▬▬▬▬▬ ix. chapter O9

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CAPÍTULO NUEVE
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ᴅɪᴅ ʏᴏᴜ ғɪɴᴅ ɪᴛ ʜᴀʀᴅ ᴛᴏ ʙʀᴇᴀᴛʜᴇ?
ᴅɪᴅ ʏᴏᴜ ᴄʀʏ sᴏ ᴍᴜᴄʜ
ᴛʜᴀᴛ ʏᴏᴜ ᴄᴏᴜʟᴅ ʙᴀʀᴇʟʏ sᴇᴇ?
ʏᴏᴜ'ʀᴇ ɪɴ ᴛʜᴇ ᴅᴀʀᴋɴᴇss ᴀʟʟ ᴀʟᴏɴᴇ
ᴀɴᴅ ɴᴏ ᴏɴᴇ ᴄᴀʀᴇs,
ᴛʜᴇʀᴇ's ɴᴏ ᴏɴᴇ ᴛʜᴇʀᴇ
ʙᴜᴛ ᴅɪᴅ ʏᴏᴜ sᴇᴇ ᴛʜᴇ ғʟᴀʀᴇs
ɪɴ ᴛʜᴇ sᴋʏ?
ᴡᴇʀᴇ ʏᴏᴜ ʙʟɪɴᴅᴇᴅ ʙʏ ᴛʜᴇ ʟɪɢʜᴛ?
ᴅɪᴅ ʏᴏᴜ ғᴇᴇʟ ᴛʜᴇ sᴍᴏᴋᴇ
ɪɴ ʏᴏᴜʀ ᴇʏᴇs?

ᴅɪᴅ ʏᴏᴜ ғɪɴᴅ ɪᴛ ʜᴀʀᴅ ᴛᴏ ʙʀᴇᴀᴛʜᴇ?ᴅɪᴅ ʏᴏᴜ ᴄʀʏ sᴏ ᴍᴜᴄʜ ᴛʜᴀᴛ ʏᴏᴜ ᴄᴏᴜʟᴅ ʙᴀʀᴇʟʏ sᴇᴇ?ʏᴏᴜ'ʀᴇ ɪɴ ᴛʜᴇ ᴅᴀʀᴋɴᴇss ᴀʟʟ ᴀʟᴏɴᴇᴀɴᴅ ɴᴏ ᴏɴᴇ ᴄᴀʀᴇs, ᴛʜᴇʀᴇ's ɴᴏ ᴏɴᴇ ᴛʜᴇʀᴇʙᴜᴛ ᴅɪᴅ ʏᴏᴜ sᴇᴇ ᴛʜᴇ ғʟᴀʀᴇsɪɴ ᴛʜᴇ sᴋʏ?ᴡᴇʀᴇ ʏᴏᴜ ʙʟɪɴᴅᴇᴅ ʙʏ ᴛʜᴇ ʟɪɢʜᴛ?ᴅɪᴅ ʏᴏᴜ ғᴇᴇʟ ᴛʜᴇ sᴍᴏᴋᴇ ɪɴ ʏᴏᴜʀ ᴇ...

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Washington, D.C.
Estados Unidos de América
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ALAN PRIEST NO ERA UN HOMBRE que disfrutara mucho de las vistas ni los paisajes, aunque estos en determinados momentos lo ayudaban a pensar y, en algunos otros casos, concentrarse lo suficiente para buscar una solución a las problemáticas que día a día se presentaban en su oficina en forma de malas noticias.

Justo como en ese momento, cuando se dedicaba a observar tranquilamente hacia la ciudad que se abría paso delante sus ojos desde el ventanal de su oficina, y de un segundo a otro, se escuchó cómo alguien llamaba a la puerta.

━Adelante.

Su secretaria asomó la cabeza por el resquicio, apretando los labios con nerviosismo mientras pasaba al interior y se detenía justo delante de su escritorio.

━Señor, acaban de informarme que dos de nuestros centinelas infiltrados en Texas dieron con el paradero de la señorita Maximoff y el sargento Barnes ━pronunció en voz baja, intentando aparentar calma aunque sabía que el desastre se avecinaba.

El presidente del FBI alzó una ceja, poniendo una expresión hostil cuando se volteó a mirarla.

━¿Y bien? ━inquirió, esperando más por su parte.

La mujer tragó con dificultad, moviendo los labios para decirle:

━Desafortunadamente... escaparon, señor.

Al principio todo lo que hubo fue silencio. Pero uno tan afilado que podría haberse cortado con una navaja.

Priest parecía molesto, pero no reaccionaba. Sus facciones eran toscas y rudas, como cada vez que recibía una llamada de su molesta esposa avisándole que no podía faltar a una de las reuniones de padres en la escuela de sus hijos.

Luego su humor estalló. El rostro se le desfiguró a medida que el enojo tomaba posesión de sus acciones y la mesa del escritorio terminó volcada con todas sus cosas en el suelo de la oficina, consiguiendo que la mujer pegara un grito y se echara para atrás

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