Capitulo 2: "Perseguida" Alis

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-¡Está en el bosque!, ¡Vayan y traigan los perros, el resto viene conmigo!-escuché gritar a uno de mis perseguidores.
Llevaba corriendo un buen rato, pero luego de haber robado en la Catedral supongo que es lo menos que podía esperar. Por lo menos más de diez guardias estaban tras de mí.
«Eso es un nuevo récord»
No era la primera vez que les robaba a esos santurrones corruptos, ¿qué irónico? Pero no me arrepiento de nada, después de todo,
«Absuelto queda el ladrón que a ladrón roba»
Además, con ese dinero tengo más que suficiente para pagarle a esa bruja verrugosa de Bousnet, y hasta me sobra. No veo la hora de pagarle a los pobres lo que el pueblo da para ellos. Esos hipócritas corruptos de la Catedral no hacen más que llenarse la barriga con ese dinero. Sin mencionar que las bodegas bajo el suelo de la catedral se encuentran repletas de oro y joyas.
-¿No la vez?-preguntó uno de los guardias que entró en el bosque tras de mí.
-No, es como si se la hubiese tragado la tierra-dijo otro.
-Te digo yo que esa niña es el demonio. Solo una bruja puede desaparecer así.
Esa última frase me causo tal deseo por reírme, que no pude evitar dejar escapar un gemido entre los árboles en donde me encontraba. -Chuuu-expresó otro de ellos al escuchar el ruido.
-¿Lo oyeron?-preguntó otro, y eran los cuatro que estaban más cerca de mí. -Por supuesto que sí-continuó el que me había llamado bruja-tenemos que salir de aquí, esa niña no es natural, la oímos, pero no la vemos.
Su comentario me dio riza nuevamente, y esta vez sí dejé escapar algunas risitas a propósito mientras me escabullía entre las ramas de los árboles.
-Allí está de nuevo-se dijeron dos de ellos espantados.
-Ya cállense-dijo asno, un viejo calvo de mal carácter que parece que ha hecho su misión personal atraparme-ella se está riendo de nosotros. El que me la traiga, ya sea viva o muerta, recibirá parte de mi sueldo por medio año.
-Es suficiente-interrumpió otro soldado que recién llegaba-. No habrá ninguna ejecución sin previo juicio, menos a una niña. Ahora sepárense y búsquenla.
-Claro, porque el jefe lo ordena-gruñó asno.
El recién llegado se precipitó hasta estar a pocos centímetros de distancia de él, y le dijo.
-Sí, es una orden, ¿tiene problemas para obedecer?, soldado.
Asno sonrió cínicamente, arrugando aún más la cicatriz de su rostro, y luego de escupir en tierra se alejó del lugar.
«Seguramente este soldado es algún superior»
Al decir verdad, este soldado no estaba vestido como los otros. Llevaba una túnica verde como la esmeralda, la gema insignia en la bandera de Aren-Der. Era joven, fuerte, alto, muy apuesto, extremadamente atractivo, aunque demasiado refinado para mi gusto.
-La ladrona ya debió de haberse ido mientras hablaban, ninguno regresará al otro lado de los muros de Sender hasta que la hayan encontrado-dijo subiendo a su caballo.
-Seguramente ella querrá regresar a la ciudad por la puerta del Sur. Intercéptenla allí, y lleven a los perros con ustedes-gritó para que lo oyeran todos antes de irse al galope. Inmediatamente después vi como los soldados abandonaban la zona.
«Esta es mi oportunidad, bajaré y me iré por el río hasta el canal que entra en la ciudad por el Este»
Descendí del árbol y camine unos pocos pasos, creyéndome a salvo, pero entonces escuché el sonido de una cuerda de ballesta tensarse. Inmediatamente, me eché en tierra y una saeta quedó clavada en el tronco de un árbol en frente de mí. En ese momento escuché pasos en varias direcciones, y finalmente gritos de hombres, y ladridos.
