[Benkei & Wakasa]

102 14 3
                                    


━━━━━━ ◦ ❖ ◦ ━━━━━━

Es una de esas noches en que han sido superados por los acontecimientos; las lágrimas de felicidad, la emoción y la expectativa.

De pie sobre las piedras del jardín, Wakasa observa las camelias. Apenas empiezan a florecer, pero los tonos fucsia y rosa se impregnan vívidos entre sus pétalos, y casi puede jurar que los pistilos amarillos refulgen bajo los rayos de luna.

Inhala lentamente, las largas pestañas siendo testigos de la brisa nocturna que revela el aroma de sus flores.

Tal vez deba enviarle un arreglo a la casa Sano. Son los colores favoritos de Emma y Draken. Y aunque él les ha insistido que no hay color que determine la naturaleza de quien viene en camino, ambos están convencidos de que se trata de una niña... Y Senju también.

"¡Sí! ¡Una niña a la que puedas llevar al gimnasio de Waka, Emma-chan! Le puedes enseñar tus movimientos especiales, ¿cierto Waka? ¡Aw, será toda una princesa guerrera!"

Wakasa sonríe con el recuerdo de esas palabras y mueve el cuello para ambos lados, adelante y hacia atrás. Flexiona los brazos en alto hasta que las palmas de sus manos tocan el centro de su espalda y gime en voz bajita, satisfactoriamente, mientras siente las uniones de sus hombros reagruparse correctamente.

Luego, Benkei lo captura en un abrazo gentil.

—¿Cansado? —Pregunta Wakasa, apoyándose contra su cuerpo. No se refiere al trajín al que están sujetos día a día, si no al positivo quiebre emocional al enterarse que los Sano esperan un integrante más, que será parte de esa inmensa, peculiar y abrasadora familia a la que ellos también se sienten ligados de algún modo, aunque no hubieran vínculos de sangre de por medio.

Benkei responde con silenciosos besos esquimal. El toque de su nariz contra la nuca de Wakasa, viajando lenta y suavemente por el borde de su cuello, sus dedos gentiles jugueteando contra el borde de su pijama de lino, perfecto conocedor de lo que hallará bajo la tela.

La madrugada posee un aroma que trenza la fragancia del bambú en las fuentes que los rodean, la sal en las piedras apiladas y las flores favoritas de Wakasa; pero la energía que se desprende de ese cuerpo esbelto es el mejor de los jardines zen para los sentidos de Benkei.

—No tanto —sus cuerdas vocales vibran contra el hombro izquierdo de Wakasa. Este ha cerrado los ojos, como cada vez que el toque de su compañero debilita su espina dorsal, y corresponde aún de espaldas acariciando la barba entrecana en él, acercando sus labios de seda a la piel tostada en sus mejillas—. Me preguntaba si quieres jugar una partida en nuestro ring de boxeo.

La piel de Wakasa emana su propia respuesta. Una invitación así no podría ser rechazada, lo saben los diminutos vellos en sus brazos, alertas a cada caricia y vibrato en la voz de Benkei. Lo saben también sus muslos, de pronto urgidos por el fuego en las manos que lo seducen. Hay un interruptor que se acciona en él como si fuera el mismo adolescente de hace tantos años, deseoso de experimentarlo todo, ingenuo al creer que su propia ferocidad no encontraría sujeción jamás.

Es la risa que escapa de ambos a la vez, el tono grave y el otro apenas audible, como si de una travesura secreta se tratara, que en mutuo y tácito acuerdo los lleva a emprender el camino hacia la habitación que comparten desde que decidieron que viajar de un extremo de Tokio a otro para verse, no le hacía bien a ninguno; y contar las horas para encontrarse en secreto antes de reuniones estratégicas con un líder de por medio, tampoco.



Tal vez, a su modo, sí han conseguido escaparse esta noche.



Bajo las sábanas, Wakasa se acurruca en su espacio favorito: la piel de Benkei, templada, suave y firme sobre su pecho, y se deja llevar por la sinfonía nocturna que rodea su casa. Tan sutil como el sonido del agua cayendo sobre los pequeños estanques. Y las cigarras entonando melodías nocturnas. Tan agradable como el susurro de las hojas de pino acariciando los bordes del shoji desde allá afuera, y los dedos de Benkei que delínean su mandíbula y rozan sus labios, un silencioso llamado a compartir más de esa lumbre que los reaviva, los reconecta, eleva sus almas al cielo y los convence de que, aún cuando las eras cambien y no sean dominadas por los dragones surcando la bóveda celeste, continuarán caminando juntos, siendo dos partes de un mismo ser.


━━━━━━ ◦ ❖ ◦ ━━━━━━

Herbolario [Tokyo Revengers Drabbles]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora