Día 5: Futuros deshechos

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Cuestión de iniciativa

—Creo que ya es tiempo de que se lo digas.

Yuzuha soltó aquel comentario sin anestesia, así, simple y llano como si estuvieran hablando del clima o los precios de la canasta básica. Hakkai casi se cae de boca en cuanto la escuchó.

—¡¿Qué?! —exclamó escandalizado, abrazando las telas que recién acaban de ir a buscar para el traje de Takemichi. Un favor que Mitsuya le pidió y al que él de ninguna manera iba a negarse—. ¿Cómo se te ocurre semejante locura? Perdiste la cabeza.

—Ay, vamos, Hakkai. Tienes prácticamente treinta años y llevas un poco más de la mitad de tu vida suspirando por la misma persona. Ya ármate de valor para confesarte, ¿Qué no ves que se te está yendo el tren?

—Shhh. ¿Quieres bajar la voz? —pidió, mirando en todas direcciones. Paranoico al pensar en la posibilidad de que algún conocido pudiera escuchar los parloteos indiscretos de su hermana—. Estamos en plena calle.

—¿Y? No he dicho nombres. —Yuzuha se encogió de hombros para restarle importancia a las preocupaciones que él pudiera tener—. Simplemente creo que estás perdiendo tiempo valioso. Nos iremos a Francia en unos días y no volveremos hasta la boda de Takemichi. ¿No sería genial que pudieras ir acompañado de "esa persona" como tu pareja?

—Sí, pero esa persona está muy ocupada justo ahora como para molestarla con mis tonterías.

—Tus sentimientos no son tonterías, Hakkai —reprendió su hermana, aferrándose a su brazo y descansando la cabeza en él mientras continuaban caminando—. Prométeme que al menos lo tendrás en cuenta, ¿vale?

—Lo haré —contestó, más para darle el gusto que porque en realidad lo estuviera considerando. Su estilo de vida actual no le permitía hacerse ilusiones en vano.

Hacía muchos años que pasó de vivir de ellas a conformarse. A aceptar que lo más que podría obtener de Mitsuya era amistad pura y desinteresada, a ser testigo de sus logros y trabajar en los suyos, siempre procurando que se mantuvieran afines y que, de algún modo, su trabajo le permitiera sentir que estaban al mismo nivel.

Doce años después ya tenía una vida hecha. Hakkai se había acostumbrado a que las chicas lo rodearan a menudo, al hostigamiento, la fama y también la distancia. Nunca pasaba demasiado tiempo en un mismo lugar, menos en Tokyo, en dónde Mitsuya aún permanecía. A pesar de todo ello se mantenían en constante comunicación.

En sus años de adolescente, Hakkai era quien siempre iba a la casa de Takashi o le enviaba mensajes de texto cada día con cualquier pretexto que tuviera a la mano. Siempre detrás de él a dónde quiera que fuera. Actualmente las cosas se desarrollaban de maneras muy distintas:

Debido a su carrera casi no le quedaba tiempo libre para sus asuntos más personales. Su celular la mayoría de las veces era contestado por Yuzuha, su mano derecha y fiel compañera en esta travesía. Ella fue la que lo volvió consciente del cambio, es decir, de que ahora era Mitsuya el que lo llamaba o le enviaba mensajes para saber de su vida, cómo estaba y cuándo se pasaría por Tokyo.

En aquella ocasión, Hakkai pensó en las vueltas tan crueles que daba la vida. Justo cuando ya era un hombre a su altura, cuando ya tenía mil cosas para ofrecerle, su ritmo laboral no le permitía estar cerca y poder intentarlo de verdad. Sin embargo, él no había olvidado a Mitsuya. Sus sentimientos continuaban intactos en lo más profundo de su ser.

Una vez de regreso, se encontraron a Takemichi platicando con Mitsuya mientras Hina se probaba su precioso vestido de novia. Una obra de arte hecha por esas habilidosas manos que, aunque ahora pareciera imposible, alguna vez golpeaban tipos corpulentos sin problema.

Fue un momento bastante ameno y nostálgico, pero Hakkai no pudo evitar que su atención se enfocara demasiado en otros detalles. Todos habían seguido sus propios caminos, Takemichi estaba por dar un gran paso y Pah fue el primero de ellos en hacerlo. Se preguntaba si alguna vez él encontraría a alguien con quien tratar de...

Suspiró. No le veía sentido por más que le diera vueltas al asunto. Siempre que reparaba en ese tema sus pensamientos volaban directo a una sola persona, y aquello no era más que una ilusión tonta de adolescente que debería dejar atrás.

—¿Hakkai? —Pero todo parecía indicar que nunca podría, que Mitsuya se había anclado en su corazón sin pedir permiso. De la misma forma en la que ahora estaba invadiendo su espacio personal y chasqueando los dedos delante de él para traerlo de vuelta—. ¿Qué te pasa?

—Nada, estaba repasando mis pendientes para lo que resta del mes. —Agitó la cabeza como si al hacerlo sus inquietudes fueran a desvanecerse. Él sabía que lo máximo que lograba era dejarlas de lado por un rato—. ¿Me decías, Taka-chan?

—Yo nada. Takemichi y Hina se despidieron de ti y no les hiciste caso. Yuzuha está afuera contestando una de tus llamadas porque tampoco parecías tener intención de atender. —Mitsuya dejó las telas y los alfileres de lado para sentarse junto a él—. ¿Estás bien?

—Sí, claro. ¿Por qué?

Hakkai no quería que los nervios se apoderaran de su cuerpo, pero no importaba cuántos años pasaran, si era Mitsuya el que estaba cerca no podía ser de otra forma. Sentía el peso de esos ojos tan hermosos sobre él, porque lo seguían siendo aun cuando su portador se empeñaba en usar gafas extrañas.

Mitsuya estaba a muy pocos centímetros de distancia, y Hakkai era perfectamente capaz de oler su colonia de lavanda y cítricos. Cada inhalación que daba lo llenaba de su agradable aroma.

—Por nada. —Lo vio levantarse de golpe, como si necesitara alejarse y tomar aire. A Hakkai le dio la impresión de que Mitsuya quería decirle algo—. ¿Estarás ocupado estos días antes de marcharte?

—Uh, no. Creo que no —respondió mientras lo veía regresar a las telas para el traje de Takemichi—. Y... ¿Y tú?

—En esto —Mitsuya señaló hacia su mesa, dando a entender que sí lo estaría. Aquello desanimó un poco a Hakkai—. Pero solo durante el día. Mis noches estarán libres.

Desde pequeño, Hakkai siempre supo que era torpe y denso, pero hasta él se percató de que aquello fue una insinuación muy directa de parte de Mitsuya. Y por supuesto, tendría que haber sido muy estúpido como para no captarla y desaprovechar la oportunidad.

—¿Quieres... salir a cenar a algún lado, Taka-chan? —preguntó, haciendo uso de toda su fuerza de voluntad para no salir huyendo de ahí. Era un hombre adulto ahora y quería comportarse como tal.

—¿Cuándo? —Su amigo tenía ya dos alfileres entre sus labios, centrado en cortar la tela cuidadosamente.

—B-bueno... —Se rascó la nuca desviando la mirada hacia la puerta. Le quedaba poco tiempo antes de que Yuzuha regresara.

—Mañana me vendría bien. —Mitsuya tomó la iniciativa una vez más—. ¿Pasas por mí?

—Claro, paso por ti.

En ese momento, Yuzuha abrió la puerta para contarle las novedades. Sin embargo, Hakkai no podía poner atención en otra cosa que no fuera en el rubor de las mejillas de Takashi, mientras este seguía haciendo su trabajo con toda calma.

Ahora mismo le encantaría saber si en realidad siempre tuvo una oportunidad y no se había dado cuenta de ello. Tal vez solo era cuestión de atreverse a dar el primer paso.

El significado del amor | Mitsukkai Week 2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora