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Y si no puedo protegerte, ¿entonces para qué existo?

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Y si no puedo protegerte, ¿entonces para qué existo?

    —¿En dónde te habías metido, Rose? —El bufón da un rápido vistazo a los alrededores. Toma una de las flores que han podado los jardineros y, entre ademanes agraciados, la extiende a su rey. El tacto de su piel es álgido, y al mismo tiempo rebosante de calidez. Las rosas púrpuras ya casi no crecen por esas tierras y es difícil encontrarlas al aire libre. Ya no cantan canciones a los cuatro vientos, ni recitan poemas a la intemperie, muchísimo menos cuentan cuentos a los príncipes, pero algo en aroma se ha impregnado entre los pétalos, como un vestigio de lo que alguna vez fueron, en la promesa de un pasado que ahora es simple ilusión—. Te llamé y no pudieron traerte ante mí. ¡Vaya que los castigaré por incompetentes!

    En ocasiones, Tae Hyung se percibe como las rosas en el vivero del rey Jeon. Silencioso, olvidado, ignorado. Destinado a yacer como parte de una extensa colección en la que su indómita existencia, representa, si es que tiene suerte, tan solo un diminuto eslabón.

    Y está bien sentirse de esta forma (¿lo está?). Eso le hace recordar que no importa cuánto le llene de obsequios, Jeon IV sigue siendo un hombre despreciable. Sin importar las ilusiones que provoquen su voz suave o su mirada suplicante cargada de hipócrita inocencia. Jeon es peligroso.

    Hijo de asesino.

    Nieto de asesino.

    Hombre despiadado.

    En el camastro, sin embargo, es diferente; allí Tae Hyung puede tomarlo del cuello y someterlo con violencia, allí puede usar la torpeza de sus brazos en tanto el soberano pida un trato osco e imprudente, puede morderlo, rasguñarlo, herirlo. Puede hundir su carne en él y obtener sus sollozos como premios. Puede saborear aquello de lo que tanto reniegan los hombres de Verx... La vulnerabilidad.

    Y es que la vulnerabilidad es despreciada en estos días, en tiempos de caza, en donde cada hombre o mujer busca la llave de su futuro en la rigidez y la aspereza.

    Pero una cosa es la cama y otra muy diferente, la corona.

    No responde a su pregunta, sino que extiende su brazo izquierdo para señalar el centro del valle y Jeon entiende. En la capilla privada del castillo, los artistas trabajan arduamente para pintar las cúpulas de los techos principales. Jeon necesita un lugar para rezar a sus ancestros, y las flores del vivero, un nuevo cristal que las proteja del ácido exterior.

    —¿Qué fuiste hacer al valle? —pregunta Jeon al instante.

    —Comprar telas, para mis nuevos ropajes.

    —Pude escogerlas para ti, Ferrand pudo comprarlas para ti —Jeon da un rápido vistazo a TaeHyung y de inmediato puede notar la venda en su mano. Extrañado, lo toma suavemente del brazo y observa en silencio la venda. No hace preguntas, tampoco permite que TaeHyung aparte la mano, ni este hace ademán de apartarse. Puede sentir cómo el bufón toma una gran bocanada de aire y exhala con serenidad su aliento.

El bufón busca su cordura © TaeKookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora