Hanahaki killer

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Día 3: Cualquiera puede matar



"En la venganza, como en el amor, la mujer es más bárbara que el hombre".

Friedrich Nietzsche


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Sasuke miraba parado en el umbral de la cocina a su madre reír mientras Hinata intentaba apagar el fuego del horno de la estufa, parecía tener práctica pues lo extinguió con agilidad. Ella se secó el sudor de la frente con la mano manchada de harina para hornear, manchando su flequillo en el proceso. Esa noche, vestía unos ajustados vaqueros negros y una sudadera ligeramente ancha en color azul claro, su cabello amarrado en un chongo desaliñado le daba un aspecto bastante atractivo; observó la forma de su trasero al agacharse a sacar las galletas quemadas del horno y desvió rápidamente la mirada al sentirse un pervertido.

―Lo siento mucho Hinata, no era mi intención olvidarme de las galletas. ―Se justificó Mikoto con una sonrisa.

―N-no se preocupe, fue mi culpa. Debí estar más al pendiente ―respondió ella mientras colocaba la charola con las galletas quemadas sobre la barra de la cocina.

―En realidad fue culpa de Sasuke, él te distrajo con su conversación.

Hinata llevó su mirada hacia Sasuke quien solo se encogió de hombros y sonrió levemente. Ella le devolvió el mismo gesto con una sonrisa cómplice. Sasuke borró lentamente su sonrisa al pensar que tenía una encantadora sonrisa, tal vez pasar sus horas libres con su madre y ella no era muy buena idea después de todo.

―No estoy pagándole a Hyuga para que quemes la cocina, madre ―mencionó él acercándose a las mujeres.

―Ni siquiera me estás pagando Sasuke kun ―le recordó ella con una sonrisa.

Las clases de cocina eran los lunes, miércoles, jueves y viernes; pasaba por ella a las nueve y la regresaba a las once de la noche. Y en efecto, no le daba una retribución económica, todo porque Hinata se negó a aceptar dinero. Esa rutina tenía un mes de haber comenzado y el pasar de ese tiempo le parecía realmente poco.

―Lo siento, de verdad ―se disculpó nuevamente ―. Son jóvenes, deberían estar divirtiéndose en vez de perder el tiempo con una vieja como yo.

―Mikoto san, usted es una mujer muy guapa y joven. No creo en absoluto que parezca una vieja.

―Lo soy Hinata, ya soy una vieja melancólica y sola —dijo con nostalgia—. Y creo que por hoy han sido suficientes clases, Sasuke, ¿Por qué no llevas a Hinata a alguno de esos lugares que frecuentan los jóvenes de su edad? ―sugirió con una peculiar sonrisa.

Efímera como la flor de asagaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora