Querido Peter:
Tres años justos. 1095 días. 26280 horas. 1567800 minutos. Una infinidad de segundos en los que nuestras respiraciones iban al compás. Por una vez, la vida me sonrió y me llevó hasta tu lado. No tardé mucho en enamorarme perdidamente de ti y tu manía de andar con las manos metidas en los bosillos, de tu beso de buenos días, de buenas tardes y de buenas noches, del lugar donde tus pecas acababan, formando nuestros nombres con estrellas diminutas que solos nosotros podíamos ver.
Sólo tardaste un par de meses en estamparme un beso en los labios. No lo recuerdo muy bien, pero creo que estábamos peleando por alguna banda de que yo odiaba, aunque a ti te encantaba. Yo te exponía mis razones por las que I wanna be yours era tan horrible como el resto del repertorio cuando tú, de improvisto, me callaste de la mejor manera posible. Cuando te miré asombrada, me dijiste que no podías soportar ver salir de mis labios esas palabras una vez más sin hacer aquello. Bajé la mirada, avergonzada, y quise huir de nuevo, donde nadie me hiciese sentir esas mariposas en el estómago. Tenía miedo, lo reconozco. Pero tú no me dejaste. Me rodeaste con tus largos brazos y yo enterré mi cara en tu cuello. Me susurraste que aquello no tenía que cambiar nada, que podíamos olvidarlo pero el simple hecho de no volver a sentirte tan cerca como estaba en ese momento me hizo reaccionar, sacando de mi interior una valentía que había olvidado desde la noche en la que había perdido a mi padre. Levanté la cabeza tomando aire y te besé. No fue como con los demás chicos, que parecía que querían devorarme en vez de besarme. Tú lo hacías con delicadeza, como si quisieras quedarte ahí siempre. Y si no hubiese necesitado desesperadamente aire, lo hubiera hecho.
Ahora en vez de llevar tus manos en los bolsillos, las unías a las mías en cualquier momento. Conseguiste que me metieran en tu instituto, cuando "mis padres" les contaron al director que su hija, Lindy, era una alumna ejemplar. No sé de dónde sacaste aquellos papeles, a esa señora rubia con tacones altos y al señor de su lado, pero a partir de ese entonces, fui Lindy Prescott, la novia de Peter Pan. Alguna vez te olvidabas y me llamabas Wendy, por eso te inventaste ese apodo, tximeleta. Empecé también a trabajar por las tardes para poder ayudar en el apartamento y así seguimos adelante, día tras día, amanecer tras amanecer, atardecer tras atardecer.
No digo que todo fuera sencillo. Muchas noches me faltaba poco para coger el primer autobús en pijama y volver a casa. A veces quería gritarte y otras lo hacía hasta quedarme sin voz. No éramos perfectos, pero ¿quiénes lo son realmente? A penas había cumplido quinceaños en nuestro aniversario. Sabía poco de la vida, pero tú me enseñaste todo lo que necesitaba saber.
Tres años llenos de subidas y bajadas, de canciones a la luna llena y abrazos en la cama. Tres años de lluvia sin paraguas y bailar en los charcos, de besos sin motivo y peleas con razón. Tres años de Peter y Wendy, jugando a ser mayores. Tres años de tú y yo, tres años de nosotros.
Pero llegó la tormenta y a las mariposas se les empaparon las alas. Los colores se destiñeron y la oscuridad se tragó todo. Y no quedó nada.
Lo siento.
Tu mariposa.
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Peter
Short Story«¿Peter, eres tú? ¿Dónde estás?» «Lo siento tanto, Wendy. Te quiero. Recuérdalo. Siempre.» [#2 saga Fugitiva]