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Tu momento favorito del día es cuando puedes molestar a Cédric Diggory, verlo sonrojarse y tartamudear por tus coqueteos desenfrenados era divertido para ti hasta que te enamoraste y no sabias si le gustaba Cho Chang o si siquiera le gustaban los hombres.
Caminabas por los pasillos cumpliendo tus funciones de prefecto cuándo alguien te jalo y te estampó contra la pared, un gemido escapó de tus labios por la brutalidad del acercamiento. Cédric Diggory el Hufflepuff más solicitado te tenía apresado mientras te miraba con fiereza.
—¿Qué sucede Diggory? Tan temprano y ya me extrañas—murmuraste coquetamente en su oído haciéndolo estremecer y aflojar el agarré en tu cuerpo. Lo que te dio la oportunidad de girarte y ahora era él quien estaba estampado contra la pared. Él te observa con lujuria en sus ojos, pero sin atreverse a decir nada.
—¿El gato te comió la lengua? Pequeño tejón—te burlaste mientras te acercabas más a su rostro.
—Siempre coqueteas conmigo abiertamente, hablas sobre las cosas obscenas que me harías si estuviéramos solos, pero nunca haces nada, aveces llegó a pensar que solo eres pura palabrería—murmuro el Hufflepuff en un tono desafiante que le hacía sonar casi altanero.
Entrecerraste los ojos con una expresión casi burlesca y sin decir nada dejando que tus acciones hablen por ti empiezas a palpar su entrepierna y mordisquear el lóbulo de su oreja escuchando un leve suspiro que se escapó de su garganta.
—Ni siquiera he hecho nada, pero ya estás suspirando—Susurraste en su oído y sujetando fuerte su cintura dejaste besos y chupetones en su cuello que lo hicieron gemir sin control.
—C-callate—gruño entre tartamudeos y un fuerte sonrojo en su rostro.
—Cállame—la exclamación hizo que estrellara sus labios contra los tuyos, no era suave, era rudo, lujurioso y casi desesperado, pero cargado de los sentimientos que los consumía a ambos desde hace mucho tiempo, pero que habían sido tan ciegos para poder ver, hasta ahora.
