Primera Parte: Nuestra vida en Sender. Capitulo 1: "Sender" Elisa

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¿Alguna vez se ha visto a una persona volar?, yo la he visto, en mis sueños, habría sus brazos y volaba hacia el Sol. ¡Cómo hubiese querido que no fuese un sueño!, así podría volar yo también, surcar los cielos e ir más allá, a ese lugar del que cuentan los peregrinos en sus historias; ese lugar en donde no hay Sol por no haber necesidad de Luz, en donde no hay dolor ni muerte. En ese sitio quiero estar, y volar, como las aves, ser libre. -He tú, niña-grito el señor del puesto de manzanas, e inmediatamente abrí los ojos y desperté de mis ensueños. -¿Que haces haya arriba?-continuo, señalando el tejado en donde me encontraba parada- ¿No eres tú la que siempre me anda robando la mercancía?, baja de allí, no me hagas ir a por ti. No tuve que esperar a pensarlo dos veces, salí disparada por los tejados, corriendo y saltando de casa en casa, imaginándome flotando en el aire. Mientras corría, las pequeñas avecillas que se posan en los tejados salían huyendo al pasar yo, y alzaban el vuelo siguiendo mi carrera.
«¿Por qué no imitarlas?, si lo que quieren es competir, correré hasta volar a su lado»
Acelere el paso, rebase a una de ellas, salte, aterricé en un balcón, rodé, me levanté, esquivé a una mujer que tendía sus ropas, seguí, subí por un muro hacia otro tejado. Continúe en mi travesía suponiendo, que si corría lo suficiente, algún día llegaría a volar; entonces vi el final del camino. «Este es el momento»
Acelere aún más, mirando hacia el tejado al otro lado de la calle, una distancia de 8 metros aproximadamente.
«No es tanto, yo puedo»
Me preparé, tomé aire antes de saltar, ya estaba cerca del borde, me impulsé, y salté, tan alto como me permitieron las piernas. Cerré los ojos y por un segundo sentí que volaba, que tocaba las nubes, sentí que el Sol me besaba; pero los sueños despiertos solo duran eso, un segundo antes de sentirte que la gravedad te devuelve a la realidad. Con gran agilidad solté una cuerda que tenía atada a mi cintura, y lance un extremo portador de un gancho, al balcón de la casa del frente. Me columpié sujeta del otro extrema de la cuerda, hasta caer rodando por uno de los callejones a un costado de las casas; y como siempre, quedé desapercibida.
«¿Será que nadie presta atención en Sender?-, pensé suspirando mientras recuperaba el aliento entre risas» «He superado mis límites, cada vez voy mejor»
Estaba aún en el suelo, cubierta de polvo. Me levanté y sacudí mis vestidos, entonces mire a la torre del Reloj de la Catedral y me percate de que aún tenía un poco de tiempo antes de reunirme con Lidia. Así que caminé por los callejones del bajo Sender, en donde los pobres suelen sentarse a repartir lo poco que las personas con más posibilidades le suelen dar, o mejor dicho, arrojar. Cada día siempre es lo mismo. Amanece, y mi hermana Lidia nos prepara a Alis y a mí para trabajar, como ella dice; pero a mí nunca me ha parecido un trabajo adecuado. Lo que hacemos, es robar. Todos los días fingimos ser una sola persona, para confundir a nuestras víctimas que por alguna razón nos atrapan infraganti, que han sido, por cierto, en muy pocas ocasiones; bueno, en realidad, han sido más por cuenta de Alis que por Lidia y mía, y es por eso que cuando nos toca hacer de Alis siempre suelen señalarnos, como hoy. La verdad es que no es difícil fingir que somos la otra, a fin de cuentas somos trillizas, lo único que nos diferencia son el color de nuestros cabellos y ojos. Por eso es que confeccioné pelucas para cada una, según el color de nuestros cabellos, a excepción de Alis. Seguí caminando por los callejones y veía toda aquella inmundicia y pobreza y me daban ganas de llorar. Además, me hace recordar el hecho de que si no hubiese sido por Nana, aquella buena profesora que nos crio, nosotras habríamos vivido en esos mismos callejones, en el remoto caso de haber sobrevivido al primer año de vida. No es que el puente Norte de Sender haya sido un palacio, ni siquiera una casa confortante, pero era algo mucho más decente que estos lugares. Casi nadie usa los callejones estrechos como estos, y en Sender, solo la Zona Alta, en donde viven los aristócratas y nobles de la alta sociedad, tienen calles anchas, sin mencionar las calles principales, por supuesto. El resto son callejones estrechos que solo sirven de escondrijo a ladrones, pobres, y opositores de toda ley, aquellos que buscan esconderse, o simplemente deseen alejarse del tumulto. Caminé un poco por esas calles angostas, oscuras y sucias, buscando a los huérfanos que hayan quedado para darles alguna que otra ayuda. Sender es una ciudad hermosa, pero la pobreza es cada vez más notable, la corrupción crece, los crímenes están a la orden del día, y el pueblo comienza a alborotarse. Pensaba en estas cosas cuando vi acurrucado en una esquina del callejón que lleva a la calle de las artes, a un niño sucio y polvoriento que intentaba comer un pedazo de pan mohoso que había caído por una ventana «Por fin encuentro a la persona que quería ver» Me acerqué a él sigilosamente, no quería asustarlo. El niño ocultó su bocado entre sus ropas, apenas me vio aproximarme, y puso cara de pocos amigos, quizás para intentar intimidarme. Todavía recuerdo la primera vez que a mis hermanas y a mí nos ofrecieron una manzana, no fue un momento para nada agradable, teníamos hambre, pero habíamos aprendido a no confiar en nadie.
