CIEL
Me encontraba maldiciendo la vida cuando apareció alguien a arruinar más mi día. Alois llegó irrumpiendo groseramente en mi estudio mientras Claude lo seguía. El rostro de preocupación que tenía el rubio me impidió burlarme de la poca educación que mostraba.
—¿Qué pasó? —pregunté contrariado. Y completamente alterado el rubio anunció: —Se los llevaron los ángeles. —Sus palabras me dejaron helado.
—¿A quiénes? —pregunté solo para confirmar esa detestable idea que comenzaba a taladrar mi cabeza.
—A María y los niños. —dijo con la voz quebrada. Mis piernas fallaron en su labor de sostenerme en pie. Caí en la silla que hace minutos había dejado y mi cuerpo comenzó a temblar—. ¿Pero qué es lo que quieren de ellos? —preguntó Alois.
—Si esto es cosa de Micaela, lo que quiere en hacernos daño y no hay mejor manera de lograrlo que volverlos de los suyos. —dijo Sebastián con furia.
—¿Van a transfórmalos en ángeles? —preguntó el rubio—. Eso significa que podremos recuperarlos después ¿no?. —Sebastián negó con la cabeza explicando: —No es fácil para los ángeles abandonar el cielo. Una vez que se elimine su condición demoniaca jamás saldrán de allí.
No podía dejar que eso pasara, pues ahora sí que los perdería para siempre. Pero no sabía qué hacer. Lleno de impotencia golpeé el puño en la mesa maldiciendo a la suerte.
—Tenemos que recuperarlos Sebastián, por favor —dije sorprendiendo a algunos, pues eso que debió ser una orden era una súplica. Sebastián me sonrió anunciando: —Lo haremos, ella no se quedará con mi hija, ni con mis nietos.
—Claude ayudará —dijo Alois—, yo no puedo hacer mucho así que solo no estorbaré. —Agachando la cabeza miró sus puños que, apretados sobre sus rodillas, temblaban de rabia y de impotencia.
—¿Cómo entraremos al cielo? —pregunté y Claude informó: —Los demonios no podemos entrar al cielo.
—Ellos deben estar aún en el mundo humano —explicó Sebastián—, en sus condiciones no podrían acceder la entrada al cielo. —Suspiré con alivio. Aun había posibilidades.
—Encuéntrala Sebastián —dije y él suspiró con pesar.
—Yo no puedo sentirla —entonces el tercero entró a la conversación informando: —Yo le puse un chip de rastreo a Vicent bocchan, eso deberá ayudar.
—¿Tú le hiciste qué a mi hijo? —pregunté Furioso y, apartando mis manos de su chaqueta, Claude explicó: —Es mi deber saber dónde está él y si usted lo ha observado un poco se habrá dado cuenta que eso es un poco difícil de hacer —asentí. Lo que Claude decía era verdad, pero aun así no me dejaba contento.
Pero era lo mejor que teníamos, y de hecho era demasiado bueno. Seguimos la señal de Vicent y encontramos el chip cerca de una ciudad en ruinas. Ellos deberían estar cerca aunque aún era mucho lo que había que buscar.
Después de horas de búsqueda dimos con el lugar donde ella se encontraba. Pudimos ubicarlos en una de las casonas. Nos dimos cuenta que era escasa la vigilancia, pero aun así requeríamos de un buen plan. Nada podía salirnos mal.
Observando la situación nos fuimos adentrando en el lugar, siendo lo suficientemente cuidadosos de que no nos vieran. Encontramos los niños que dormían en una habitación custodiada por dos guardias que también dormían.
Algunas habitaciones adelante ella estaba encadenada a una cama, vestida en una bata de color blanco. Estaba sudorosa y se quejaba mientras semiconsciente se retorcía en la cama.
—Una vez que la hagas tuya, será toda nuestra —dijo la hermosa mujer que, sentada en la cabecera de la cama, acariciaba el rostro de la perturbada chica prisionera.
—Micaela —resopló con disgusto mi demoniaco mayordomo. El joven que estaba frente a ella preguntó: —¿Y con los niños que haremos?
—Nos desharemos de ellos —respondió la mujer. Quise tirarme a matarla, pero Claude me detuvo.
—¿No preguntará por ellos cuando despierte? —cuestionó el chico y Micaela negó explicando: —Ella no los recordará. Una vez que se convierta completamente en ángel ellos serán una historia olvidada que con gusto tiraré a la basura.
Esa mujer era una maldita, yo la estaba odiando con toda mi vida, igual que Sebastián.
»Solo una hora más —dijo la mujer y ambos salieron de la habitación. Está era nuestra oportunidad.
—Yo iré por los niños, encárguense de ella... suerte —dijo Claude y se fue dejándonos a Sebastián y a mí. Pero algo en mi cabeza no terminaba de cobrar sentido «¿Por qué seríamos dos quienes rescatáramos a María, cuando los niños eran dos?».
—Ella no está nada bien —anunció Sebastián encaminándose a la habitación que los ángeles recién abandonaran. Entramos sigilosos, tomó un frasco que olió e hizo mala cara—. Es una poción, cuando alguien la toma se deshace de su condición —explicó.
—¿A qué se refería Micaela con "hacerla suya"? —pregunté a Sebastián que respondió molesto: —Justamente a tomarla como suya, de manera sexual. —Me enfurecí. María era mía, no podía creer que alguien siquiera osara imaginar tocarla.
—¿Qué pasará con ella? —pregunté y examinando a su hija Sebastián contestó: —Hay demasiada poción en su cuerpo como para dejarla pasar, eso la envenenaría.
Maldije de nuevo y después de pensarlo un poco pregunté: —Si soy quien la posea... ¿ella se convertirá en demonio?.
—Exactamente.
—Eso es perfecto.
—No, no lo es.
—¿Por qué no?
—Porque ella olvidará todo.
—¿A Vicent y Rachel?
—Y a usted y a mí, y a Alois, y todo.
—Maldición —bufé. Eso, además de inconveniente, era lo que menos quería.
—Vienen para acá —dijo mi mayordomo escuchando sus pasos aproximarse—. Claude se fue, presumo que tuvo éxito en rescatar a los niños.
—¿Con ella que hacemos entonces? —pregunté—. No podemos dejarla morir, tampoco permitir que Micaela se la lleve.
—Realmente no quiero que me olvide —dijo Sebastián suspirando. Y yo dije al que se mostraba apesadumbrado: —Entonces solo debemos hacer que nos recuerde. Hazme tiempo —pedí y él asintió dejándome a solas con la mujer que yo amaba.
—Voy a llevarte a casa —dije mientras besaba sus labios. María me miró por una milésima de segundo quizá y cerrando los ojos continuó en esa torturante situación de la que pronto la sacaría inundándola de placer.
O eso pensé, pero placer no era algo que justo ahora sintiera. Ahora entiendo que la tuvieran atada. De no ser por eso ella me habría matado antes de siquiera haberla tocado. Parecía dolerle demasiado.
—Creo que está peor —dije a Sebastián que entraba algo herido a la habitación.
—Es el proceso de cambio —explicó—, debemos irnos. —Dijo tomando a María en sus brazos y dejó la habitación. Yo salí corriendo detrás de ellos, esperando que una vez que llegáramos a casa las cosas mejoraran.
Continúa...
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SOMBRAS DOLOROSAS
Fiksi PenggemarLos seres vivos tendemos a la luz, dejando tras nuestros frágiles cuerpos sombras, sombras que se acumulan creando oscuridad, una oscuridad que cubre nuestro pasado. La historia de María y Ciel se oculta tras de sombras dolorosas de un pasado llen...