IV

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Al llegar a casa, lloró un poco por lo que había pasado, luego se preparó un té, lo llevó a una mesita que tenía al lado del sillón, lo revolvió, lo sopló y le dio un sorbo: perfecto, como siempre.

El reloj cucú sonó, ya eran las 7. Mick encendió la tele con el control remoto y sintió que entristecía al recordar de lo que trataba aquel capítulo.

Luego de que Harold publicara su libro, se pondría en una mesita en el mercado del pueblo, ofreciendo alrededor de 4 ejemplares de su historia. Sí, estaba incompleto e impreso en una pésima calidad, pero Harold estaba feliz con ello... hasta que el día terminó y nadie le había preguntado nada, ni siquiera lo habían mirado curiosamente, ¡ni siquiera despectivamente!, estaba desanimado, pero siguió yendo al lugar por 15 días, luego 30, después 60, y finalmente 64, en esos días no logró vender ni un solo ejemplar, como mucho le habían preguntado unas 10 veces y ya. Tiró la toalla y prefirió irse deprimido a una taberna a beber hasta ni saber quién era. Mary lo intentó ayudar, pero ni sus intentos eran capaces de sacar a aquel joven de su tristeza.

David era tan buen actor que lograba transmitir la desesperación, el dolor, y la tristeza en mucho más que sus llantos quebrados, era en su mirada, en su vibra... era una pena que un joven tan talentoso como él no hubiese sido validado como se debía y terminara en aquel canal sin tanto público, él merecía estar en Hollywood.

El programa terminó, la ansiedad empezó a rascar un poquito, era el capítulo 32, y la historia contaba con 40 capítulos, no faltaba mucho para el final.

Mick se duchó, se vistió, se lavó los dientes, tomó sus pastillas, se acostó, rezó un poco y deseó soñar con Bowie.

Al día siguiente, llegó a la escuela más temprano de lo usual, se había sentido extraña e intensamente animado y quiso hacer el intento de llegar primero que todos, cosa que logró. Llegó a las 5:45, por lo general, las clases iniciaban a las 7. Iba a ocuparse en acomodar su salón y tener todos los instrumentos bien afinados.

Las clases pasaron tranquilas, todo estuvo normal, los niños nuevamente le agradecieron por ser tan bueno y ya había llegado la hora de la salida. Tristemente, ahí estaba Keith, de nuevo, esperando por él a las afueras del instituto.

— Mick, vamos a ir a una fiesta.

El castaño sintió su corazón acelerarse, no sabía si de la rabia, los nervios, o ambas cosas.

— ¿Qué?.

— Como oíste, lindo. Le hablé a unos amigos de un bar gay que tengo novio, y que eres tú. Les dije que te voy a llevar hoy. Así que, vámonos — Keith jaló a Mick de la mano, este estaba tieso, la sola palabra fiesta lo asustaba mucho.

— No... no quiero, no quiero, no quiero, Keith... por favor, déjame — Mick intentó zafarse, pero Keith lo tenía agarrado con mucha fuerza y lo estaba prácticamente arrastrando por las calles, y para la mala suerte de Mick, no había nadie a quien pedirle ayuda. Mientras más jaloneaba, más duro apretaban su brazo. Se sintió muy pequeñito, el miedo atacó y empezó a llorar de la desesperación.

— Ay, ya, deja de andar llorando como una mariquita, Mick, eres un adulto, deja de ponerte así o te va a ir peor — Keith no aflojaba ni un poco el agarre de su mano y por más que Mick intentara soltarse no sucedía nada, Keith le ganaba por mucho en cuanto a condición física, meterle un puñetazo podría terminar peor y tampoco se atrevía a eso.

¿Por qué Keith hacía eso?, se supone que eso no lo hacen los amigos, los amigos comprenden que te de miedo, y prefieren visitarte a solas a tu hogar, de plano, no te acosan, no se te insinúan, no te tratan como cualquier cosa... Mick finalmente llegó a la conclusión, Keith no es buen amigo, no es amigo.

Su cabeza funcionaba diferente y distinguir el bien del mal todavía le costaba, era, prácticamente, como un niño. Creía que todo era bueno y que todos en el mundo eran sus amigos, pero a su vez les tenía miedo, era algo muy paradójico que ni siquiera él mismo llegó a comprender. Sin embargo, ya lo había notado, Keith es malo, no es un amigo.

Al reflexionar esto, Mick se atrevió, puso su pie frente a Keith, haciendo que este se cayera, y al poner sus manos en el suelo para evitar la caída contra su cara, soltó a Mick... no fue precisamente la idea más inteligente porque Mick también se tropezó.

En el momento que iba a empezar a correr, Keith lo jaló con mucha fuerza del pie, tirándolo al piso, haciendo que se golpeara fuertemente y dejándolo aturdido.

— No entiendo por qué te pones así — Keith ya estaba enojado, se notaba en su forma de hablar y su ceño estaba más fruncido de lo usual —. ¿Sabes qué?, lo intenté a las buenas, ahora, será a las malas.

Mick se asustó muchísimo y sintió que le faltaba el aire. — Pídele a Dios llegar hoy a tu casa con vida —. Lo que faltaba.

¿Dónde estaba su inhalador?, en su bolsillo... lo necesitaba, no sufría de asma pero siempre lo cargaba en su bolsillo para cualquier emergencia, ayudaba a relajarle la mente.

Keith no le dejó movilidad alguna, clavaba sus uñas en el brazo del castaño y le trataba de forma muy pésima. Sabía que si se defendía le iría peor. Prefirió quedarse quieto y distraer su mente para que todo pasara rápido.

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Es por una buena causa amistades. Ya van a ver que tengo razón.
Gracias por leer y gracias por el apoyo, lo aprecio muchísimo 💗💗💗💗💗💗

TVC15 • DavickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora