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Yuta se dirigió a la habitación de Onda. Abrió la puerta y entró silenciosamente. Al ver a Onda dormida tranquilamente hizo que su corazón se ablandará. Él no soportaría otra perdida. Se quedó unos minutos esperando en la silla que estaba a lado de su cama, la despertaría a las 9:00 am. Cuando esa hora llegó tomó la marioneta de osito que habían hecho y con ella frotó la nariz de la adolescente para poder despertarla.

—Osito cariñosito ya está aquí —le dijo con una voz dulce y los ojitos de la chica se iban abriendo. Pronto una sonrisa se formó en el rostro de Onda.

—Buenos días, Yuta —bostezó tiernamente.

—Buenos días. Ve a lavarte y baja al sótano. Toca tu medicamento.

—¿Será ahora menos doloroso?

—Ve a lavarte —le sonrió Yuta y se fue.

Onda se quedó mirando al techo unos segundos antes de levantarse. Se estiró y cuando se levantó tendió la cama. Después fue directo al baño y se vio al espejo. En su reflejo veía cicatrices, en sus brazos, piernas y rostro. Se frotó suavemente el brazo izquierdo mientras hacia una mueca. Se ponía más morado cada día. Se lavó su cara y los dientes. Antes de irse se miró al espejo una vez más, su cabello le fascinaba.

—Una de las cosas que más amo. Mi cabello rosado. Espero y un día crezca muuuy largo —dio una sonrisa y bajó al sótano.

—¡Ya estoy aquí!

—¡Buenos días, Onda! —Taeyong fue a darle un abrazo y la adolescente feliz lo aceptó, cuando se desprendieron Taeyong le deseó suerte y la chica se fue hacia lo más alejado de la entrada del sótano.

Está algo nerviosa, sus manos comenzaron a sudar un poco.

—Todo estará bien. Yuta me va a curar —susurró.

Llegó finalmente al cuarto que pisaba cada mes. Un cuarto con una ventana enorme al frente, el interior de color blanco y con todas las herramientas con las que trabajaba Yuta. Entró y el creador le hizo que se cambiará para poder empezar su tratamiento. Cuando se puso su bata, se acostó en la cama quirúrgica. Miro alrededor pudiendo observar una maleta negra con cierre, estaba arriba de unas de las mesas. El mayor se acercó a esa maleta, la abrió y comenzó a arrancar la piel de lo que estaba dentro. Pedazo a pedazo quitó. Los puso dentro de un recipiente con un líquido, era para que la piel se limpiara. Después con una jeringa tomó un líquido azul que había creado hace dos semanas, se lo inyectó a Onda.

—Esto va a ayudarte con el dolor.

—Me siento algo... somnolienta.

Tomó el recipiente con la piel, se acercó a Onda, dejó el recipiente a un lado y con un bisturí comenzó a arrancarle piel. Onda trataba de resistirse al dolor, se estremecía en la cama demasiado, el dolor que sentía era menos que otras ocasiones, pero aún así prefería no volver a pasar por el dolor que estaba sintiendo.

—Yu-Yuta... duele —una mueca y un gritó jadeante soltó.

—Aguanta un poco más, Onda.

Al arrancar la piel que le hacía daño, tomó la nueva y comenzó a injertársela a la chica. El procedimiento duro dos horas. Cuando Yuta finalizó el cuerpo de Onda había quedado con más cicatrices de lo esperado y la piel no estaba de un color agradable. Esperaba que la chica se tomara bien los resultados.

—¿Puedo verme?

—Probé un método nuevo y... sé que puede estar muy azul... pero... ¡va a mejorar!

—Quiero un espejo.

Yuta le dio uno. Onda soltó un grito de susto.

—¡E-estoy horrible! ¡S-soy un monstruo, un monstruo! —se levantó de la cama y descalza y con la bata se fue corriendo de ahí con lágrimas en sus ojos. Todavía le dolían las piernas y sentía como su piel se estiraba, pero ella tan solo quería salir de ahí y no volver jamás.

—¡Onda, espera! —Yuta fue corriendo hacia ella, pero no iba a alcanzarla.

La chica de cabello rosado al llegar arriba se encerró en su cuarto y en la puerta se dejó caer. Vio como sus piernas comenzaron a sangrar y estaban azules, llenas de cicatrices, sus brazos igual. Parte de su frente también.

—¿Por qué me pasa esto a mí? ¡¿Por qué tuve que ser creada así?! ¿POR QUÉ? —más lágrimas salieron.

Nunca salía de casa por temor a ser rechazada, sus actividades eran algo limitadas. Onda todo el día estaba en el mismo lugar. En ocasiones salía al río a ver a los peces nadar y los alimentaba. Ella era una chica feliz, pero su apariencia influía en su felicidad. Veía a chicas de revista muy lindas y ella sabía que eran humanas y ella era de una especie diferente... pero... ¿por qué Yuta no hizo el intento de hacerla bonita así como las chicas que ella veía? "Si lo bonito vende" Esas palabras se las repetía una y otra vez. 

Pero tú no eres bonita, así nadie va a quererte.

(...)

Jaemin abrió sus ojos lentamente. El dolor en su estómago se había ido y las punzadas que de inmediato aparecían en su cabeza al abrir sus ojos también ya no estaban. Esperaba que así fuera en todo el día. Renjun no estaba en la cama, era viernes significaba que había ido a la secundaria.

—Voy a pararme.

Para cumplir sus palabras, se levantó de la cama y quedó en la orilla de esta sentado. Se sentía algo tenso, pero ya no había dolor o molestia por el cual preocuparse. Se levantó de la cama, la tendió y fue al baño a lavarse su cara y dientes. Se miró al espejo contemplando su rostro. Era muy guapo, él lo sabía. Pero lo que más ama de él... su sonrisa.

—Está sonrisa es sólo para Renjun —dio una risita y se sonrojó un poco.

Sus sentimientos hacia Renjun ya los tenía claro, le gustaba el chino. Renjun era su fortaleza para despertar cada día, para mejorarse. Él le haría saber sus sentimientos algún día, eso esperaba él.

Salió del cuarto y se topó con la mamá de Renjun.

—¿Buenos días? —dijo.

—¡Oh, Jaemin! Buenos días... no... ¡Ya es tardes!—le dio una sonrisa —. ¿Te sientes mejor para que te hayas levantado de la cama?

—Así es. Ya no tengo dolor.

—Es bueno escuchar eso. ¿Qué tal si me ayudas con la comida de hoy?

Jaemin sonrió para dar una respuesta y fue a la cocina en donde estaba la señora. Su misión era pelar las papas y las zanahorias, luego cortarlas en pedazos pequeños.

—Esto es difícil, me castra —hizo una mueca mientras partía las papas.

—Jajaja. Sé que puede ser difícil, pero una vez que terminas te sientes aliviado.

Al terminar la comida, Jaemin comió una galleta, con esa su energía subió al tope, así que le sugirió a la mamá de Renjun acompañarla a recoger a su amigo.

—¡¿Jaemin?! ¿Te sientes mejor? —exclamó emocionado el chino al ver a su amigo en el asiento trasero.

—¡Sí! Le dije a tu madre si podía venir. ¡Hasta ayudé con la comida!

Renjun lo abrazó y algo extraño comenzó a sentir en su estómago. Dolor no. Asco no.

Tal vez son esas famosas mariposas.

¿Me Quieres? | RenMin | PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora