Polvo

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Capitulo 4.

El polen le provocaba un cosquilleo en su nariz que solo le daban ganas de estornudar, tomó un pañuelo quien sabe donde lo obtuvo y lo ocupó como se es debido, su acompañante la miraba pendiente de cada desagradable sonido que emitía su nariz.

- ¿Qué? -Pregunto la maestra extrañada por la actitud de su acompañante, este sin más sé paro del asiento y desapareció del vagón de forma fantasmal.

La gente reía y algunos niños hasta cantaban dulces melodías infantiles, el aroma de la comida se mezclaba con tanta especie de ingredientes dentro del vagón que le daba náuseas a esta mujer de poco gusto culinario, aunque sus esfuerzos por preparar un buen plato de comida siempre terminaba en un desastre, un desastre que ni ella misma apreciaba. Su parada estaba pronta a llegar así que iba atenta a la ventanilla, un joven se sentó a su lado sin previo aviso, la maestra dió un salto de horror al ver al joven que tenia junto a su lado.

- ¿Qué soy muy feo? -Pregunto riendo el joven que sacaba un papel junto a un lápiz, Leah de reojo intentó ver lo que el joven escribía con una serenidad que la había conmovido.

- ¿Sucede algo señora? -Leah no sabia con que palabras hablarle al muchacho quien levantó la vista a la ventana.

- ¿Qué escribes? -La maestra se atrevió a dejar su timidez de lado por la curiosidad que sentía en el muchacho.

- Una carta.-Respondió este seguro.

- ¿A quien?

- A mi novia Danielle. -La maestra se puso a pensar un poco en lo ridículo de su pregunta y lo obvio de la respuesta del joven, ella no dijo nada, se mantuvo en silencio observando las cantidades de diferentes rostros que había en el tren, miro a donde se encontraba el joven pero solo halló un puesto vacío. La maestra Leah Flores nuevamente se dejó llevar por los colores del paisaje, el tren se detuvo en una parada en donde un sin fin de personas se integraba en el viaje, el muchacho anterior se volvió a sentar a su lado pero lo diferente era que cargaba un gran paquete en sus manos con un gran envoltorio de un peculiar estampado.

- ¿y ahora que cargas? ¿No te habías marchado?

- ¿La conozco? -Preguntó el muchacho.

- Pero si estabas junto a mí hace un rato. -La mujer cuestiono si lo sucedido hace unos minutos era algo que se habría imaginado, pero en fondo sabía que no era así.

¿El muchacho la habría olvidado por completo?

- Quizás fue otra persona señora.

- ¿Qué es? -La maestra apunto a la caja que tenia él en sus manos.

- ¿Esto? -El joven levanto el paquete y se sentó junto a ella. -Un regalo de cumpleaños a la chica que quiero.

- ¿A tu novia Danielle?

- No conozco a ninguna Danielle, la chica se llama Sofía, señora.

Esta situación ya se le hacía realmente extraña, el joven ya no reconocía el nombre de su novia, creyó que posiblemente que este le jugaba una mala broma, pero él no daba ningún indicio de ser así, la maestra se mantuvo en silencio pensando en lo ocurrido.

Observo por el reflejo de la ventana durante un buen par de minutos a una familia que reía y hablaban animados, en la ventana se había dado cuenta que el joven a su lado se encontraba saliendo del vagón a otro, no le dio mera importancia estaba realmente sumida en sus pensamientos intentando comprender del porque no se sentía perteneciente a una familia como la que miraba con tanto celo.

Oyó una melodía que marcaba en ritmo continuamente, tan armónico que sentía que su alma era llevada por un ángel al cielo, se sentía completa y satisfecha con su alrededor e incluso podría decirse que con sigo misma, busco a quien la tarareaba con tanto fervor y se topo con el mismo acompañante que nuevamente escribía en un papel, esta vez no quiso hablarle ni tenia la osadía de mirarlo.

- ¿Qué rima con minutos? -El chico se dirigió a Leah quien ella ignoro completamente la pregunta. - ¿Me esta escuchando?
- Tributos. -Respondió dudosa la mujer que aún eludia al muchacho. - ¿Es un poema para Sofía?
- No, la chica se llama Valentina. -La mujer sorprendida tendió a levantarse del asiento e salir del vagón sin despedirse del chico, se dio media vuelta para verlo y no logro encontrarlo, solo un par de asientos vacios. Decidió volver a sentarse en cualquier otro lugar sólo para no poder encontrarse con ese rostro que la cuestionaba totalmente en lo que creía posible y en lo que no.
Salió del tren intentando no ser aplastada ni pisoteada por los viajeros que llegaban a sus destinos y los que recién iniciaban el viaje. Se le hizo imposible no pensar en el muchacho durante su estancia en la ciudad, todo aquello la dejo pensativa.

Teorema de NoetherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora