Dudas que matan

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CIEL

—¿Cómo has estado primo Ciel? —preguntó Louis con una estúpida sonrisa. Ese hombre de cabellos azules y ojos oscuros me estaba arrancando algo que, para empezar no tenía la certeza de que fuera mío, y para terminar no había obtenido. Era estúpido pero era así y me estaba matando.

—Disculpe mi falta, pero no sé quién es usted —dije y escuché dos intentos de ocultar una risa. Eran Sebastián y María que se mordían un labio para evitar dejar salir la burla. Me sentí estúpido. Ese idiota y yo éramos como dos gotas de agua, además me llamó primo, era imposible que no supiera quien era, pero él me molestaba.

—Vamos Ciel no seas así —pidió Louis llegando a mi lado. Él era por mucho más alto que yo pero le faltaba etiqueta. «¿Qué se podía esperar de un simple campesino?».

—¿Qué haces aquí Louis? —cuestioné disimulando con enfado mi vergüenza. Él sonrió y dijo: —Vengo con mi familia. —Ese fue un gancho al hígado. Ese hombre tenía lo que yo no soñé nunca, pero justo ahora deseaba.

Lo empujé para evitar que me abrazara pues, además de que estas demostraciones de cariño no me agradaban, estaba odiando a ese hombre con toda el alma. Aunque tuviéramos la misma sangre.

María rió ante mi molestia y preguntó al joven que se ponía en posición firme al escucharla: —¿Necesitas algo Louis?. —El mencionado dijo de manera solemne: —Lo lamento Lady María, pero el Amo Alois está en la entrada y la está esperando, los bocchan me indicaron donde estaba usted, la esperan con el Amo.

—Muchas gracias Louis, puedes retirarte —dijo ella y él la reverenció disculpándose.

—Lamento lo de antes, hace tiempo que no sabía nada de él, me emocioné mucho.

—No hay problema —sonrió con elegancia María—, conozco su dirección así que en tu próximo tiempo libre puedes ir a visitarlo.

—¡Oye! —me quejé y ella volvió a sonreír. Dijo: —Eres tan bobito —y se fue con esa estúpida sonrisa que me podría el alma.

—Él no es el padre de sus hijos —anuncié un tanto aliviado a Sebastián que me recordó algo que me volvía a poner en un predicamento con mis malditos sentimientos. Fue un gran inconveniente ser humano, no puedo dejar de tener sentimientos aun siendo un demonio.

—Una humana no puede engendrar al hijo de un demonio, eso la mataría antes de poder siquiera dar a luz —dijo Sebastián. Eso era cierto, por eso le mentimos a Lizzy con lo de su supuesta infertilidad.

—Pero tal vez ella no sea humana —dije—, es como un demonio... —rabiando al verla llegar hasta Alois que la recibía con los brazos abiertos— o un ángel —sugerí al verla sonreír hermosamente a la pequeña que se colgaba de su vestido—. Eso explicaría muchas cosas, cosas como que no puedas sentirla. —Dije mirando a mi mayordomo que la veía fríamente, casi molesto.


MARÍA

Después de ver a Ciel morir de rabia mientras Louis lo abrazaba cariñosamente, me retiré a mi familia. Ellos tenían prioridad sobre Ciel, que me molestaba con cosas que realmente no quiero admitir.

Llegué a donde estaba Alois y Rachel se colgó de mi falda pidiendo que la levantara en brazos. Pero llegó también una chica rubia con un pequeño hermoso rubio entre sus brazos, al cual no me pude resistir, era el pequeño Alois.

La chica me reverenció y, en susurró, solicité no hiciera eso. Ella era la señora Trancy, la esposa del conde Alois Trancy y la madre de su hermoso hijo y mi pequeño sobrino. Tanta formalidad estaba de más.

Sentí una mirada penetrante que me incomodaba. Sabía perfecto quien era así que quise restarle importancia, pero me costaba trabajo. Y Alois no ayudaba, él besó mi mejilla enfrente de todos, haciendo rabiar al que nos observaba.

Salimos de la fiesta infantil y nos dirigimos a casa. Esa noche había una cena de empresarios a la que Alois y su familia habían sido invitados y, aunque yo no quería ir por saber que lo encontraría en ese lugar, diplomáticamente hablando no era muy conveniente faltar.

Entre saludar nobles y cuidar dos desastrosos las cosas se comenzaban a poner cansadas para mí. Pedí a Alois que por tres minutos se hiciera cargo de ellos, mientras yo pasaba por el servicio y me despejaba un poco. Pero no hizo un buen trabajo.

Cuando volví al salón vi a Rachel conversando en la mesa de Ciel Phantomhive con éste mismo. Quise ir por ella, pero descubrí a Vicent haciendo una exploración indebida.

Chisté los dientes y me dirigí al que a gritos pedía lo detuvieran. Rachel estaba segura con Ciel, aunque debía darme prisa.

«Espero Rachel se mantenga en su papel» pensé mientras me alejaba de esa sala y deseaba con todas mis fuerzas su conversación no le dijera nada. Pues aunque Ciel estaba casi seguro de que ellos eran sus hijos, la pequeña duda me ayudaba a mantenerlo a raya.


Continúa...



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