Más allá del cielo entre nosotras

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Día 5: ¿Por qué rezas?/Ámame hasta la muerte. 




"No es la violencia la que desarraiga el odio, ni la venganza la que lava la injuria".

Charlotte Bronte


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Siete años atrás.

El teléfono sonaba con desesperación, Hinata permaneció sentada en la sala de espera de la comisaria, miraba la mancha roja en el piso de mármol grisáceo, tratando de concentrarse en algo más que no sean las palabras del policía que llamó a su casa durante la madrugada.

"Hemos encontrado a Hanabi Hyuga, tienen que venir a la comisaria para reconocer el cuerpo"

Su padre lo hizo, tan solo al colgar la llamada tomó las llaves del coche y la despertó gritándole que suba al coche inmediatamente o la dejaría. Hinata obedeció al instante, no concebía la idea de quedarse sola, nunca lo había estado como en esos veinte días desde que Hanabi estuvo ausente de su lado. Con torpeza se puso las sandalias y corrió tras Neji quien estaba en pijama.

Llegaron a la comisaria, ella permaneció en su espera junto a Neji que de los nervios ni siquiera le dirigía la mirada. Aunque más que nada, ella sabía que la culpaba, siempre era así. Hanabi hacía algo y ella por nacer unos segundos antes era considerada la mayor, la culpable de sus acciones, las malas por supuesto.

― ¿Por qué no la detuviste? ―le preguntó Neji de pronto, rompiendo el sepulcral silencio.

Hinata despegó la mirada de la mancha roja del piso de mármol, miró a Neji que, aunque se dirigía a ella, no la miraba, no lo había hecho desde lo sucedido.

―Y-yo... y-yo l-le dije que... que no podía salir, nee san ―repitió nuevamente como las anteriores veinte veces ―. Pero sabes que e-ella...

―Sé que si tuvieras un poco más de coraje y el carácter suficiente la hubieras detenido. Pero no ―Sonrió con dolor ―. Solo sabes decir "lo siento" y si a todo, siempre siendo tan débil tan... Ni siquiera vale la pena continuar diciéndote lo que ya sabes. Tú cargas con su muerte, es algo que siempre debes recordar.

Hinata apretó los puños sobre sus rodillas, las lágrimas salieron silenciosas pero abundantes de sus ojos que estaban más opacos que nunca antes. Lloró en silencio porque sabía que Neji sufría, él no lloraba, pero bastaba con ver su aspecto demacrado, su mirada vacía y sus labios temblando para asegurar que sufría y mucho en silencio. Ambos tenían el mismo dolor, pero se rehusaban a querer compartirlo, sanar juntos.

Efímera como la flor de asagaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora