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TAURO nunca había estado en una ciudad o algo parecido, pero no era un ignorante. Las películas, que gracias al cielo podía ver por la escasa conexión inalámbrica, le habían enseñado ciertas cosas. Aunque claro, Tauro sabía que no podía fiarse de todo lo que veía y decían las películas. Pero cierta información era útil.

Como cuando aparcó cerca de un alto edificio que, seguramente, hospedaba la mitad de las personas que vivían en su pueblo. O como esa donde subió al elevador y solo le tuvo que preguntarle a Cáncer a qué piso iban y presionar el botón.

Se sintió como un niño en navidad, con ojos brillosos y entusiasta. Se preguntó si a los ojos de Cáncer lucia muy infantil.

Pero no le importó. Tauro había salido para ser libre y dejar de contenerse. Así como podía coquetear con un tipo cualquier, pues podía emocionarse por estar caminando entre un pasillo donde había muchas puertas con diversos números. Aunque eso no debería ser algo especialmente emocionante, para Tauro lo era, y mucho.

— ¡¿Cáncer?! —un sujeto con el cabello de un escandaloso color rojo fue quien les abrió la puerta. Cáncer suspiró de manera exagerada— ¡Que sorpresa verte por aquí! —fingía demencia de una forma tan mala que Tauro no tuvo otra opción que reír— ¡Y traes a un amigo! Santo Padre, ¡crecen tan rápido!

— Deja de gritar, por amor al dichoso Santo Padre, Aries.

Tauro supo que Cáncer era fácil de molestar y sus amigos lo sabían. Se aprovechan de él.

— ¡Amor! —detrás de Aries apareció una hermosa mujer con el cabello bien acomodado, de un negro pulcro— nuestro bebé está en casa

— No grites que ya lo sé. —ella lo hizo a un lado con un manotazo en la cara— Bienvenido —la mujer se dirigía amable, aunque ni corta ni perezosa abrazo a Cáncer.

Tauro supo que ellos eran esa pareja de amigos con complejo de padres protectores a los que acudías cuando había que llorar. La verdad nunca tuvo algo igual, así que sintió cierta envidia momentánea a Cáncer por tenerlos, misma que se esfumó al saber que tuvieron que viajar sabrá Dios cuántas horas para que ellos se encontrarán.

Si había algo peor de no tener amigos con complejo de padres, era separarse durante tiempos prolongados de esos amigos.

Al menos eso es lo que Tauro sentiría si supiera qué era alejarse de uno.

» — Y tú debes ser Tauro —el aludido espabilo ante la voz femenina que se dirigió a su persona.

¿En qué momento? ¿Cáncer ya estaba adentro? ¿lo había abandonado?

— Agh, sí, yo —al igual que cuando habló con Cáncer por primera vez, en la orilla de la autopista, no sabía que decir con claridad. Entre que miraba el piso del pasillo y esperaba una salvación superior era difícil conversar— Mucho gusto...

— Virgo —se presentó— aunque Cáncer ya tuvo que haberte hablado de nosotros —ella lucia sería, de alguna forma le dado miedo a Tauro— Bienvenido.

Ellos pasaron después de esa corta conversación. Sin comentar nada más ni dirigirse una sola mirada.

Cáncer, quien estaba siendo hostigado por el tipo de cabello rojo, los miró como la salvación que segundos atrás Tauro rogó recibir. Rápidamente, Virgo le proporcionó un golpe certero en la nuca al de cabello rojo. Para, posteriormente, anunciar con voz amable que fueran a lavarse las manos para iniciar la cenar.

Tauro supo, después de media hora, sonido de cucharillas, y conversaciones en medio de la comida, a lo que Cáncer se refería con que su amiga era como una madre.

l' amour sur la route | CantauDonde viven las historias. Descúbrelo ahora