Sumergida en un profundo dolor y en una oscuridad que no le permitía escapar; ella sabía que no todos eran iguales, pero de una u otra forma necesitaba expiar su sufrimiento y que mejor que ocasionarlo en los demás, en los responsables de arrojarla...
Advertencia: Sexo sin consentimiento, asesinato, daddy issues, angst
"Quienes se entregan a la venganza y se toman la justicia por su mano rara vez saben dónde está el límite".
Richelle Mead
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La mancha roja no lograba salir de su delantal lila, tallaba y tallaba con fuerza, pero parecía haberse impregnado con emoción a la tela.
―Por Dios, que necia eres ―murmuró mientras tallaba el delantal en el fregadero.
El tintineo de la campanita sobre la puerta le indicó un nuevo cliente, soltó un suspiro antes de forzar una sonrisa. Se giró para darle la bienvenida y decidió que desechar ese viejo mandil y adquirir uno nuevo era la mejor opción.
―Bienvenido, en que... ―su cálida sonrisa se volvió nerviosa al ver al hombre frente a ella.
Sasuke paseó su mirada por el lugar, sintiendo un extraño estremecimiento por los colores claros y pasteles que predominaban las paredes; los cuadros pequeños de tiernos gatos y las muñecas de porcelana con preciosos vestidos que parecían obsérvalo a cada paso que daba solo le ocasionaban un escalofrió peculiar. Él no era muy fanático de dichas decoraciones, él era alguien de gustos sobrios y oscuros.
―Es un lugar... ―Sintió un tic nervioso en su ceja ―Muy femenino.
―Es un sitio que las chicas disfrutan visitar ―le respondió Hinata con gentileza.
― ¿Quieres decir que los hombres no son permitidos? ―Frunció el ceño.
―N-no he dicho algo como eso, todos son bienvenidos. Pe-pero normalmente vienen amigas a pasar la tarde o parejas de enamorados que disfrutan ver a sus novias comer pastelillos con emoción.
En efecto lo era, Sasuke miró una mesa en la esquina rodeada de cinco amigas que secreteaban entre ellas y reían; en otro par de mesas, se encontraban parejas de adolescentes que se daban tiernos y tímidos besos, y tal como mencionó Hinata, los chicos miraban embelesados a sus novias sonreír al comer la rebanada de pastelillos de fresa. Tenía demasiado tiempo sin novia que aquellas acciones le parecieron demasiado cursis.
―Supongo que es un sitio adecuado ―comentó con frialdad.
Hinata no respondió, la mancha en su delantal la incomodaba, podía ensuciarse de harina para hornear, merengue o chantilly, pero detestaba ensuciarse de mermelada de cereza o jarabe de fresa. El color rojo no era algo que disfrutara, no en sus días habituales. En las noches era algo totalmente diferente.