Dra. Ara Ara

Capítulo 23: Amor ambicioso

Fue a la parada del autobús, como todos los días, esperando a volver a verla, pero eso no pasó. Esperaba hasta el último momento, con la ilusión de verla acercarse a la lejanía, sólo una vez más quería ver su rostro, quería ver esa mirada solitaria que la hacía temblar, porque cada día que no la veía sentía como su corazón se rompía lentamente en pedazos.

Todos hablaban de un amor dulce y suave, hablaban de ese amor que te elevaba al cielo y te hacía ver estrellas, pero... ¿Por qué el de ella era un amor tan doloroso? ¿Tan vacío? Un momento ella deseaba estar en la semana pasada, cuando no experimentaba nada de esto, cuando era feliz siendo ignorante de este sentimiento, se reclamaba a sí misma el haber chocado con esa persona, el haber cruzado sus miradas.

Pasaron los días, y estaba a punto de perder la esperanza, e incluso pensó que eso era mejor, era mejor no volver a verla, para que lentamente pudiera olvidar ese sentimiento. Y aunque al inicio fuera doloroso, lentamente podría volver a la normalidad.

Pero cuando ella había alcanzado esa resignación, el destino se dispuso a jugarle "en contra", cuando un día mientras jugaba con su celular en el autobús, sintió como alguien se sentaba en el asiento de a lado, empujándole la mano.

— Oh, disculpa —dijo la chica de pelo castaño con una sonrisa.

— Eh... —por un momento su garganta se secó y se contrajo, casi dejándola sin voz. No podía creerlo, como una aparición, como un ángel, ahí estaba aquella chica que era la causa de sus lamentos, de su dolor— ...no te preocupes —dijo totalmente sonrojada.

La chica sólo sonrío, sin dar mucha importancia a Juana Paula, la cual estaba en un dilema mental: "¿Cómo puedo hablarle? ¿Debo dejarla ir? ¿Debo estar sólo agradecida con el hecho de haberla vuelto hacer?", todo eso la agobió al punto de que su nariz empezó a sangrar y pequeñas gotas cayeron sobre su teléfono.

— Ahhh... —se quejó, ahora no sólo tenía que lidiar con todos sus complejos, sino que también tenía que hacer algo con su nariz, que había escogido el mejor momento para sangrar.

— ¿Eh? —la chica de cabellos castaños se giró al escuchar aquel quejido— espera... ¿Estás bien? —preguntó acercando su rostro, mientras veía como Juana Paula se empezaba a sonrojar.

—Yo... yo... —sus ojos empezaron a lagrimear, mientras deseaba con fuerza que la tierra le tragara.

—Espera, espera... —la chica abrió su bolso, como si buscara algo. Y al cabo de un par de minutos encontró un paquete de toallitas húmedas, del cual sacó una, la cual acercó lentamente a la cara de la Juana Paula— no te muevas o te vas a manchar demás.

—Eh... —Juana Paula se paralizó, todo era borroso debido al llanto que estaba conteniendo.

—Limpiar la sangre suele ser difícil —comento aquella chica— ¿Cómo te llamas?

—Juana Paula... —alcanzó a decir la chica con voz temblorosa.

— Mucho gusto —dijo la peli-castaña, con una enorme sonrisa, buscando tranquilizarla a pesar de que todo eso era a causa de ella, de su presencia— yo me llamo Ara Ara.

—Un gusto —dijo Juana Paula, mientras sus mejillas se sonrojaban más. No sólo había podido volver a verla, sino que también ahora sabía quién era.

En ese momento lo entendió, entendió una cosa nueva sobre el amor. No solamente podía ser a primera vista, no solamente podía ser doloroso y tortuoso, sino también ambicioso. Ella que apenas hace unos días pensaba en conformarse con sólo volver a verla, ahora que la había visto y sabía su nombre, quería más...

Quería saber sus pasatiempos, su edad, a qué se dedicaba, su comida favorita, cualquier cosa... cualquier pequeña cosa que le acercara a ella. Incluso en esos pequeños roces, mientras limpiaba su nariz sangrante, más allá del olor a hierro podía sentir su aroma a perfume, e intentaba grabarlo en su interior, y que fuera una parte más de su ser.

Ella lo supo en ese momento, que no olvidaría aquel día, el día que hablaron por primera vez.