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Maria jose había recogido las botellas vacías y los platos que un rato antes le había ofrecido compartir para relajarse, en este plan de ser "amigas". Había ordenado los trastes tras regresar de la mansión y subido a la habitación de su hijo luego de bañarse.
Bajando las escaleras, ve a Paulina apoyada en la salida que da al jardín con una taza en sus manos.
Sin querer interrumpir sus pensamientos, pero sin ánimos de perder la oportunidad de contemplarla se quedó sentada en los peldaños.

Piensa que nunca la había visto tomar tanto té. En los días que lleva aquí, por lo menos tres veces al día la ha visto  prepararlo. Sabe que es de hierbas, que lo hace para que le ayude a serenarse... Conoce desde su vida anterior la lucha que le ha dado al Tafil, sin conseguir erradicarlo de sus costumbres...
Se apena de verla necesitarlo, de ver cómo sigue cargándose las espaldas, lo ha visto desde que eran jovencísimas. Recuerda todo su camino porque lo transitaron juntas, bueno, juntos.

Ha habido momentos en que se le ha ocurrido que su estadía allí la ha puesto mas nerviosa. Sabe que hay heridas que no han sido sanadas, sin contar aquellas que ni siquiera han sido admitidas.
Y a la vez no puede evitar verla tan linda como siempre, su sola presencia le moviliza el corazón, le conmueve su fortaleza, la misma que tantas veces también la hizo rabiar. Extraña verla reír a carcajadas.

Cuando estaba por afirmar que Paulina no había cambiado en nada, se detiene y piensa en las disculpas que le ofreció horas atrás. Y se da cuenta que Paulina nunca dejara de sorprenderle. Que realmente el brindis de ambas en la sala ha sido poco para el significado enorme de ese gesto suyo.

No quiere hacerse ilusiones... Pero lo cierto es que las ilusiones la están devorando mucho antes del beso en la cocina y, si escudriña, aún antes de que la hiciese reír en la camioneta que las traía del aeropuerto.

No puede contenerse y finaliza el trayecto escaleras abajo.
La casa esta tranquila y apenas iluminada y ella va hacia Paulina en silencio mientras el sol se pone.
Y así, en silencio sólo la abraza tiernamente. Paulina le abraza también y sueltan el aire que tenían contenido en los pulmones.
Ambas cargan un mundo sobre sí. Pero en ese segundo, hay calma y el mundo y sus vidas pesan menos.
En silencio. Un brevisimo momento. Y peleando todavía con muchas emociones, ellas saben que es así, porque lo sienten, como lo sentían desde la primera vez que se abrazaron.

En tus ManosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora