Capítulo 21: Cambio de Rumbo

13 0 0
                                    


Si tuviéramos que describir a aquella joven de grandes ojos, largos cabellos rizados, piel clara, con labios pronunciados y cejas pobladas, diríamos que era demasiado reservada, y eso de alguna forma la hacía ser una chica solitaria. No es que fuera una persona asocial, no es que no pudiera sostener una conversación elocuente con las personas, tampoco es que odiara a la gente, simplemente le costaba conectar con otros, algo en ella ahuyentaba a las personas y de alguna manera eso le encerraba en una burbuja de soledad.

Su día a día era una rutina a la que se había acostumbrado, despertar temprano, ir a la parada del autobús, ponerse los audífonos y escuchar música durante el trayecto, ir al trabajo, cumplir con su jornada, volver a la parada del autobús, jugar algún juego de celular en el autobús, volver a casa, cenar, ver algunas cosas en internet y dormir temprano para poder despertar a tiempo para su siguiente día en el trabajo.

Todos sus días eran lo mismo, a cualquier otra persona eso le hubiera desquiciado, pero no a ella, de alguna forma esa rutina, esa monotonía, le inspiraba un poco de seguridad, y esa seguridad le daba la fuerza de cumplir con sus obligaciones diarias. Si bien podía ser triste no tener a quien saludar en el trabajo, o con quien comer el almuerzo en sus descansos, o alguien a quién llamar después de un día difícil, aún así tenía una razón para levantarse cada mañana.

— Buenos días —dijo mirando a aquella bolita de pelos que se encontraba dormida al pie de su cama— ¿Cómo dormiste hoy... Lina? —entonces esa gata le miraría fijamente, con sus enormes ojos amarillos, mientras era acariciada, para posteriormente soltar un maullido ronco. Aquella chica sonreiría, miraría su pequeño departamento, donde sólo vivía ella con su gata, pero no necesitaba más, ella había llegado a esa conclusión, porque sólo se tenían la una a la otra.

Se levantó con cierta flojera, metió sus pies en sus pantuflas negras y camino hacía la cocina donde puso a funcionar la cafetera, mientras esta empezaba a funcionar decidió tomar un baño rápido y así empezar su rutina diaria a la cual estaba más que acostumbrada. Al terminarse de bañar, se vistió con un cernido traje azul con bordados blancos, medias naturales y unos tacones negros, los cuales odiaba, pero se veía obligada a usarlos puesto tenía que dar una buena imagen en la agencia de publicidad donde trabajaba.

Apenas terminó de vestirse, vertió el contenido de la cafetera en un termo y lo puso en su bolso, se lamentaría por no poder desayunar, pero prefería dormir un poco más cada mañana a perder el tiempo preparando el desayuno; se despidió de Lina con una caricia y dirigió sus pasos a la salida de su hogar para así dirigirse a la parada del autobús, cosa que había hecho los últimos tres años con cierta satisfacción.

Ya afuera, ella miraba la hora de su reloj, sentía que llegaba tarde y su corazón se agitaba mientras el sueño invadía su cuerpo: "Ojalá pudiera seguir durmiendo" pensó, mientras cruzaba la calle, sintiendo el frío aire rosar su piel. Parecía un día común y corriente, pero ese sería el día en que la vida de Juana Paula cambiaría para siempre.

— Ah... disculpa... —su hombro choco con el de otra persona, una chica de pelo corto y castaño, vestía una blusa blanca con un gran escote que resaltaba su enorme pecho, la cual se encontraba fajada con un pantalón negro, que remarcaba su fina cintura y sus grandes caderas. Por un momento Juana Paula se quedó sin palabras al encontrar una mujer tan voluptuosa, su boca se secó y su rostro se sonrojo terriblemente.

— Sí... no te preocupes —alcanzó a decir, mientras sonreía con cierta incomodidad, sus miradas se cruzaron, la misteriosa chica le sonrió y en ese momento algo en el corazón de Juana Paula cambió, y ese sentimiento la llevaría a cambiar el rumbo de su vida.

Dra. Ara AraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora