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Estas tropas desleales

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Estas tropas desleales

    Se le ha visto montar a su caballo negro al tiempo en que los soldados abren paso a ese artista que jamás debió salir del castillo. No caza por placer. Nunca en los años que ha compartido con su majestad ha disfrutado lo que los Tiempos de Caza provocan en los hombres de esta tierra.

    Las llamaradas de su insensibilidad se hacen más profundas, grandes y duraderas, y con cada día que pasa, es cada vez más imposible volverlos a su estado de origen. La inocencia. La bondad. La simple humanidad.
Este reino no quiere regresar a lo que era antes. Por eso instruye a sus príncipes a cazar, a castigar, a someter. Porque de los Cinco Reinos, quienes no han demostrado tal fortaleza, se han visto obligados a yacer bajo tierra, entre escombros, polvo y sangre.

    Quizá por eso nadie recordaba a Rejum-Ajá, ni mucho menos Calaís.
Ambos habían perecido con cincuenta años de diferencia, pero habían cometido el mismo error: La ingenuidad.

    Calaís era un reino pequeño, pero muy próspero, rico en minerales y también abundante de presas y alimentos de todo tipo. La costa les aventajaba con la pesca, y los bosques con la carne roja. El aire tenía un aroma muy diferente al de Verx, en Calaís abundaban las brisas costeras y el deje a sal que dejaba en sus rocas. Y aunque las flores eran de todo tipo de colores, nunca encontrabas una púrpura.

    Nada en la naturaleza de Calaís resguardaba el color púrpura, ni las piedras, ni las flores, ni las aves; no había nada de aquel color con el que todo bebé nacía al batir las pestañas frente al cruel mundo que les acunaba.

    Decían que los ojos que portaban los miembros de ese pueblo, tomaban de la naturaleza el color para llevarlos a sus orbes. Lo encerraban en el iris para favorecerse en salud y habilidades descomunales, eran más altos, más fuertes, más resistentes.

   Los verxian de aquellos tiempos solían envidiarles mucho, pues aunque tenían el poder físico y natural para subyugar a los demás pueblos, su crianza pacífica les mantenía alejados de tales ambiciones. Sangre, caballos, caos y metal. La próspera vida de Calaís terminó cuando esos rumores de salud y vida eterna proliferaron por todo el continente cada vez más frecuentes.

    —Es... El rey demonio. Trae a sus tropas consigo, quiere ayuda para tomar el mando que las provincias de su reino le quitaron.

    Pero no lo dijeron.

    No en voz alta.

    No dirían que los estaban sacrificando para obtener sus dones y sus bendiciones, bendiciones que a ellos les habían sido negadas.

    —¡Llévate a los príncipes y resguárdalos!; Estarán bien bajo tierra hasta que ese diablo se marche. —En ese entonces, el Hashá (hombre encargado de liderar a los calaítas), era un hombre noble de tez morena que había sido nombrado por las familias principales del reino.
—Le dirás que no seremos parte de la guerra... ¿No es así, hermano?

El bufón busca su cordura © TaeKookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora