𝐈𝐍 𝐓𝐇𝐄 𝐒𝐓𝐀𝐑𝐒

⋆ ࣪𝗖𝗮𝗽𝗶𝘁𝘂𝗹𝗼 𝗦𝗶𝗲𝘁𝗲⋆ ࣪

Hace más de cuatro horas que estamos en la florería y no he visto a Elsa pasar por aquí. Mis padres estaban preocupados por ella y yo también. ¿Por qué se fue sin despedirse?

— ¿Tu amiga tiene problemas con sus padres?

— No lo sé — salí de la tienda y mi papá me acompañó. — Supongo que sí pero no puedo asegurar nada.

— Ayer la estuve observando muy bien y creo que oculta algo — Espero que no...

Mi padre se marchó para darme un poco de privacidad. En cada persona buscaba a Elsa, pero no la veía en ningún lado. Caminé del lado izquierdo para saber si en un fondo Elsa estaba sentada pero no fue así. Ella no estaba en este lugar.
Pensé en lo positivo, tal vez ella arregló los problemas con sus padres y ahora está en su casa.

— Hola Anna — saludó Rapunzel caminando hacia mi. — ¿Estás libre ahora?

— Hola, algo así

— ¿A quien estás buscando? — rio y me quedé callada. — Oh, ¿Pasó algo?

— Quisiera saber lo mismo — ignoré por un momento la idea de buscar a Elsa para poder tomar atención a mi amiga. — ¿Que haces por aquí?

— Estoy buscando el regalo de Kristoff, ¿Si vas a ir a su cumpleaños? — asentí con una media sonrisa. — Oh, perfecto ¿Ya tienes su regalo?

— Todavía no, falta que mis padres no la vayan a comprar. Sabes que soy pésima escogiendo regalos.

— Si, lo sé. Cuando fue mi cumpleaños me regalaste una crema para el cabello — Soltó una carcajada para ella es divertido pero para mí es una pena. — ¿Vamos por un café? Se que no es la hora correcta pero...

— Me encantaría — se le iluminó el rostro a mi amiga, es la primera vez después de un año que no rechacé a ninguna oferta suya. Caminamos a una cafetería cerca de aquí, pedimos un capuchino y nos sentamos para conversar.

Nuestras conversaciones fueron algo incómodas pero después de unos minutos volvimos a tener esa confianza de siempre. Le platiqué sobre que conocí a una chica y ella se emocionó.

— Su nombre es Elsa y creo que es mayor que nosotras dos

— Ese nombre se me hace familiar...

— ¿La conoces?, ¿Puedes decirme dónde vive? — pregunté y Rapunzel negó. Ella no sabía dónde vive pero conoce el nombre...

— Bella puede saber — comentó bebiendo el café.
— Ella conoce a todos, supongo que sabrá.

Suspiré, tendré que hablarle algún día a mi otra amiga.

Seguimos conversando. Le dediqué tiempo a Rapunzel pero en mi mente aún pensaba en la albina. ¿Ella estará bien?

Cuando terminamos de beber nuestro capuchino, salimos del establecimiento y Rapunzel se marchó para seguir buscando el regalo de Kristoff. Yo por lo contrario regresé a la florería para esperar un poco más a Elsa.

Pero este día ella no regresó.

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— Anna, ¿Me estás escuchando?

— ¿Que? — mi padre me llamó, y otra vez no supe desde cuándo.

— ¿Que hiciste hoy?, ¿Te fue muy bien?, ¿Hiciste un nuevo amigo? — negué. — Bueno, es la bienvenida de los otros chicos, estoy seguro que cuando comience las clases tendrás más amigos.

— ¿No crees que deberías esperar a que baje la lluvia? Está muy fuerte

— ¿Ah sí?, Está bien no te preocupes. Iré despacio.

— Papá, ¿Crees que soy rara? — pregunté cabizbaja.

— ¿Mi hija rara?, ¿De dónde sacas eso? Eres la chica divertida y muy inteligente, ¿Por qué dirías eso?

— No sé, siento que a veces no encajo en ningún sitio — sentía un nudo en la garganta pero eso no hizo a qué yo llorara en frente de él.

Mi papá se detuvo cuando el semáforo estaba en rojo, una vuelta al lado izquierdo y ya estaríamos a unos cuantos minutos para llegar a casa. El volteó a verme, tomó mi mano y sonrió.

— Eres perfecta Anna, solo tienes que estar en el lugar indicado y con las personas indicadas.

El semáforo cambió a color verde y mi papá ya estaba dando vuelta con normalidad, cómo cualquier conductor haría.

— Tengo algo que decirte...

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— ¿Otra vez esperando a Elsa? — mi mamá había puesto un mesa pequeña con dos sillas fuera de la tienda. Según ella iba a estar un poco más tranquila si la albina viniera a sentarse normalmente.

Hace una semana que no he visto a Elsa, mañana será el cumpleaños de Kristoff y no sé si estoy lista para ir sola.

— Pensé que esta vez la vería

— Eso lo has dicho todos los días — dijo bebiendo su té. — Tal vez salió de la cuidad, parece una chica con una familia de alta sociedad.

— Tal vez — susurré. Me sentía un poco triste por no saber de ella pero me estaba acostumbrando un poco. — ¿Ya tendrán que irse? — pregunté, hace unas horas mis padres tendrían que salir al centro comercial para comprar la cena, y me dejarían aquí, cuidando de la florería.

— Volveremos en un rato — mi papá salió de la tienda y mi mamá se levantó para acompañarlo. Se despidieron de mi y se marcharon.

El silencio se me hizo algo incómodo, así que volví adentro con el libro y la taza de mi mamá. Tomé mi celular para poner algo de música pero no sabía cuál poner, ¿En serio una chica me hace que no piense bien las cosas?

— Estúpido teléfono — al final no puse nada de música. Éramos el silencio y yo ahora mismo.

Escuché unos cuántos pasos, así que pensé que sería un nuevo cliente. Alcé mi mirada y lo que me topé era con un señor albino con ojos azules.

— Buenas tardes — saludó — Supongo que aquí dentro tienen los girasoles

— Hola, y claro que sí — señalé dónde estaba toda la sección amarilla.

Una persona más se unió con nosotros, esta vez era una señora muy linda. Igual con los ojos azules y rubia.

— ¿Los vendes por ramo o como es en este lugar?

— Es como el cliente lo pida — respondí a la pregunta de la esposa del señor.

Pidieron un gran ramo de girasoles, se me hizo algo complicado porque los dos no me dejaban de ver. Sus dos rostros se me hace familiar.

— ¿A ti te gustan los girasoles? — preguntó la señora y asentí. — ¿Cuántos años tienes?

— 19 años

Ellos conversaron entre sí mismos, así que mi único pensamiento es que esas personas querían algo más que los girasoles.

Mi miedo hizo que pensara que tal vez estas dos personas querrían secuestrarme o adoptarme. ¿Hasta donde pudo llegar mi mente para pensar en eso?, Sigue así Anna, vas a llegar muy lejos.

Cuando terminé de arreglarlo, la señora tomó el ramo de girasoles y me agradeció por eso.
Mientras que el señor me pagó y me dió un poco de propina.

— Muchas gracias — sonrieron los dos y se marcharon.

— Se que los he visto — comenté así misma.
— ¿Pero en qué lugar?.

Bueno, eso ya no importa...