-Aquí está, tras ella-oí gritar a Asno. «Era una trampa»
Salí corriendo entre la vegetación mientras los guardias y sus perros me perseguían. Corrí por el bosque como una cierva en fuga, huyendo de los guardias del Cardenal y de sus perros. «Deberían darme una medalla por esto-pensé entre risas mientras corría»
Los perros ya estaban pisándome los talones. Podía escuchar su respiración a cinco metros de distancia.
«Solo un poco más»
Salté un tronco, pero los perros también lo saltaron. Tome el gancho de cuerda que hizo mi hermana y lo lance a una rama de un árbol para columpiarme sobre un hoyo en la tierra. Por un momento creí que me había librado, pero de pronto aparecieron como si nada hubiese obstaculizado su camino.
«Son muy buenos en esto esos perros, los están entrenando mejor. Que pena, me hubiese gustado tener uno de estos»
Los perros no tardaron en alcanzarme, ya estaban justo sobre mí, solo tenían que abalanzarse y me tendrían entre sus fauces.
«Hasta aquí llegaron»
En el preciso momento en que la pobre criatura iba a atraparme, salté sobre un montón de hojas. Esos perros no tuvieron oportunidad, cayeron uno, dos, hasta dos de esos perros cayeron tragados por la tierra hasta su nueva prisión. Mientras tanto, los otros se detuvieron ladrando desesperados por ayuda para sus compañeros caídos.
«Al parecer no habían sido entrenados para separarse, tendrán que corregir eso para la próxima» «Pobres animales, después de todo me dan lástima-seguí pensando entre risas»
Finalicé mi carrera llegando hasta un claro que daba paso a un acantilado justo por encima del Río de la Serpiente. Tome aliento frente al acantilado, y creyéndome segura, saqué las bolsas de dinero que había robado. Pero justo en el preciso instante que habría una de ellas, un perro enorme salto sobre mí arrebatándome la bolsa y haciéndome caer al suelo. La cabeza me dio vueltas por unos segundos. No pude procesar lo que había pasado.
«No los escuché llegar»
Me quedé en tierra atontada por el golpe repentino, y mientras estaba allí, vi aparecer dos perros más, gigantescos, de hasta dos metros de alto. Quise levantarme y huir, pero cuando me apoye sobre mis manos sentí un agudo dolor en mi muñeca derecha. Cuando alcé la vista, vi la sangre brotando de mi mano. Me incorporé rápidamente para huir, pero tampoco fue posible, uno de los perros me detuvo derribándome y apoyando una de sus patas sobre mí. Entonces escuché a los otros dos perros aullar, llamando a sus amos. Solo pude recostar mi frente en la tierra y esperar a mis perseguidores. De repente escucho un sonido de queja, y dejé de sentir el peso del perro que me detenía, más bien, lo vi volar sobre mi cabeza y caer al río por el acantilado. Volví a escuchar un gruñido, y luego un chillido de dolor, y después, nada. No sabía que estaba pasando detrás de mí, pero haya sido lo que haya sido, terminó rápido. Una vez note el apacible sonido del silencio, me incorpore lentamente y mire hacia el bosque. Asombrosamente, ya no había nada más que un charco de sangre, y sobre ese charco, el cadáver de uno de los tres perros que me habían acorralado. Me puse sobre mis pies y avance hasta el perro muerto. Era una imagen impresionante, y aún más desagradable. El gigantesco animal yacía muerto sobre la tierra, con toda la cabeza prácticamente separada del cuerpo, de no ser por la piel que aún le quedaba alrededor del cuello. «¿Qué clase de criatura podría hacerle esto no a uno, sino a tres perros de caza?»
Mientras pensaba en esto, escuché el sonido de los guardias del Cardenal acercándose. Rápidamente, agarre el gancho y ate la cuerda a mi cintura. Y con mucho cuidado, protegiendo mi mano herida, me las arreglé para bajar por el acantilado. Aseguré el gancho en una grieta entre las rocas y descendí un poco más hasta que entendí que ya no estaba a la vista. Entonces permanecí en silencio para escuchar, y mis oídos comenzaron a abrirse.
-Dios mío protégenos-dijo alguien, era la voz del cobarde que me había llamado bruja antes-definitivamente esa niña es el demonio, miren lo que le ha hecho al perro.
Se escucharon murmullos desordenados, la mayoría apoyando la afirmación del cobarde.
-Patric-llamó el guardia apuesto de la capa esmeralda-¿qué ves aquí?
-Estos cortes buscaban la garganta-contestó el tal Patric-, tuvo que ser un animal mucho mayor, un depredador alfa.
-¿Qué insinúas pequeño?-dijo la voz de un anciano.
-Esto solo lo pudo haber hecho un lobo-continuó Patric.
Hubo unos segundos de silencio antes de que el joven de la capa hablara otra vez.
-Todos regresen a la ciudad, se termina la casería por hoy. Escuché el paso de los guardias, irse y el roce de su armadura al caminar. Oí el galope de algunos caballos y el chillido de algunos perros alejándose del lugar. -Marcos-escuché otra vez la voz de Patric-, no ha habido lobos en Sender desde que los ahuyentaron hace 13 años por entrar a la ciudad, ¿qué crees que los haya hecho regresar? -No lo sé Patric-contestó el joven de la capa, quien parecía llamarse Marcos-, pero lo mejor será serrar las puertas de la ciudad hasta asegurar el perímetro. Que los mensajeros del Rey no salgan de la ciudad hasta que yo ordene; y envía una compañía a asegurar todo el Camino Real desde Aren hasta aquí.
Escuché un caballo retirarse de la zona, y después de unos pocos minutos, se fue el otro, dejándome completamente sola esta vez. Luego de subir el acantilado cubrí mi herida y sostuve mi muñeca lastimada. Entonces me dirigí a la ciudad siguiendo el río. Cuando llegué al canal del Este, entré en Sender procurando no ser vista. Una vez dentro, mudé los cabellos negros por los castaños de mi hermana Lidia, y fui a refugiarme bajo el puente Norte de Sender, que se encontraba muy cerca de donde estaba. Siempre suelo venir a este puente a pensar. Me trae muy buenos recuerdos de mi infancia, y otros, no tan buenos. Fue en este puente en donde mis hermanas y yo crecimos al cuidado de Nana. Una buena anciana que nos acogió y enseñó todo lo que sabía como profesora. Ella nos enseñó a leer, escribir, aún en varios idiomas. Nos enseñó de matemáticas, historia, biología, física, geografía, y muchas ciencias más. Las tres aprendíamos como superdotadas. Nana siempre fue muy cariñosa con nosotras, la vida con ella en este puente fueron mis mejores años; hasta que todo acabo, Bousnet llegó, y Lidia comenzó a robar. Desde entonces ella y yo no hemos vuelto a ser las mismas de antes, ni tampoco nuestra relación de hermanas. Allí sentada, en el canal junto al río, me quedé meditando en los acontecimientos de la mañana. De cómo había burlado la seguridad del Cardenal para infiltrarme en la Catedral. Vi en mis recuerdos la cara de ese viejo cuando, en frente de sus clérigos, le arrojé, justo en la cara, una bolsa de monedas que había tomado de sus cámaras privadas. Una bolsa que contenía el dinero que el pueblo ofrecía para los pobres. Recordé como salí huyendo por los tejados hasta salir por la puerta Norte de la ciudad, perdiéndome luego en el bosque. Continúe así con mis recuerdos hasta llegar al momento exacto en que me atacaron los perros en el claro junto al acantilado. Entonces pensé:
«me infiltre, robe, provoque, hui, lleve a los perros hasta las trampas que prepare para ellos, escape, todo fue muy fácil; pero cuando me creí segura, ese animal burló mis sentidos y llegó hasta mí sin ser oído ¿Será que estoy perdiendo mi don?» «Estuvo tan cerca esta vez. Simplemente, no comprendo como pudo pasar. Y aún menos puedo entender, ¿qué fue lo que pasó después?»

"Las huérfanas de Sender"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora