6

194 22 0
                                    

3.07 am.
Hace más de una hora está dando vueltas en la cama. Se le hace tan grande. Desde que María José está en la casa más. Esta noche más. Y si nunca se acaba esa sensación?
No recordaba que se le figurara tan vacía desde que su esposo dejó la casa.
La mujer que tiene de huésped en la casa, invadiendo todo con su perfume, con el ruido de sus tacones ha venido a recordárselo, en parte.

Con el correr de los días, el lado de la cama que no usa, ha cobrado vida. Le reclama calor, la sume en fantasías. Y ahí está esta noche con la mirada perdida entre sus pensamientos acariciando la almohada vacía.
El beso en la cocina, el tacto de su piel, sus ojos, el carmín de su boca... su risa, su compañía....
Por la tarde había bajado las escaleras en aquella falda que le calzaba como un guante, y no pudo evitar contemplar su figura. Recordaba a un joven José María junto a una piscina y haberse perdido apreciando su porte. Mismo que seguía intacto; guapo hombre, hermosa mujer. Surreal.

Unos cuantos días atrás, se encontró a si misma abochornada, tratando de seguir una conversación sin quedarse como tonta viéndola mientras se vestía. Optó por dejarle hacer sus rutinas a solas. Sus sentidos estaban siendo bombardeados por esta rubia preciosa. No sabía qué hacer con ello.
No quería confundir los tantos, aunque la confundida había resultado ella en primera instancia. Como iba a esperar que le produjera tantas cosas?!
Aún así la busca, la mira, busca excusas para rozarla, para hacerla reír, la necesita. Esa es la piedra en su zapato. No quiere necesitarle. Tiene que soltarla...

Hacía sólo unas cuantas horas le había recordado en susurros un pasaje de años atrás. Una escena de dos seres fundidos en los brazos del otro, amandose, con el vigor de la juventud. Y fue muy difícil resistirse a besarla, a acariciarla y mitigar todo el tiempo que pasó. Pero como no sabe qué hacer, siguieron como si nada.
Como no está demasiado segura de cómo proceder, su mente da vueltas como bestia enjaulada.
Su desvelo tiene nombre y apellido y ojos verdes felinos, está en la misma casa -a metros de distancia- pero no sabe qué es lo que siente.
Duele. Hay días -o como en este caso, noches-, en que siente que haciendo a un lado las preocupaciones tontas en las que se ocupa, lejos de la vista de todos, su corazón que muchas veces no quiere escuchar para no sufrir, podría partirse en pedazos con toda esta incertidumbre. Porque no sabe si después de todo lo que pasó tiene derecho de alargar su mano y tomar lo que desea.

En tus ManosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora