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— ¿CUÁL es tú historia?, —Cáncer cuestionaba cuando había parado de reír a causa de un mal chiste del chico que tenía por copiloto— ¿qué te trajo a la carretera?

La noche cada vez se hacía más presente y desde hace rato la música había cambiado; Stuck on you daba la sensación de estar en alguna comedia romántica ochentera. Como si se dirían a el baile.

Tauro ya ni siquiera estaba bien acomodado en el asiento. Con los pies sobre el cojín, de lado, para verle el perfil y tener una conversación más a gusto. Había logrado ganar un par de las pulseras que Cáncer tenía adornando sus muñecas, y solo por haber destacar que éstas eran bonitas a pesar de lucir bohemias.

Y ahora se colocaban un poco más serios. Lo veía venir, a decir verdad. Ya habían gastado temas triviales como gustos y colores. Entre que estudiaron y lo más patético en su vida de secundaria; habían acabado temas de conversación. Incluso se involucraron en una pelea sin fundamentos sobre bandas de rock y directores americanos.

— Mi papá me quiso matar —decirlo en voz alta hacía que sonara extremista— Que escalofriante. —rió intentar aliviar el ambiente— Pues verás, como ya te conté, viví en una cajita de fósforos, donde pensar diferente en sinónimo de locura y los pueblerinos tienen sus propias reglas. Así que —se mentalizo— a papá no le hizo mucha gracia cuando le dije que era homosexual.

Se fijó en la reacción de Cáncer más de lo que debería, entre que la canción cambiaba y el tipo apretaba el volante vio su fin cerca.

— ¿Te quiso matar por ser homosexual?

— Oh, si, sí. Es que a mí se me ocurrió la maravillosa idea de decirle —se echó unos mechones de cabello hacia atrás— «me gustan los penes y no puedes hacer nada» mientras veíamos el partido —frunció el entrecejo al recordar que en serio quería saber los resultados de las preliminares.

Vaya a saber quién ganó.

— ¿Qué más pasó?

— Al principio el viejo creyó que era una broma. Se rió y todo. Pero al final le cayó la realidad en la cara. Me dió un golpe en la barbilla y literal sólo me regaló tres minutos para tomar mi cartera e irme —relató en voz calma, no queriendo demostrar que le afectaba— Lo hizo porque poseo un gran parecido con mi madre, así que le dió pesar dispararme ahí mismo.

— Eso es...

— ¿Extremista? ¿innecesario? ¿exagerado? ¿escalofriante? Así es la vida en el pueblo —sonrió triste— Quizás ahora ya ni siquiera sea hijo de mi padre. En serio lo espero. Porque no será agradable cruzarme con él en un par de años y que aún me tenga rencor. Prefiero que cuando me vea sea un desconocido que se parece mucho a su hijo muerto, antes que me mate. —fingió tener un escalofrío demasiado dramático de su parte— Ya conté mi historia, ahora cuéntame la tuya.

— No soy el hijo perfecto.

— Vaya sorpresa. Nadie lo es.

— Lo sé. Pero mis padres tienen esto de no entenderlo y llegar los límites de la perfección mucho más allá de lo que se espera.

— ¿Señores ricos compulsivos obsesivos?

— Ellos lo son. No ricos, ricos, de esos que nadan en billetes. Pero se involucran en política y siempre me han presionado. Mamá más que todo. Con suerte veía a papá una vez al mes. Pero ella... —Cáncer apretó el labio y no supo cómo continuar— quería que fuera el hijo ejemplar para sus amigas. El perfecto, y luego presumir de ello.

— Déjame adivinar ¿te inscribía en muchas clases innecesarias de niño sin detenerse a saber si querías o no hacerlo?

Cáncer asintió con pesar de que su vida fuera tan predecible.

l' amour sur la route | CantauDonde viven las historias. Descúbrelo ahora