Reescribiendo la historia

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CIEL

—¡Ciel! —escuché de María, mientras un líquido caliente se escabullía entre mis dedos. Caí rodillas al piso sosteniendo un cuerpo que, de apoco, se quedaba sin vida.

—Lizzy —dije mirando a la rubia que me veía con mirada completamente descolocada. Pero ella no pudo decir nada más—. Lizzy resiste —pedí abrazando a mí mejor y única amiga de la infancia. Ella me miró con demasiadas lágrimas escapando de sus ojos y un poco de sangre saliendo de entre sus labios.

—Te... te... —comenzó a balbucear. Interrumpí: —No digas nada Lizzy, vas a estar bien —ella sonrió un poco acariciando mi mejilla.

—Te perdono amor —dijo perdiendo la vida entre mis manos.

—Lizzy no —susurré derramando unas lágrimas que había olvidado que tenía. A pesar de que no pude amarla yo en serio que la quería, y mucho.

—Lo lamento Ciel —dijo María intentando ayudarme a levantar. Con el cuerpo de mi prima entre mis brazos, me puse de pie. Dejé a Lizzy sobre un sillón y la miré con mucho dolor. Esto parecía una maldita mentira. Sin tanta sangre encima ella parecería estar plácidamente dormida.

»Vamos Ciel, Sebastián se encargará de esto —anunció María sacándome del estudio que cerramos con llave—. Te prepararé un té —dijo arrastrándome a otra de las habitaciones y me dejó allí.

Mientras estuve solo en esa habitación tuve tiempo para saborear mi pena. Dije para mí: —Había olvidado cuanto duele perder... supongo que amar no es exclusivo de los humanos, y que el amor es igual para todos... sin importar si somos ángeles, humanos o demonios el amor nos duele a todos.

—Así es —concordó la chica que entraba con una charola de té para cuatro y con dos pequeños que se tiraron a mis brazos—. Pero el amor no solo hiere, también cura heridas —dijo al verme abrazar a mis hijos. Eso era la pura verdad. Lo supe cuando al tener lo mejor de mi vida en mis brazos dejé de sentir tanto vacío.

—Gracias por estar conmigo —dije. Y aunque mis hijos no parecieron entender lo que decía, ambos me sonrieron.

Bebimos té y jugamos un rato con los niños, hasta que se quedaron dormidos. Entonces ella levantó las tazas de té y se dirigió a la salida. Entonces, con temor a perderla, la abracé por la espalda pidiendo: —No me dejes.


MARÍA

Ciel me abrazó por la espalda mientras yo pretendía abandonar la habitación, pidiendo un poco desconsolado que no lo dejara. Entonces, en tono de burla, dije: —Solo iré a la cocina Ciel, pero si quieres ir conmigo puedes llevarte la charola. —él sonrió.

Sorprendentemente Ciel Bocchan tomó la charola. Así que lo escolté a la cocina cachando algunas cosas que en el camino se le iban de las manos. A la cocina entramos, Ciel con la charola y yo con un puño de cosas.

Allí nos encontramos con mi papá que informó: —Limpié el estudio y puse en suspensión a Elizabeth ojousama, ¿qué es lo que haremos ahora?. —El ceño de Ciel se frunció. Yo no recordaba amar a ese hombre, pero me dolía bastante verlo dolido. Así que tomé su mano y le regalé una sonrisa que decía que todo estaría bien y captó la indirecta.

Ciel respiró profundo y me sonrió. Dijo a mi papá: —Borrémosla de la historia, no quiero ver a mis tíos llorar. —Y con su otra mano tomó también mi mano que ya sostenía—. Y Sebastián... haz que mi esposa que todos recuerden sea la hermosa madre de mis bellos hijos... es una orden Sebastián. —Sonreí. Eso me hacía sentir feliz.

»¿Ninguna objeción eh? —preguntó Ciel que, pasando su mano por mi espalda, me atrajo a él.

—Ni que estuviera loca —dije sonriendo—, me sacarás de la pobreza... esperen, ¿si era pobre? —pregunté y los que me veían rieron—. ¿Lo era? —insistí y Sebastián dijo: —En realidad no lo eras

—¿Entonces porque eres mayordomo de éste? —pregunté confundida. Escuchamos un "Oye" que nos arrancó una risilla. Mi padre explicó: —Pretendía comerme su alma, alguien metió su cuchara.

—¿Entonces eres rico? —pregunté a mi padre que dijo: —No, los demonios no necesitamos dinero —ese era un buen punto.

—¿Entonces por qué no era pobre? —pregunté y un hombre rubio de ojos bellamente azules dijo: —Porque vivías conmigo y yo soy millonario.

—¿Entonces puedo ser rica aun sin amarrarme a él? —Jugué con los nervios de Ciel. El rubio rió ampliamente.

—Puedes, y me encantaría que lo hicieras —dijo molestando al de cabello azules—, odio a este idiota con toda el alma, me encantaría no tener que entregarte a él. Soy Alois Trancy —dijo extendiéndome una mano que acepté—, nosotros somos...

—Hermanos, lo sé. —completé. Alois abrió enormemente los ojos y preguntó entusiasta: —¿Me recordaste?

—¿Lo recordaste? —preguntó Ciel que se acercó a mí un tanto decepcionado. Me reí de ambos, pero al ver que a Sebastián comenzaba a dolerle mi broma también la terminé diciendo a mis demonios: —Di un vistazo a sus recuerdos —sonreí al que aún sostenía mi mano—. Tú eres humano.

Los dos jóvenes intercambiaron emociones. Ahora Ciel se mostraba complacido mientras Alois decepcionado.

—¿Quieres ver mis recuerdos? —preguntó Ciel y dije: —No, sospecho que nuestra historia fue dolorosa y complicada, mejor partamos del supuesto de que te amo.

—Pero por supuesto que me amas —replicó y todos sonreímos.

Esto era bastante bueno pues, aunque una historia desaparecería, otra historia sería modificada y algunas otras debía imaginarlas, de aquí en adelante, la historia que se escribiría sería de una familia de demonios viviendo felices para siempre.

De ahora en adelante caminaría hacia la luz. Dejando en el pasado eso qué, de ahora en adelante, no voltearía a ver. Dejando mi vida pasada entre las sobras, entre sombras dolorosas.


FIN


Recuerden: Más de mí en OBRAS DE MARY_ERE o en mi tablero. 

Deseo muchas de mis historias les gusten. Besos hermosuras.


SOMBRAS DOLOROSASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora