HASTA cierto punto Tauro no podía contemplar de manera clara cómo fue que terminó caminando en medio de la nada. Sus zapatos sucios, desgastados. Cansado entre más pasos daba. Arrastrando un pequeño bolso, donde solo tuvo la decencia, y oportunidad, de guardar un poco de ropa, algo y casi nada de dinero y todas sus ilusiones.
Pero ¿qué más se podía hacer?
Después de confesarle a su padre del fatal, desde el punto de vista del hombre, suceso de su hijo siendo gay, recibió un golpe en la barbilla que aún le pesaba, y gritos intensos que aún le atormentaban.
Tauro no tenía muchas opciones, a decir verdad.
Era eso de estar caminando sin rumbo ni plan en medio de la calurosa autopista principal, o en un velorio donde él fuese el muerto y no quien recibía los vasitos con café y pan con jamón relleno.
Resopló con fastidio haciendo un puchero, al tiempo que se le quitaba lo flojo y se ajustaba la mochila en un hombro. Agh. Tenía tanta hambre, sus tripas se atrevían a compartirlo, y como buen hombre adulto en medio de la desesperación y la locura arrastraba los pies con desgano.
Si bien tenía el dinero suficiente para un boleto en autobús y una estadía decente por un par de noches no lo quería utilizar. Al menos no sin un plan. Principalmente ¿a dónde estaba yendo? ¿a la cuidad de los sueños? Porque no tenía ni la más remota idea.
Daba pena ajena, lo sabía. No le podía importar menos. Quizás podía valerse de la situación y pedir un aventón a vaya a saber dónde.
Soltó un grito al aire que quizás ni se escuchaba por culpa de los motores en la carretera. Así nadie le daría un aventón. Es decir, lucia como uno de esos indigentes de las películas que trazaban planes estúpidamente inteligentes y asaltaban a la gente.
¿Quién, en su sano juicio, ayudaría a una pobre alma en desgracia como la suya?
Tauro lo consideró.
— Si fuera yo, —se dijo, con voz racional— la verdad ni me ayudaría.
Giró sobre su columna sin dejar de dar pasos pocos largos para ver a los autos que iban y venían, luego volvió al frente para analizar sus posibilidades, pero no había nada además de carretera, calor y mucha más carretera. Ni avisos para ubicarse con exactitud.
Sabrá Dios cuánto habría camino ya.
Desde la noche del día anterior lo venía haciendo, demasiado asustado para soportar un segundo más en el pueblo después de semejante amenaza hecha por su padre.
Tauro arrugó el entrecejo y agitó la cabeza. No quería pensar en ello. Era más favorecedor preocuparse en que no había ni desayuno y muchos menos almorzado. La última vez que reviso el celular pasaban de las tres. Ya hace una eternidad de eso.
Quería gritar, llorar, dar una voltereta, reír. Cualquier cosa, a decir verdad. Como cantar una canción de metal a todo volumen en su cuarto y...
Tauro no pudo continuar con su miserable agonía mental porque el sonido de un motor disminuyendo la velocidad justo a su lado lo hizo saltar, apretar los puños y mirar con cejas enmarcadas al desgastado Chevy que se detenía a su lado.
Lo que le faltaba; que alguien quisiera su flacucho cuerpo para secuestrar, torturar y vender. ¿Y qué podía hacer? Pues nada, no es como si tuviera muchas opciones entre la hierba seca y la autopista medio repleta.
— ¿Necesitas ayuda? —el vidrio del copiloto del automóvil se bajó hasta más de la mitad.
La voz que le cuestionaba era masculina pero suave y se oía genuinamente preocupaba. O no. Quién sabe. Entre no comer y caminar como un alma en pena ya ni se creía capaz de distinguir.
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l' amour sur la route | Cantau
Humorl' amour sur la route | Amor en carretera. Tauro guardó todas sus ilusiones en una vieja mochila. Cáncer tomó el auto viejo de su abuelo. ── Cáncer/Luna ﹙love's﹚Tauro/Venus. Extensión siete capítulos. ── Historia de mi autoría. Edición y correc...