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Precioso
Harry observa con fascinación como los brillantes ojos verdes de su bebé brillan con vetas color zafiro. Su piel porcelana reluce con un rubor rosado en sus mejillas, y sus labios forman un mohín adorable mientras balbucea en su dirección. Está perdidamente enamorado de su bebé, que babea al meterse todo lo que está a su alcance, desesperada por quitarse la comezón que le provocan los dientes brotando de sus encías.
Emerald es su pequeña bebé perfecta, tan perfecta que sabe que a veces tiende a descuidar a Prince un poco. No es intencional en lo más mínimo, después de todo es fanático de los bebés y cuando nació Prince pasó tanto tiempo pegado a él que el Lord estuvo tentado a hechizarlo para mantenerlos separados más de una hora, pero no puede dejar de mirar las mejillas redondas y acariciar el suave cabello negro. Además, sabe que Tom se encargará de su hijo tan bien como él mismo lo haría.
Lanza una mirada debajo de sus pestañas cuando besa la frente de Emerald, aspirando ese olor a bebé que es tan adictivo, pero con la atención fija en su esposo; el mago más poderoso en varios siglos está arrodillado en el suelo, recogiendo el peluche que le indica el bebé en sus brazos. Contiene la risa que brota desde su pecho cuando Prince tira de un mechón de su cabello, obteniendo como única respuesta una inspiración profunda para mantenerla calma.
¿Cuánto estaría el mundo dispuesto a pagar por ver eso? Todos se volverían locos irremediablemente si pudieran ver como el Lord pasa con cuidado el pijama por la cabeza del niño. Está seguro que la mayoría de las familias mágicas y sangre pura dejan que los elfos se encarguen del cuidado más básico de sus niños, Draco mismo se lo repite constantemente cuando Harry se dispone a cambiar un pañal en presencia de su delicada nariz, pero eso es algo en lo que no piensa ceder nunca. Sus hijos son suyos, y si bien permitirá que su Lord los críe como perfectos niños sangre pura, tiene que al menos ganarse el título de padre. Y Harry tiene que admitir que lo hace de maravilla porque, aunque incluso el mismo Harry en ocasiones teme aún haber ido demasiado lejos con los límites de su esposo, está seguro que Prince no piensa ni por asomo que su padre pueda hacerle daño.
Sí, Harry está absolutamente enamorado de su preciosa niña, y eso puede distraerlo un poco del cuidado de Prince, pero también admite que el estar pegado a su bebé le da una excusa para simplemente mirar a Tom y a Prince, porque ni siquiera la belleza inocente de Emerald es capaz de hacerlo apartar la vista cuando Prince posa sus labios en la mejilla de su padre y la caricia llena de afecto con la que este le revuelve el cabello mientras salen hacia la habitación de su pequeño príncipe.
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Amo ¿ustedes aman? Díganme sí aman y quieren más de ellos. Muchas gracias por leer y te agradezco el doble si te tomas el tiempo de comentar, recuerden que los comentarios son aquellos que me dejan saber si les interesa o no que siga publicando estas historias. Los amo mucho~ Baibai~
