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Cumplí los dieciséis, sinceramente el ballet me había dejado de gustar y me veía atrapada en lo peor, en la máquina perfecta que me había convertido, quería irme del ballet pero después de la charla que tuvo mi madre con Geraldine, está me prohibió irme de ballet, ya que mi profesora me había apadrinado, esa noticia, en un principio, hace cuatro años, me hizo feliz, pero ahora se está convirtiendo en mi cárcel, mi madre me prohíbe todo, no puedo usar el móvil, no puedo tener amigas, no puedo salir después de la clase de ballet, no puedo irme de fiesta, no puedo hacer nada, pero si debo de practicar todos los días, si debo obedecer a mi madre. Ella se volvió estricta y seria, no perdonaba nada, y todo eso pasó cuando cumplí los catorce años, a mi padre le detectaron cáncer de cerebro terminal, a los pocos meses falleció y mi madre se quedó sola, en ese momento dejó de ser alegre, su sonrisa desapareció y dio paso a la oscuridad, se que había perdido lo más importante y lo que primero llegó, es decir a mi padre, sé que ella me quiere, pero está tan llena de dolor que no es capaz de razonar bien en sus decisiones, muchas noches, mientras me quedaba en el sótano practicando, escuchaba los llantos de mi madre, sé que sus lágrimas son por culpa de la muerte de mi padre, a mí también me afectó más de lo pensado, mis notas bajaron mucho, tanto que tuve que dejar de ir al instituto, mi segundo curso de la ESO y lo tuve que dejar durante un mes por una grave depresión, la consecuencia fue mi repentina bajada de notas y el odio hacia el ballet, ya no era lo mismo si no tenía a mi padre animándome desde los asientos, con su blanca y perfecta sonrisa.

Sus recuerdos me entristecen, pero tengo que ser fuerte, mi rutina cambió mucho, del instituto a la academia de ballet, de la academia a casa y a ensayar, a las nueve de la noche se cena y a las diez me encierra en mi habitación para que duerma sin que nadie me moleste.

Poco a poco esa rutina me cansó, mis amigas me empezaron a dar de lado, ya no nos veíamos apenas, tan solo cuando estábamos en el instituto, todas las noches miraba por la ventana como los demás de mi edad se divertían los finas de semana, como los grupos de amigos salían y se sentaban a hablar,  era doloroso ver esas escenas de amistad y yo aquí sola, sin nadie, suspiré y apoyándome en la parte inferior del marco de la venta, deseando a las estrellas mi libertad, algo por lo que escapar algo por lo que seguir viviendo, mi depresión puede conmigo... Tan solo lo que quiero es estar bien, tener libertad para elegir mi destino.
Contemplaba con admiración a las personas que pasaban por la ventana de mi cuarto.

-¡Preciosa baja! -me gritó una voz masculina algo ebria.
-Loren déjala -le dijo en voz más baja uno de sus acompañantes que estaba sobrio.
-La he visto observar la calle cada noche, nunca baja -contestó molesto el chico semi ebrio, el cual se llama Loren- quiero que salga y se divierta -me miró directamente a los ojos- te estás amargando siendo la doña perfecta -mis ojos se abrieron de golpe y entonces le reconocí.

Él es Loren Blasco tiene diecisiete años, está en último de la ESO, es el más popular del instituto, siempre que iba al instituto y nos hacían compartir clase, más de una vez una de mis antiguas amigas me avisaban de que él me estaba mirando, cuando me giraba no apartaba la mirada me la mantenía con una leve sonrisa que me ruborizaba, en verdad me gustaba, pero no por ser el popular, ni por ser el dios griego del insti, si no porque cuando me mira no se ríe de mí, me mantiene la mirada ye intenta leer, cómo un libro, pero antes de que me descifre apartó la mirada, ese era mi problema, ahora le recuerdo.

-No te importa lo que me pase -contesté áspera, más de lo que pretendía, ambos nos sorprendimos por mi tono, no podía decirle la verdad, así que me mantuve en mi posición- vete de mi vista Loren -ordené, tampoco quería decir que me madre me había encerrado en mi habitación.
-Venga no te mientas a ti misma -seguía mirando mis ojos, aún estando ebrio era guapísimo, su pelo corto y rizado, sus ojos verdes y sus labios semi gruesos encantan a cualquiera, su sonrisa derrite hasta el más frío corazón.
-No puedo salir -confesé- si mi madre me pilla me mata y además tengo la puerta de la habitación cerrada con llave -concluí con tristeza.
-Eso se arregla enseguida -sonrió con picardía, sus amigos le miraron sorprendidos.

De zapatillas de ballet a Converse [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora