música, que ahora sonaba más fuerte con la puerta abierta.
Alandra invitó a ____ a entrar y atravesó la habitación, lujosamente enmoquetada, para apagar la música. El súbito silencio era casi ensordecedor, pero ____ agradeció la tranquilidad; su hermana sabía cuánto le molestaba la música alta. A un volumen más bajo, le resultaba tolerable.
-Tengo una cena en una hora. Estamos tratando de recaudar fondos para una casa de acogida de mujeres maltratadas. Gracias a Dios, no estoy al mando, pero aun así, quiero tener buen aspecto.
____ se sentó sobre el borde de la cama de su hermana, que tenía un gran dosel, y Alandra fue hasta el armario y sacó dos vestidos.

Chantaje en el Dormitorio (Louis Tomlinson y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora