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Había llegado el día.
Adiós a México, adiós a los De la Mora... adiós a Paulina...

Los últimos días habían sido, por decir algo, raros. Coincidían ambas en medio de un silencio tenso pero no caótico, era más bien como la nostalgia de un domingo por la tarde.
Ella que la conocía bien, podía ver que en los ojos de Paulina se ahogaban mil palabras sin decir. Con su mirada le preguntaba una y otra y otra vez pero no obtenía por respuesta sino un desvío, un parpadeo, una Paulina huyendo por la tangente. Palabras que salieran de su boca, ninguna.

Ya había preparado su maleta, recorría la casa como alma en pena mientras algo se quebraba de nuevo en su corazón, para qué negarlo. Bruno daba largas al tema de empacar, lo dejaría en paz todo lo que pudiera porque sabía que tampoco era fácil para el niño.
A ella la encontró en el baño, preparándose para la mentada fiesta de Virginia. Se paró en el marco de la puerta a mirarla una vez mas.
"Te ayudo?" quiso intervenir solo para romper ese silencio. A fin de cuentas, como le dijo si algo quería cambiar estaba a tiempo, ese era el momento, pero debía decirlo. Nada.
"Que pasa?" La fiesta. La florería. Los temas con los que sabía que se evadia ultimamente. La tomó de la mano y su ex la apretó. Pensó que diría algo más, no.

Cuando subían los pocos peldaños hasta el parqueadero necesitó decir un poco más.
Recriminar su tozudez, aunque ya con las pocas fuerzas que le quedaban, viendo que aquello no podría ser entre las dos... Que ahora que se habían vuelto amigas, así se quedaría.... Era realmente frustrante. Otra de las gracias de Paulina, bien lo sabía. Pero más le corroia el saber que había algo más y que no lo dijera. Y no lo sabía porque lo hubieran hablado obviamente, lo sentía, la leía...

"Ojalá te hubieras dado cuenta que tu verdadera familia somos nosotros tres"
Se lo soltó viéndola a los ojos, sin lugar a donde correr. Lo tenía atravesado entre pecho y espalda. Le dolía hace tanto. Le dolió, le frustró, lo enojó todo su matrimonio, lo deshizo cuando partió aquella vez. Y ahora, cuando volvió sabiendo que había ciertas cosas que era mejor dejarlas del tamaño que estaban, seguía revolviendole la calma.
Tuvo que decirlo a punto de quebrar su voz porque la vio cargando todavía con más de lo que debía, porque había quedado en el aire antes, porque antes era ahora y ahora él no era él sino ella y el tiempo y el espacio y cómo se llamaran en realidad no importaba ...porque le tocaba admitir que lo que sentía por Paulina atravesaba cada una de esas pobres variables. Porque había comprobado que seguían siendo el tandem que recordaba que fueron y por más que quisiera, si Paulina no daba el brazo a torcer, no lo volverían a ser. Nada podía hacer si sus ojos le decían cosas que su boca contradecía. Ahora solo serían amigas... con un hijo en común.

De pronto se dio la vuelta... una luz de esperanza la levantó como hilo invisible desde la cabeza.... pero no... giro a decirle a Bruno "Madrid!". Nada.

"Estas muy callada" le dijo su hijo de camino al aeropuerto. Se excuso diciendo que era cansancio. Y en cierta forma lo era. Era agobio y esfuerzo por mantener las partes de su corazón ya roto por la vida en su lugar. Que bastante se había removido estando en México. Ahora tendría a su niño haciéndole compañía al menos, eso la reconfortaba. Pero los ojazos café de la madre de su hijo... esos seguirían persiguiendola en sueños como hace veinte años.
Iba muy ocupada cruzando la calle, pensando como conjugar la estancia del niño con el maratón que pensaba hacer de oficina para acallar los pensamientos, cuando otra cosa la sacó de ellos.
Un grito.
Su nombre.
La dueña de los ojazos color café....

En tus ManosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora