Dulce Obsesión ; Taennie

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Volvimos a entrar y ella se sentó a la mesa sin dejar de sonreírle a Min. Él nos miró consecutivamente y sonrió levemente esperando escuchar algo.

— Oppa, mañana vamos al partido con TaeHyung —le avisó. Él sonrió.

— ¿De verdad? ¿No te molesta? Si no quieres ir, podemos ir al cine como habíamos acordado —habló emocionado.

— No, no me molesta ir Al partido, además, la vamos a pasar bien igual que en el cine —dijo ella y apoyó su mano sobre la de él.

La miré de reojo ¿Con que ese era su plan, verdad?

— ¿Qué pediste para cenar Hyung? —le pregunté. Él me miró.

— Mmm, bueno pedí algo simple y rico. Pasta —dijo él.

— Lamento decirte, pero Jennie es...

— Vegetariana —me interrumpió él.— Lo sé. Por eso para ella pedí una pasta especial, de sémola con una salsa de espinaca.

— Eres tan considerado —habló ella con una sonrisa.

— Lo mereces —le dijo galante y yo hice una mueca para nada disimulada.

— ¿Y cómo van las cosas en el centro? —pregunté para que pusiera su atención en otro cosa y dejara de mirar a Jennie.

— Por ahora todo marcha bien. La semana pasaba tuve una reunión con el rector y el director de la administración. Vamos a hacer un nuevo proyecto basado en mejorar las condiciones de los laboratorios y talleres.

— Si, he escuchado un poco de eso. Todo el mundo está muy conforme con tu mandato —le comenté divertido. Él rió.

— Yo no lo llamaría así. Solo soy un alumno más que fue elegido por el resto del alumnado para hacerle llegar sus quejas e ideas a las autoridades —dijo condescendiente.

— No seas modesto —le dijo Jennie, haciendo que ambos la miráramos.— Eres un gran presidente por lo que me han dicho, si yo hubiese estado cuando te postulaste te aseguró que te hubiese dado mi voto.

— Serías una excelente asesora de campaña —dijo divertido.

— ¿Lo crees?

— Si, eres así como especial para esas cosas —mencioné metiéndome en su conversación.— Te gusta mucho el tema de hablar, de opinar sobre la gente... tienes la palabra fácil.

— Ella tiene ese carácter fuerte y decidido, como todas las mujeres que saben de política y esas cosas —me dijo él. Lo miré.

— Si, principalmente porque miente muy bien —dije divertido.

Sentí como una pequeña mano se apoyaba sobre mi rodilla. Mis ojos se abrieron bien y mi cuerpo dio un pequeño respingo sobre la silla.

— ¿Sabes Oppa? Ayer encontré ese libro del que hablamos el otro día —le comentó. Su mano comenzó a acariciar mi rodilla, por debajo de la mesa.

¡Oh diablos, este si era su maldito plan!

— ¿A sí? — murmuró el algo sorprendido.— ¿Has podido leerlo?

— Muy poco en realidad —admitió ella sin dejar de mirarlo a él.

Ellos seguían hablando, pero mi cabeza estaba demasiado distraída como para prestarles atención. Tragué saliva. Su mano apretó mi rodilla sutilmente, haciéndome recordar que así también lo había hecho la otra noche. Entonces mi respiración comenzó a agitarse un poco, cuando sentí como su mano comenzaba a subir un poco más a allá de mi rodilla.