-No tengas miedo pequeño-le dije-, soy una amiga, estoy aquí para ayudarte. Mientras le hablaba saque de un pequeño bolso que llevo entre mis ropas y le ofrecí dos manzanas.
-¿Lo ves?, no pasa nada, tómalas, son tuyas.
El niño me miró por unos segundos con ojos desconfiados, luego miró las manzanas, y no pensándolo mucho tiempo más, abandono su bocado de pan, tomo las dos manzanas, y salió corriendo hacia el interior del callejón por los agujeros que se habían formado bajo las casas.
«Pobre niño, que pena, ni siquiera logré preguntarle su nombre» Terminada mi labor busque la salida del callejón hasta llegar a la calle de las artes. Había mucha gente en la calle, y a lo lejos, se podía ver a un hombre sobre una carroza dando algún tipo de información.
«¿Qué estará pasando?; ahora que lo pienso, en la calle del Camino Real sobre la que salté también estaban dando una información»
Sea lo que sea, tiene al pueblo de buen ánimo, porque no dejan oírse los gritos de: ¡Viva el Rey!, ¡Larga vida al Rey!, ¡salud y sabiduría al joven príncipe! Era tanto el revuelo que intenté buscar a alguien que me explicara lo que estaba pasando; pero justo cuando buscaba a alguien que me explicara, sentí la presencia de una persona que se aproximaba a mis espaldas. Me di la vuelta rápidamente y justo en el momento de tropezar, la persona que se abalanzaba sobre mí se detuvo bruscamente, evitando una colisión. Alce los ojos para poder verla mejor, y lo primero que vi fueron sus ojos, y en ellos vi, los ojos más tiernos y hermosos del mundo.
-Lo siento mucho pequeña-me dijo sonriente, me mostró una sonrisa blanca y bonita, la sonrisa más inocente que nunca había visto desde la de mi Nana-. Casi choco contigo, no fue mi intensión, ¿me perdonas?
Era tanta la amabilidad y lo armoniosa de su voz que me quedé absorta en su tono.
-¿Cómo te llamas?-continuó-, están por aquí tus padres. Negué con la cabeza. -¿Puedes hablar?-me pregunto. Pero justo cuando me había animado a responderle, apareció en su cuello un collar de oro con adornos también dorados en forma de oso, con una amatista enorme colgando en su centro. Era demasiada tentación para una niña que ha tenido que aprender a robar para sobrevivir.
-¿No puedes entonces?-siguió preguntando-. ¿Tienes padres? En esta ocasión fingí tristeza, ya había superado el hecho de ser huérfana de nacimiento hace años; así que negué con la cabeza.
-Oh, pequeña, lo siento mucho-dijo ella mientras me abrazaba. Ese fue el momento perfecto. Lleve mis manos alrededor de su cuello y le quite el collar, luego lo introduje en mi bolsa y me separé de la mujer.
-¿Qué edad tienes?-preguntó de nuevo sin haberse dado cuenta. Le seguí la corriente, levante las manos y mostré diez dedos y luego cuatro más. -¡Catorce años!-dijo sorprendida-. Pareces menor, eres demasiado pequeña de estatura para tu edad ¿No tienes a nadie contigo?
