MARIA
—¿Qué hablabas con el Conde Phantomhive? —pregunté a mi hija cuando llegamos a casa y ella se limitó a encoger los hombros. Odiaba que hiciera eso. Cuando lo hacía terminábamos más que mal. Ella ya no decía nada terminando con mi paciencia. Rachel me desquiciaba, era justo como su maldita abuela.
»Pues no me digas entonces, pero estás castigada —dije—, tres meses con Alois y me llevaré a Vicent conmigo. —Ella dijo: —Mamá no es justo.
—¿No me digas? —ironicé— creía que la que decidía lo que era justo era yo —dije sarcástica y ella dijo entre dientes: —Por eso quiero conocer a mi papá, para dejarte por él —partiéndome el alma.
Pero yo no me quedaba con sus hirientes palabras, siempre las regresaba. No debería hacerle algo como eso a mi hija, pero ella era bastante cruel conmigo. Por eso, con toda la intensión de herirle, dije: —Pero él no te quiere. A tu habitación ya —ordené con una falsa sonrisa que me dolía demasiado.
Ella era berrinchuda, caprichosa, altanera, arrogante y demasiado inteligente, por eso me volvía loca y también por eso me encantaba. Yo estaba bastante orgullosa de esta hermosa damita que me sacaba canas verdes. Pero no se lo diría.
Mientras sus ojos se llenaban de unas lágrimas que fingía no ver, tomé a Vicent de los brazos de Claude para llevarlo a su habitación.
Ese niño era un pillo, me volvía completamente loca, pero verlo reír, jugar, ser feliz y, sobre todo, dormir, me hacía feliz. Y aunque me fastidiaba la mayor parte del tiempo, a mí me fascinaba la energía y entusiasmo que ponía en todo lo que hacía. Y tampoco se lo diría.
Ellos eran tan diferentes como agua y aceite, pero eso no evitaba que los amara tanto a los dos, aunque a ninguno se lo demostraba. Pues, como ya dije, ella me volvía loca y él me volvía loca también.
Mientras los veía en sus camas, uno demasiado cansado y la otra demasiado lastimada, dije a Alois que me abrazaba con ternura: —Yo los amo demasiado, te juro que sí, aunque no lo demuestre y casi todo el tiempo deseé no haber sido mamá nunca.
—Ya se te pasará —dijo Alois sonriendo—, seguro es cosa de la edad. —Con sorpresa anuncié: —Creo que en la pubertad nos mataremos —Alois sonrió pidiendo que descansara y besó mi mejilla como despedida.
Camino a mi habitación sentí los problemas aproximarse a mí. Él estaba en mi habitación y yo comenzaba a ponerme más que nerviosa. Me detuve detrás de la puerta, respiré profundo y abriendo la puerta sorprendí al que me esperaba dentro de esa habitación.
—¿Te mandó Ciel? —pregunté al demonio que sentado en mi cama que no sonreía para nada.
—No —aseguró él—, supongo que no puedo ocultarle que estoy aquí pero no vine por orden de él, estoy aquí por mí.
«¿Por él?» me pregunté mentalmente que significaba eso, pero no dije nada. Ese hombre despertaba demasiados sentimientos en mí como para ponerme a indagar en sus asuntos.
»¿Eres mi hija? —preguntó sacándome de mis pensamientos y llenándome de sorpresa.
—¿Cómo...? —balbuceé. Sebastián sonrió e hizo otra pregunta.
—¿Viniste a Ciel por mí? —preguntó y con los ojos llenos de lágrimas dije: —Eres increíble —mordiendo mis labios para poder serenarme un poco. Quería serenarme, pero no lo logré, mucho menos cuando ese demonio se acercó a mí con tierna sonrisa para abrazarme fuerte.
»Papá —sollocé aferrada al fuerte cuerpo de ese demonio que hacía tanto había deseado en mi vida, pero nunca había podido tener.
—Micaela es horrible —dijo Sebastián cuando yo me encontraba más calmada.
—¿Qué más se puede esperar de un ángel? —cuestioné mientras aun me encontraba recargada a su cuerpo. Sonreí ante la ironía de lo que dije, pero era solo la verdad.
—¿Cómo te fue con ella? —preguntó Sebastián acariciando mi cabeza. Respondí en un suspiro: —Ella es tan buena madre como yo... la odio —debiendo tomar bastante aire para calmar mi agitado y dolido corazón.
—Yo creo que lo has hecho bastante bien —dijo Sebastián levantando mi rostro al suyo y sonriéndome hermosamente.
—Yo creo que les he hecho mucho daño a mis hijos —dije con melancolía—, soy horrible.
—Yo los he visto bien, ambos parecen demasiado felices.
—Pues no sé de donde podrían sacar felicidad, de mí solo obtienen regaños gritos y palabras hirientes.
—Ellos te tienen a ti, eso los hace felices.
—Tal vez serían más felices sin mí.
—¿Con Ciel Bocchan? —preguntó Sebastian y poniéndome en pie dije: —¡No, con él nunca! primero lo mato que permitirle tenerlos, así que dile que ni piense en averiguar si son sus hijos, porque no le irá bien.
—Él ya sabe que son sus hijos —dijo Sebastián y yo solo lo miré por mucho tiempo. Entonces alegué nerviosa: —Pero no está seguro aún.
—Si lo está —dijo Sebastián—, Rachel se lo dijo.
—Ella no lo sabe —aseguré.
—Ella nos dio las piezas, nosotros armamos el rompecabezas —informó mi padre y respiré profundo.
—Maldita mocosa —resople y Sebastián me reprendió. Dijo: —Oye, es tu hija y solo quiere conocer a su padre.
—Sí, eso quiere para dejarme por él —informé—, pero primero la mato que permitirle alejarse de mi lado.
—Ara ara —sonrió Sebastián— ese es un amor muy posesivo.
—No es amor, es mi estúpida venganza al idiota que me menospreció y me dejó por esa Ojou sama.
—Gracias a Rachel me enteré de la verdad, que eres mi hija y por ella ahora estamos juntos.
—No Sebastián, no seas un abuelo alcahuete.
—Lo lamento María, pero me encantan los niños, más los tuyos, son con un par de gatos. Una gatita arisca y un gatito juguetón.
—Eres un maníaco de los gatos, lo olvidaba un poco —dije sonriendo y volviendo a abrazarme dijo: —Pero soy tu padre, y su abuelo, así que puedes contar conmigo... siempre y cuando mi contrato no me obligue a estar en tu contra —aclaró.
—Maldito Ciel —dije en queja, y después de oír llantos en la recamara de mis hijos dije: —Y malditos mocosos —encaminándome a revisar el motivo de su desasosiego, pues aun sobre los insultos, yo enserio los amaba con toda mi vida.
Continúa...
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SOMBRAS DOLOROSAS
FanfictionLos seres vivos tendemos a la luz, dejando tras nuestros frágiles cuerpos sombras, sombras que se acumulan creando oscuridad, una oscuridad que cubre nuestro pasado. La historia de María y Ciel se oculta tras de sombras dolorosas de un pasado llen...