Teorema de Noether

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Ella se levanto del suave lecho junto al de su compañero, él un hombre viejo y malhumorado, hundido en placeres exóticos, un hombre de familia y gran éxito, entrelazando sus dichas y desdichas a mujeres tendidas en las calle esperando al próximo cliente.

- ¿Te vas, Ana? -Pregunto el hombre canoso levantando el rostro hundido en las sabanas, ella asistió y tomo su ropa que se encontraba al termino del lecho que la ha acogido un par de noches en el pasado.                                                                                                                                                                                                  

Los cortos vestidos la cubrieron con rapidez al oír pisadas al exterior de la habitación, Ana llena de miedo salio del cuarto sigilosamente, caminaba en puntas para que nadie notara su intromisión en la casa, pero aun así llego a ser vista por la esposa, una mujer vieja y tediosa, que la gritoneó de zorra y roba maridos, golpeo a Ana hasta la salida de la casa, su compañero de cuarto intentaba tranquilizar a su mujer pero solo recibía golpes vespertinos.

Anastasia salio tambaleando de la humilde morada a la calle, miles de miradas se reflejaron en la joven, miradas de asco por las señoras y la intimidación de algunos. Ana cruzo miradas con una señora canosa y ropaje viejo e desteñido, esta vieja al verla le sonrió con una lagrima en los ojos, la joven le reconoció y se oculto con vergüenza entre la multitud.                                                                            

Ahí Leah Flores divago en su alma un profundo vació, la busco entre la gente y no logro encontrarla, ni un rastro de su cabellera dorada, volvió con el paso lento a un gran edificio que era recurrido por estudiantes, camino tan lento por los pasillos que los más viejos se apresuraban el paso, haciendo sonar sus zapatos en el cerámico hizo notar su presencia en el edificio tan rápidamente que los jóvenes corrieron la voz de su llegada.
- Buenos días, jóvenes. -La maestra alzó la voz por todo el gran salón, que estaba lleno de rostros diferentes, de acercó al gran pizarrón y escribió pacíficamente en el.
- ¿Alguno habra escuchado del teorema de Noether?
Y nadie respondió.

Dedicado a Alan Nawif Scroeder, por su deseo.

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