Esta vez asentí con la cabeza. Ella se quedó mirando pensativa unos segundos antes de preguntar otra vez. -¿Hermanas tal vez?
«Si-solo pensé» «¿Cómo sabe que tengo hermanas»
-Aléjese de esa niña señorita-gritó un hombre a mis espaldas?
-¿Qué le ocurre caballero?, ¿por qué tanto escándalo?-le preguntó ella, contrariada por la expresión del hombre.
-Esta niña no es más que una miserable ladrona, lleva meses robando por estos contornos, y hasta hace apenas unas horas, asaltó la Catedral, hoy yo le enseñaré a no tomar lo que no es suyo.
«Esa es la señal»
Salí corriendo entre la multitud hasta escabullirme por los callejones sin mirar atrás.
«Eso estuvo cerca. Casi me atrapan esta vez-pensé al detenerme y sentirme fuera de peligro-. A Lidia no le gustará saber esto. Todo porque olvidé darle vueltas a mi túnica y quitarme la peluca negra»
Tome la túnica negra y le di vueltas para dejar ver una túnica verde esmeralda. Me quité la peluca y dejé ver mis cabellos rubios, tocados por los rayos del Sol. Entonces escuché cuatro campanadas del campanario de la Catedral.
«Son las cuatro de la tarde-pensé preocupada-Ya no me alcanza el tiempo» «Todavía no estoy lista para encontrarme con mi hermana, no quiero tener que explicarle el porqué de mi retraso todavía»
Regresé a otro extremo de la calle del Arte y la crucé hasta entrar a la tienda de materiales para manualidades del Señor Mordaz. Empuje la puerta de madera con tallados de animales y paisajes, que a pesar de verse sin color en la madera, parecían reales. La tienda es un lugar agradable, tranquila, iluminada todo el tiempo desde que el Señor Mordaz la adquirió. Antes no era así, el anterior propietario siempre la tenía sucia, desordenada y oscura. Me gritaba siempre que me veía y yo le robaba las piezas que hoy le compro al Señor Mordaz. Avancé por el pasillo; el Señor Mordaz estaba sentado en una mesa al otro lado de su tienda, siempre vestido con ropas claras, sencillas, pero también elegantes. Con sus cabellos grisáceos por las canas que le comenzaban a salir, y su barba cuidadosamente recortada; y sus ojos, ojos tan azules como el cielo o el mar. Él trabajaba en una pieza, como suele hacer siempre a cada rato; tranquilo, apacible, confiado, como siempre. No hay día en que no me maraville la paz de ese hombre. Es como si no temiera a nada, siempre sonríe, nunca está serio o enojado. ¡Ojalá algún día pueda llegar a ser como él!
El Señor Mordaz llegó hace 2 años, nadie sabe de donde vino, pero desde que llegó se instaló en una posada hasta que compró la tienda de manualidades a buen precio, según cuentan. Desde entonces siempre está limpia, y se respira toda la armonía que hay en este hombre.
-También habrá paz y armonía en tu vida-dijo el Señor Mordaz sin apartar la vista de su trabajo.
-¿Cómo lo hace?-le respondí maravillada por su habilidad de conocer siempre todos mis pensamientos, todo sobre mí, y cosas que aún no han pasado y que él dice que me acontecerán.
-Ya te lo dije-continuó-, con conocimiento y un poco de fe.
-Nunca entiendo lo que me dice-le respondí.
-Dejé tus cosas sobre el mostrador, puedes tomarlas y dejar el dinero en su lugar-dijo señalando con una herramienta hacia el mostrador, sonriente, sin quitar la mirada de su trabajo.
«Y viene y me cambia el tema, este hombre, ¿por qué tan misterioso? Entonces miré sus manos trabajando y vi su obra.
«¿Qué es eso que está haciendo»
Era un objeto dorado, circular, pequeño, tenía pequeños engranajes en su interior, era alguna especie de mecanismo.
-Es un reloj-me dijo.
-¿Un reloj?
-Sí, como el de la catedral, pero adaptado al bolsillo. Con esto podrás medir el cursar del tiempo a toda hora, y en todo sitio. Solo tendrías que ajustarlo a la zona.
-Nunca había visto uno tan pequeño. -Será tuyo una vez lo termine. -¿Hablas en serio?-respondí entusiasmada.
-Sí, será tu regalo de año-respondió esta vez mirándome a los ojos.
-Señor, pero, aún faltan meses para que cumpla año-respondí divertida. -Lo sé, es solo que no nos podremos ver para entonces. Lo miré fijamente sin entender a qué se refería.
Ya en otras ocasiones me había avisado de que mi vida y la de mis hermanas cambiaría para siempre, y que su salida de Sender estaría relacionada, pero nunca me había dado fecha.
-Quiero que le des algo a tu hermana Alis por mí-dijo dejando el reloj a un lado, abrió un cajón de una mesa próxima y saco de él una pequeña llavecilla. Me la extendió y la guardé en mi bolso.
-Se lo daré, pero, ¿qué le digo?
-Que la use cuando más ayuda necesite-respondió con una sonrisa. -Por cierto-se levantó de su silla y fue a alcanzarme las piezas que había encargado-, tu hermana Lidia está furiosa porque llegas tarde. En ese momento aterricé en el mundo real. -¡Es cierto, mi hermana! Lo siento, me tengo que ir ya. Tome las piezas y pase por frente de él olvidando pagarle, entonces me llamo.
-¿No olvides que aún no me pagas? Me detuve en seco y regresé.
-Lo siento-le extendí el dinero y me disponía a irme cuando me sujeto del brazo y me dijo clavando sus ojos sobre los míos.
-No le entregues el collar que tomaste a Bousnet. Habla con tu hermana, ella lo entenderá. No te obligará a dárselo esta vez. ¿Has entendido?
Por un momento me asusté, me estaba apretando con fuerza el brazo, y su mirada era penetrante, pero a la vez triste. Asentí con la cabeza y me soltó. Entonces me fui.
Por el camino, mientras corría, pensé en esas últimas palabras.
«¿Qué tendrá de importante el collar que robe para que El Señor Mordaz me advirtiera de no entregarlo a Bousnet?»
La Señora Bousnet es como si fuera nuestra casera. Ella nos permitió quedarnos en su casa y brindarnos alimento a cambio de que robáramos para ella. Es por eso que desde que nos acogió mis hermanas y yo nos hemos dedicado a robar. La verdad es que robar no se nos da nada mal. Vivir tanto tiempo prácticamente por nuestra cuenta, bajo un puente, nos permitió desarrollar algunas habilidades físicas especiales: somos ágiles, altamente sigilosas, en especial Lidia. Yo soy muy sensible al entorno, soy capaz de sentir todo con mucha mayor intensidad, y de explorar el ambiente con mejor detalle, por lo que nunca se me escapa nada, ni siquiera la presencia de las personas que me rodean, aunque estén a mis espaldas; mi única desgracia es mi incapacidad de permanecer en el mundo real, soy muy fantasiosa, siempre me distraigo con facilidad ¡Qué irónico!, lo único bueno de eso es que alimenta mi creatividad, soy muy buena haciendo cosas. Una de las cosas que he hecho es precisamente el gancho de cuerda que mis hermanas y yo tenemos atado a nuestra cintura. Sin embargo, a Lidia nunca la siento venir, es como un fantasma. Su mayor habilidad es pasar desapercibida, nunca falla, nunca comete errores, es infalible. Aunque a veces me asusta, no porque le tema, sino por lo que sé que es capaz de hacer por nosotras sin sentir remordimiento, y lo que sé, y estoy segura, que ha hecho. Alis, en cambio, es más rústica y tosca, pero posee un agudo sentido del oído, y tiene una voz melodiosa, incluso es capaz de imitar cualquier sonido que escuche con total exactitud; pero es impulsiva e inestable. Las tres somos como gatas en la noche, vemos en la oscuridad como si fuese de día, y hacemos de la ciudad nuestro parque de juegos. Ya estaba cerca de la casa en ruinas. Un antiguo edificio, que según hemos oído, se había incendiado muchos años atrás. Allí, en su interior, nos debía de estar esperando Lidia para el informe del día sobre todo lo que nos aconteció durante los robos. Entré al edificio a través de sus grietas, y mirando hacia la planta superior por uno de los hoyos desde abajo, pude ver a mi hermana mirando por lo que alguna vez fue una ventana. Subí por las escaleras hasta ella. Al principio, entusiasmada, por verla después de un duro día corriendo por la ciudad; pero luego temerosa, nerviosa por las cosas que tenía que decirle. Ya estando arriba me acerqué a ella. Lidia permanecía mirando hacia el Norte, en dirección al puente en el que crecimos con Nana los primeros 8 años de vidas. Los que alguna vez fueron los días más felices de nuestras vidas. Tenía sus cabellos castaños ondeando por el viento, y su expresión era sería, pensativa; así era Lidia, siempre pensando, buscando el camino que nos lleve a una mejor vida.
-Lidia-la llamé, y ella me miró con esos ojos dorados que parecían contener los rayos del Sol, candentes y segadores.
-¿Dónde estuviste?-dijo con evidente enfado. Tragué en seco por los nervios antes de hablar.
-Lo siento hermana, estuve trabajando toda la mañana hasta después del mediodía, entonces perdí la noción del tiempo.
-Has vuelto a distraerte, ¿debo recordarte que en este trabajo no puede existir ese tipo de descuidos? No podemos darnos el lujo de distraernos.
-En serio lo siento, no volverá a pasar-le respondí agachando la cabeza.
-¿Alguien te vio?, ¿tuviste algún tipo de problemas?-me pregunto, esta vez con un tono de voz más calmado. -Pues...
-Responde Elisa, ¿qué ocurrió? -El comerciante del puesto de manzanas me reconoció, y otro sujeto en la calle de las artes-le respondí levantando un poco la vista para poder ver su expresión, y en sus ojos pude ver una notable preocupación.
-La gente ya nos conoce-susurró. -Seguro es por Alis, a ella la han descubierto más veces que a nosotras. La gente ya conoce el color de sus cabellos, solo tengo que hacer otro juego de pelucas, esta vez rojas, seguro el rojo nos queda bien-le dije con intención de reconfortarla sin éxito.
-¿Llevabas puesta la capucha?-me pregunto nuevamente. -Sí, siempre la llevo, como orientaste.
-En ese caso la gente ha sabido reconocer nuestra silueta.
-No entiendo, ¿qué quieres decir? -¿Estabas en los tejados cuando te vieron?-continuó preguntando.
-Sí, pero solo en una ocasión, la segunda vez estaba en la calle.
-Ya saben que nos movemos en los tejados.
-¿Puedes explicarme por favor?-le pregunté impaciente.
-¿Olvidaste cambiarte el atuendo cuando caminabas en las calles, verdad?-preguntó otra vez ignorando mi pregunta. Me mordí el labio y asentí con la cabeza.
-Escucha, vamos a cambiar de lugar para robar por un tiempo. Seguiremos disfrazándonos de Alis con los cabellos negros, pero solo de ella, y cada vez que terminemos es necesario que recuerdes cambiar de atuendo. No vuelvas a distraerte en los tejados, la gente sospechará, y más en estos días que los "Ladrones de Sender" han aumentado su actividad ¿Has entendido?
Asentí con la cabeza.
-En fin, ¿qué has conseguido hoy? Levanté la cabeza y sonreí entusiasmada por enseñarle las cosas que había robado en el día. Vacié el bolso sobre el suelo, dejando ver algunas prendas y joyería, alhajas de plata y otros pocos objetos valiosos; pero cuando llegó el momento de enseñar el collar que había robado a aquella mujer en la calle de las artes, recordé las palabras del Señor Mordaz:
«No le entregues el collar que tomaste a Bousnet. Habla con tu hermana, ella lo entenderá. No te obligará a dárselo esta vez»
-Lidia-la llamé mientras sacaba el collar con lentitud.
-¿Qué ocurre?-preguntó. Le extendí el collar para que lo viera, entonces ella se asombró mucho, tanto, que pude ver en sus ojos dos llamas de fuego ardiendo. De modo que antes de que pudiera explicarle alguna cosa, ella me arrebató el collar y lo examinó con entusiasmo.
-¿De dónde lo robaste?-preguntó posando la vista sobre mí.
-A una mujer con la que casi tropiezo en la calle de las artes-contesté. -Quiero que busques a esa mujer, localices en donde vive, y le devuelvas lo que es suyo. Luego vienes y me informas.
-No comprendo hermana, nosotras nunca devolvemos lo robado, ¿qué debería decirle?
-No debes hablarle, solo asegúrate de que recupere su collar, ¿crees poder hacerlo?
Mire las manos de Lidia que me extendían el collar de vuelta, y luego la vi a ella, a sus ojos, y pude percibir en ellos, por primera vez en mucho tiempo, un pequeño matiz de alegría y esperanza, como si hubiese encontrado algo muy valioso.
-Sí, si puedo.

"Las huérfanas de Sender"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora